La caza definitiva: borregos

RESERVA ROCKY BOY’S, Montana ⎯ Para el rebaño de borregos cimarrones, los acantilados rocosos eran un lugar seguro, con vistas de 360 grados y abundantes recovecos para perderse entre las rocas grises. El terreno estaba salpicado de estiércol, y el aire transportaba el aroma a patio de granja. Cientos de metros abajo, el paisaje se desplegaba hacia una especie de tablero de ajedrez de tierras agrícolas que se extendía hacia el horizonte. La única amenaza aquí arriba era para las crías recién nacidas, susceptibles de ser levantadas por las águilas.
Acuclillado detrás de un atril de piedras la primavera pasada, Brendan Burns, de 38 años de edad y con una creciente reputación como cazador de borregos cimarrones y guía, se asomó sobre el borde, con cuidado para no ser visto o escuchado. Los borregos salvajes, también llamados muflones, tienen sentidos agudos, y cuando se asustan, parten corriendo al unísono, como una parvada de aves. Pero los borregos no estaban en casa. En medio del panorama debajo, Burns detectó una constelación de puntos diminutos en un prado distante. Los cuernos los traicionaban.
“No hay muchos círculos en la naturaleza”, susurró Burns. “Cuando uno ve algo curvo ⎯ y como que brilla, tienen este tipo de brillo ⎯, uno aprende a detectarlos. Solo se trata de entrenar la vista para ello”.
Sacó un telescopio Swarovski de alto poder de su mochila y apuntó hacia abajo. Ocho años antes, no había borregos cimarrones aquí. Luego, 21 hembras y cinco carneros jóvenes fueron trasplantados a la Reserva Rocky Boy’s de los Chippewa Cree, que cubre parte de las Montañas Garra de Oso.
El rebaño creció rápidamente a 100, y 40 fueron reubicados en Dakota del Sur. De nuevo ha crecido a más de 100, y es probable que otros 40 sean trasplantados esta primavera, parte de amplios intentos por reconstruir las poblaciones de muflones que son de una fracción de lo que eran antes en el Oeste.
“Obviamente no hay coyotes por aquí, para que estén tan abajo y se sientan cómodos”, susurró Burns. “Este es un bonito día para ser borrego salvaje”.
Un hombre de Michigan había pagado 100,000 dólares por la única oportunidad del año de cazar uno de los borregos en el rebaño de la Reserva Rocky Boy’s. Burns lo llevó ahí en octubre, y los hombres deambularon por el terreno empinado y rocoso durante días antes de ponerse en posición para un tiro limpio. El carnero tenía 10 años de edad, una cicatriz en la frente, un ojo nublado y le faltaban varios dientes.
Sus enormes cuernos y más de 35 kilos de carne fueron transportados a Michigan. A cambio, la tribu Chippewa Cree en Rocky Boy’s recibió los 100,000 dólares, que fueron usados para financiar a dos guardabosques tribales que supervisan a la vida silvestre en la reserva.
Es una paradoja de la caza, rara vez tan evidente como en el caso del borrego salvaje: los cazadores a menudo son los conservacionistas primarios. En 2013, un permiso en Montana se vendió por 480,000 dólares, aún un récord. Burns asistió también en esa cacería, durante 18 días en el Upper Missouri River Breaks. El resultado fue un gran carnero, y cientos de miles de dólares que se destinaron al presupuesto del departamento de Pesca, Vida Silvestre y Parques de Montana.
“En cuanto a que la caza de borregos salvajes es el deporte de los ricos, eso es absolutamente cierto”, dijo Vance Corrigan, de 84 años de edad, quien vive junto al río Yellowstone en Livingston, Montana, y es uno de los más consumados cazadores de grandes presas en el mundo. “Pero si no fuera por los ricos, esos borregos salvajes no existirían”.
Quienes no son cazadores a menudo presuponen que la mayor presa en Norteamérica es algo grande y feroz; como un oso, quizá, o un alce, un alce americano o un puma. Pero la extendida creencia entre los cazadores serios es que los carneros son la presa máxima.
Eso es por dos razones. Una, las oportunidades de cazar borregos cimarrones son escasas, y a menudo prohibitivamente caras. Dos, las cacerías están entre las más difíciles, a menudo duran semanas en algunas de las regiones más remotas de la Tierra.
“Durante 100 años, ha estado un poco en el pináculo de la cacería de grandes presas, especialmente en Estados Unidos”, dijo Bob Anderson, un cazador y autor de libros sobre cacería de muflones. “Pero no había muchas personas o borregos salvajes en las montañas. Ahora se ha vuelto una especie de fiesta de coctel. Algunas personas ricas se han interesado y han impulsado el alza en el mercado”.
En la convención de la Fundación del Borrego Cimarrón cada mes de enero, los permisos de caza únicos de varios estados, provincias y reservas de americanos nativos son subastados a los mejores postores. La mayoría supera por mucho los 100,000 dólares.
“La gente que paga 300,000 dólares por un permiso, simplemente pagó para recuperar 30 borregos salvajes en lugares donde no ha habido uno en 100 años”, dijo Corrigan. “Lewis y Clark veían borregos cimarrones en todos los riscos. Esas personas que compran los permisos están ayudando a devolver a los borregos salvajes a donde estaban antes de que nosotros llegáramos”.
Mundialmente, hay docenas de especies y subespecies de borregos salvajes, muchos en el Asia Central. La Fundación del Borrego Cimarrón, con sede en Bozeman, Montana, considera que hay cuatro borregos salvajes primarios en Norteamérica: el muflón de las Montañas Rocosas; el muflón del desierto (en el sudoeste de Estados Unidos y México); el borrego de Dall (en Alaska, Columbia Británica, los Territorios del Noroeste y el Yukón); y el borrego de Stone (en Columbia Británica y el Yukón).
Algunos han estimado que había millones de borregos salvajes en Norteamérica hace 200 años. Pero para los años 50, desplazados por la gente y el ganado y diezmados por las enfermedades (especialmente las transmitidas por los borregos domésticos), la población de borregos salvajes descendió a las decenas de miles.
Los esfuerzos de conservación salvaron a los borregos salvajes y han extendido su territorio de nuevo, a menudo trasplantando rebaños y en gran medida limitando las oportunidades de caza. Se estima que ahora hay casi 200,000 borregos salvajes en Norteamérica.
El privilegio de “cosechar” uno (un eufemismo para la caza) sigue estando limitado a unos pocos. Requiere mucho dinero o mucha suerte.
El Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de Estados Unidos estima que hay más de 10 millones de cazadores de grandes presas en Estados Unidos. Pero solo unos 2,500 borregos salvajes son cazados cada año en toda Norteamérica, una fracción comparado con casi todos los demás animales.
“Son como el Ferrari de edición limitada del coleccionista”, dijo Lance Kronberger, quien es dueño de Freelance Outdoor Adventures en Alaska y guía cacerías de grandes presas de todo tipo. “Se producen 200 de ellos, y se tiene suerte si se consigue uno”.
En general, hay dos formas de cazar borregos salvajes. Una es la versión de la lotería de la cacería; pagar algunos dólares y solicitar una del número limitado de licencias que están restringidas a ciertos territorios y son rifadas. En Montana, residentes estatales presentaron 19,439 solicitudes en 2015; se otorgaron licencias a 111, una tasa de éxito de una en 200.
La segunda forma de asegurarse una oportunidad con un borrego salvaje es gastar mucho dinero. Aunque los residentes de Alaska y los de Canadá por lo general pueden cazar borregos cimarrones dentro de su propio estado, provincia o territorio, se requiere que los no residentes contraten un guía registrado. Las leyes de la oferta y la demanda elevan el precio de cazar un borrego de Dall a unos 25,000 dólares y un borrego de Stone a unos 50,000 dólares. Las cacerías en México, a través de guías o terratenientes privados, pueden alcanzar los 100,000 dólares.
Unos cuantos ricos van más allá de eso. Hacen ofertas por permisos exclusivos que son subastados anualmente para recaudar dinero para los estados, provincias y reservas de americanos nativos, viendo su derrochador gasto como una donación de caridad, un valor pasado a pérdidas y una oportunidad de capturar uno de los principales trofeos de la caza.
“Algunas personas ricas tienen yates o boletos a nivel cancha para los Lakers”, dijo Burns. “Algunos cazan borregos salvajes”.

John Branch
© 2017 New York Times News Service