Juangacuaro

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Antes de morir Juan Gabriel ya era un mito que todos conocían, pero al dejar la vida se convirtió en una leyenda popular que irá creciendo con el paso de los años para no desaparecer nunca. Así se cumple la máxima que para ser leyenda y vivir en la memoria hay que morir.

En Parácuaro, Michoacán, donde nació, la entrada de la casa familiar tiene un anuncio que dice  “Juangacuaro” para identificar el mismísimo lugar donde nació Alberto Aguilera y donde vivió con su numerosa familia de nueve  hermanos.

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Sorprendentemente, esa casa y el anuncio fueron respetados por los Caballeros Templarios durante el tiempo que controlaron el pueblo michoacano.

Tanto lo respetaron los Caballeros Templarios que a unos metros de esa casa humilde donde vivió la familia Aguilera,  el temido cártel decidió construir  una capilla donde pusieron la figura de su santo protector “San Nazario”.  De este tamaño era el respeto y admiración de los narcos michoacanos por su paisano cantautor.

Cuando Alberto Aguilera se convirtió en Juan Gabriel comenzó la historia de este personaje que logró superar atavismos sociales, marginación, pobreza, boicots de Televisa y de algunas compañías de grabación, así como extorsiones y la estigmatización por su naturaleza gay que al principio ocultó y que al final aceptó cuando públicamente dijo a pregunta directa: “Lo que se ve no se juzga”.

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Solo como Juan Gabriel, la persona llamada oficialmente Alberto Aguilera pudo sobrevivir la tragedia que fue su vida y que en una especie de sublimación logró conjurar con sus composiciones musicales.

De hecho como lo hacen muchos de los artistas en cada una de sus obras, reflejó una época de su vida…  “No tengo dinero ni nada que dar/lo único que tengo es amor para dar”.

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Desde hace tiempo Juan Gabriel ya era un personaje popular mítico porque cumplía todos los requisitos de un héroe popular: había logrado la hazaña de superar la pobreza de la familia que ocasionó que saliera de su pueblo en Michoacán y se fuera a Ciudad Juárez donde su madre lo abandonó en un orfanatorio ante la imposibilidad de mantenerlo.

Pudo sobrevivir la cárcel a donde fue recluido por un delito que no cometió. Luego comenzó a ser famoso en Ciudad Juárez cantando en el antro Noa Noa de Ciudad Juárez donde nació como Juan Gabriel.

Siendo ya conocido sobrevivió a la poderosa Televisa que lo boicoteó, y luego, quizá el reto más difícil, enfrentó el escándalo  y el prejuicio social de su homosexualidad con las canciones que compuso y cantó y que dio también a otros cantantes logrando erigirse como El Divo de Juárez y presentarse en el Palacio de Bellas Artes.

En una sociedad homofóbica como la mexicana Juan Gabriel desplazó a quien muchos consideraban el mejor compositor de música ranchera y representante de la cultura machista: José Alfredo Jiménez. O por lo menos alcanzó la misma popularidad con sus canciones que ya no reflejaban borracheras, dolores y despecho de amores no correspondidos, sino amores eternos e inolvidables.

En este país donde el surrealismo es vida,  ahora que Alberto Aguilera muere  Juan Gabriel se inmortaliza y la leyenda comienza a alimentarse con nuevas historias increíbles como la que el mismo día en que terminaba de trasmitirse la serie televisiva biográfica “Hasta que te conocí”  con la escena final de su mítico concierto en el Palacio de Bellas Artes, él muere.

Pero con la paradoja de que sus restos mortales serán llevados a ese mismo lugar donde comenzó a ser mito y ahora será leyenda.