La austeridad en Grecia ahora se extiende incluso a la cuna

ATENAS, Grecia ⎯ Como un veterano médico especializado en fertilidad, Minas Mastrominas ha ayudado a las parejas en Grecia a dar a luz a miles de bebés rozagantes. Pero, recientemente, tendencias alarmantes han estado creciendo en su clínica.
Parejas que insisten en tener solo un hijo. Mujeres que llorosas renuncian a sus planes de concebir. Y un aumento en los padres con un solo hijo que le piden que destruya todos sus embriones restantes.
“La gente dice que no puede permitirse tener más de un hijo, o siquiera uno”, dijo Mastrominas, director de Embryogenesis, un gran centro de fertilización in vitro, mientras videos de bebés balbuceantes se reproducían en la sala de espera. “Después de ocho años de estancamiento económico, están renunciando a sus sueños”.
Como las mujeres en Estados Unidos y otras economías maduras, las mujeres en toda Europa han estado teniendo menos hijos durante décadas. Pero los demógrafos están advirtiendo de un nuevo punto de conflicto en la falta de hijos en el área del Mediterráneo, donde la crisis económica de Europa golpeó más duramente.
A medida que las parejas luchan con un periodo más largo de lo esperado de bajo crecimiento, alto desempleo, empleos precarios y tensión financiera, están decidiendo cada vez más tener un solo hijo, o ninguno.
Alrededor de una quinta parte de las mujeres nacidas en los años 70 tiene probabilidad de permanecer sin hijos en Grecia, España e Italia, un nivel no visto desde la Primera Guerra Mundial, según el Centro Wittgenstein para la Demografía y el Capital Humano Mundial, con sede en Viena. Y cientos de miles de parejas jóvenes fértiles han partido hacia Alemania, Gran Bretaña y el próspero norte, con poca intención de regresar a menos que la economía mejore.
Las tasas de natalidad en la región han retrocedido casi a donde estaban antes de que surgiera la crisis en 2008. Las mujeres en España habían estado teniendo en promedio 1.47 hijos por hogar, por encima de 1.24 en 2000. Pero esas ganancias casi se han evaporado. En Italia, Portugal y Grecia, las tasas de natalidad se han revertido a 1.3.
Esto se suma a la creciente preocupación de un desastre demográfico en la región. Las tasas de natalidad actuales están muy por debajo del índice de 2.1 necesario para mantener a una población constante, según Eurostat.
Maria Karaklioumi, de 43 años de edad y encuestadora política en Atenas, decidió renunciar a los hijos después de concluir que no podría ofrecerles el futuro estable que sus padres se habían permitido darle a su familia. Su hermana tiene un hijo, y Karaklioumi está dolorosamente consciente de que su abuela ya tenía cinco nietos a su edad.
Aunque ella tiene un buen empleo y una maestría en política y economía, “hay demasiada inseguridad”, dijo Karaklioumi.
El desempleo entre las mujeres es del 27 por ciento, comparado con 20 por ciento para los hombres.
“No sé si tendré este empleo en dos meses o un año”, añadió Karaklioumi. “Si no se ve una luz al final del túnel, ¿cómo se puede planear para el futuro?”
Si la declinación demográfica se desacelera depende finalmente de la fortuna financiera en el sur, donde la mayoría de los países sufrieron recesiones dobles. Sin un mejoramiento importante, la región está tendiendo hacia algunas de las tasas de natalidad más bajas del mundo, lo cual acelerará la tensión sobre los sistemas de pensiones y beneficencia y debilitará el crecimiento conforme la fuerza laboral cada vez más reducida compita con el resto de Europa y del mundo.
Aunque las poblaciones menguantes amenazan a toda Europa, “el problema realmente grave es que algunos de los países más débiles sean aquellos con las demografías menos favorables”, dijo Simon Tilford, subdirector del Centro para la Reforma Europea en Londres. “Las tasas de natalidad más bajas en el sur significarán un crecimiento y productividad más débiles, manteniendo baja la tasa de natalidad y produciendo más problemas fiscales”.
Con el tiempo, añadió, “sugiere que el desempeño económico ya divergente entre el Norte y Sur de Europa podría volverse estructural en lugar de cíclico”.
Las tasas de natalidad más bajas se han agravado por las presiones fiscales que impidieron que los países ofrecieran vigorosos programas de apoyo familiar. Mientras que Francia ofrece un beneficio familiar mensual de 130 euros (unos 138 dólares) por hijo después del segundo, Grecia ofrece solo 40 euros.
Los países han reconocido el problema y recientemente se pusieron en acción. España designó a un “zar del sexo” en febrero para elaborar un plan nacional de acción en torno a la fertilidad y hacer frente a las declinaciones poblaciones en las áreas rurales. Italia incrementó las bonificaciones por tener hijos y respaldó las leyes laborales que conceden licencias de paternidad más flexibles.
Grecia, como el eslabón económico más débil, no tiene las mismas opciones.
Pasando apuros para manejar una recuperación después de casi ocho años de recesión, el gobierno no puede convertir al descenso de la fertilidad en una prioridad destacada. Las exenciones y subsidios fiscales por hijo para las familias grandes se debilitaron bajo los rescates financieros internacionales vinculados a la austeridad de Grecia. Las guarderías infantiles financiadas por el estado se volvieron condicionadas a la situación económica familiar y es difícil acceder a ellas para las mujeres que buscan trabajo. Grecia ahora tiene el presupuesto más bajo en la Unión Europea para los beneficios familiares y por hijos.
Los abuelos tradicionalmente han sido la fuente primaria de cuidado infantil en el sur, pero las políticas de austeridad griegas han reducido tanto las pensiones que la red de seguridad familiar se está deshilachando, dijo Dimitrios Karellas, secretario general del Ministerio del Trabajo y Bienestar Social en Grecia.
“Necesitamos asignar más dinero a crear los servicios que necesitan las familias y los niños”, dijo Karellas. “Pero eso es difícil de hacer en medio de la crisis”.
Los desafíos demográficos no se limitan al sur de Europa. Alemania ha batallado con un descenso poblacional desde los años 70, cuando la educación superior y nuevas oportunidades profesionales para las mujeres redujeron las tasas de fertilidad. Después del comunismo, las tasas de natalidad en Europa Central y Oriental también cayeron.
En el nuevo milenio, una expansión económica ayudó a revertir esas dinámicas. Pero la crisis financiera “golpeó a Europa cuando las tasas de natalidad en muchos países apenas habían empezado a elevarse de nuevo”, dijo Michaela Kreyenfeld del Instituto Max Planck para la Investigación Demográfica en Rostock, Alemania.
El efecto es evidente en comunidades de todo el sur de Europa, donde las localidades más pequeñas están cada vez más solas y las escuelas se han vaciado.
En Tempi, una región verde en el centro de Grecia, muchas escuelas primarias y jardines de niños han cerrado desde 2012, conforme los padres tenían menos hijos y los griegos jóvenes abandonaban el país, dijo Xanthi Zisaki, concejal municipal. La inscripción en los jardines de niños también se ha desplomado en otras partes de Grecia y en toda España e Italia.
Aunque la migración desde las localidades pequeñas no es nada nuevo, “la crisis financiera es evidentemente el problema”, dijo Zisaki. “Simplemente hay menos niños cada año”.
Los problemas económicos también amplificaron las tendencias existentes. Las mujeres que trabajan ya estaban postergando ser madres. Conforme se extendía la recesión, lo retrasaron aún más por temor a poner en peligro oportunidades laborales, una situación que ha agravado los problemas de fertilidad.
El avance en la igualdad de género se erosionó en Grecia durante la crisis, según el Parlamento Europeo. Las mujeres reportaron ser regularmente rechazadas en los empleos si estaban en edad reproductiva, o tener contratos que se convertían involuntariamente a medio tiempo si se embarazaban.
Conforme persistía la crisis, Anastasia Economopoulou, de 42 años de edad, postergó su sueño de tener varios hijos. Tenía miedo de perder su empleo como vendedora en una compañía de marca minorista después de que los gerentes dijeron que no querían mujeres que pudieran embarazarse.
Eventualmente, recurrió a tratamientos de fertilización in vitro en la clínica de Mastrominas. Pero su salario se desplomó en 30 por ciento cuando cayeron las ventas de la empresa, y el de su esposo en más, reduciendo el número de tratamientos que podía permitirse pagar.
“Les pedí no implantarme muchos embriones porque solo podemos manejar uno”, dijo.
Para un país como Grecia, algunos ven las tendencias demográficas cambiantes como una bendición disfrazada.
“En tanto Grecia tenga un desempleo alto, quizá sea buena suerte que no haya un auge de bebés”, dijo Byron Kotzamanis, un profesor de demografía en la Universidad de Tesalia.
“Si lo hubiera”, añadió, “pudiéramos tener más problemas en este momento”.
Pero ese optimismo no compensará las atemorizantes consecuencias de los países que pasan apuros para reponer a sus habitantes.
“Si no corregimos esto, en 20 años seremos un país de ancianos”, dijo Karellas, el funcionario de la agencia de bienestar. “El hecho es que esto es un desastre”.

Liz Alderman
© 2017 New York Times News Service