La convención de Trump: Doloroso momento para la red de la familia Bush

© 2016 New York Times News Service

CLEVELAND – En medio de los globos y fiestas, discursos y espectáculo, una facción del Partido Republicano será casi invisible en la convención nacional de esta semana: la red de la familia Bush.

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Representantes de la última Casa Blanca republicana están efectivamente exiliados de la política presidencial en últimas fechas, desanimados por la aceptación de su partido de Donald Trump, el nominado, y sintiéndose traicionados por ex amigos que lo están apoyando a él.

Cuando Trump fuera nominado, el ex Presidente George Bush planeaba estar en su rancho de Crawford, Texas, pintando y andando en bicicleta. Su ex secretaria de Estado, Condoleezza Rice, estará en su oficina de la Universidad de Stanford, trabajando en un nuevo libro sobre democracia, en tanto el ex Gobernador Jeb Bush de Florida, escribió en un sucinto mensaje de correo electrónico, estará “trabajando en Miami”.

Ellos difícilmente son los únicos que se mantienen alejados. Un mensaje de correo electrónico enviado a alumnos de la administración de George W. Bush enumerando a esos ex oficiales de Bush yendo a Cleveland era notable, sobre todo debido a quién no había sido incluido: ni un solo ex oficial del Gabinete o integrante del personal de alto nivel de la Casa Blanca.

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El ex presidente, quien cumplió 70 años este mes, ha hecho un voto de silencio con respecto a Trump en público. Sin embargo, él y su gente leal de largo tiempo atrás están confundidos con respecto a lo que ha ocurrido en su partido, así como por el poco atractivo que la marca Bush tiene en política últimamente.

“Temo mucho por mi república”, dijo Marc Racicot, el ex gobernador de Montana que fue el presidente de la campaña reelectoral de Bush y del Comité Nacional Republicano. “Yo pensé que mis conciudadanos ejercerían el juicio para conducir al país en la dirección correcta”.

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Carlos Gutiérrez, quien sirvió como secretario de comercio de Bush, dijo en una entrevista telefónica: “La gente está intrigada con respecto a lo ocurrido, preguntándose cómo permitimos que ocurriera esto”.

Al dirigirse a unos pocos cientos de donadores republicanos cubiertos por bléiseres y camisas polo en una recaudación de fondos para el senador de Misuri, Roy Blunt, afuera de San Luis el mes pasado, Bush no mencionó a Trump por nombre pero emitió una inconfundible advertencia con respecto a los peligros de la política de Trump.

“Dijo que le preocupaban tres ismos: proteccionismo, aislacionismo y nativismo”, recordó John C. Danforth, ex senador y embajador de Naciones Unidas para Bush que asistió a la cena de 1,000 dólares por persona. “Creo que eso dijo mucho”.

El distanciamiento representado por Trump es dramático.

El presunto nominado, quien ha electrificado a audiencias con jeremiadas en contra de hispanos y musulmanes, ha desconsiderado el esfuerzo del ex presidente por crear una duradera mayoría republicana ampliando el atractivo del partido para adaptarse a un país que va cambiando rápidamente. Él incluso ha rechazado más plenamente la perspectiva mundial de Bush, desdeñando las políticas intervencionistas y pro libre comercio e inmigración que estuvieron en el corazón de sus dos mandatos como presidente.

Además, con su predilección por lanzar insultos ridículos y groseros, Trump representa cualidades personales que son la antítesis de la mezcla de cristianismo y autocontrol de rico de toda la vida.

“Sería como si George Wallace hubiera sucedido a John F. Kennedy y el Nuevo Pionero”, dijo Peter Wehner, prominente oficial en la Casa Blanca de Bush

Pero, como aprendieron Jeb Bush y el senador de Florida Marco Rubio en sus fallidas campañas, había escaso apetito en el electorado de las primarias republicanas por una restauración del “conservadurismo compasivo” o cualquier cosa parecida a la agenda del ex presidente. Los electores querían un enfoque de línea más dura.

“Nuestro partido está cambiando”, dijo Matt Schlapp, quien fue director político de la Casa Blanca en el primer mandato de George W. Bush, apuntando a una creciente inquietud con respecto a lo que él llamó “soberanía” estadounidense.

“La gente siente que ha perdido el país”, dijo Schlapp sobre los electores republicanos de estos tiempos.

Además, muchos en el círculo de Bush sienten como si hubieran perdido a su partido, cuando menos por ahora.

Bush se dirigió a la convención de 2008 por video (el huracán Gustav estaba azotando la Costa del Golfo) y fue presentado al lado de su padre en un breve video durante la convención de 2012. Sin embargo, si ni John McCain ni Mitt Romney, los últimos dos nominados republicanos, estaban impacientes por destacar al impopular Bush, había aún amplios recordatorios de él en sus convenciones.

Rice, quien trabajó en ambas administraciones Bush, pronunció uno de los discursos mejor recibidos en el horario estelar en 2012. Además, mucha gente leal a Bush estuvo en ambas convenciones, ya sea como asesores de McCain o Romney, o debido que siempre asistían a la convención del partido, lo cual servía como una reunión informal para viejos amigos y colegas.

Sin embargo, esta vez no habrá un veterano de alto perfil del periodo de Bush dirigiéndose a los delegados. La figura de mayor prominencia aquí de la administración probablemente será Karl Rove, quien estará asistiendo a ambas convenciones del partido este año en su papel de comentarista del noticiario de Fox.

Si bien muchos en el círculo de Bush se sienten desalentados con respecto a Trump, están gozando también de un poco de ‘schadenfreude’, o alegría por la desgracia ajena, con respecto a las luchas del candidato.

Durante el desayuno con un puñado de republicanos destacados el mes pasado en Nueva York, Jeb Bush dejó en claro que él aún le dolía que Trump hubiera extinguido sus propias ambiciones presidenciales. “Parece que tiene poca energía con el apuntador electrónico”, dijo Bush, dándole alegremente un giro a la crítica favorita de Trump hacia él, con base en una persona presente que solicitó el anonimato para discutir un suceso privado.

Trump atormentó no solo a Jeb Bush en las primarias; atacó también a George W. Bush en términos marcadamente incisivos, argumentando que la Guerra de Irak se construyó sobre mentiras y que el registro del ex presidente en seguridad nacional era escaso para apoyarse debido a que los atentados del 11 de septiembre de 2001 tuvieron lugar bajo su tutela. Sin embargo, el desprecio de gente leal de Bush hacia Trump está impulsado por algo más profundo que sus ataques de la temporada de primarias.

A diferencia de las últimas dos contiendas presidenciales, en las cuales los nominados republicanos se alinearon en buena medida con la perspectiva mundial de Bush sobre libre mercado, esta campaña pudiera tener profundas implicaciones para el legado Bush. El éxito de Trump – o derrota – en la elección generaría un veredicto sobre la presidencia de Bush y visión de conservadurismo.

“Si Donald Trump gana, habrá creado, por definición, un nuevo patrón de éxito para republicanos”, dijo Ari Fleischer, el primer secretario de prensa de la Casa Blanca de Bush “Pero, si pierde, y particularmente si es aplastado, eso reiniciará al partido más en la dirección del Presidente Bush”.

Debido a que Trump representa algo mucho mayor a los ojos de los veteranos de Bush que tan solo un infortunado nominado del partido, su determinación para derrotarlo se ha vuelto más intensa.

Un puñado de ex oficiales de Bush de alto nivel le dará su apoyo. El más prominente es el ex Vicepresidente Dick Cheney, quien ha indicado a ex colegas que con su hija en la boleta electoral de Wyoming para el Congreso este año, él tenía muy poca opción. Ese es un razonamiento comprensible para muchos en la órbita de Bush.

Sin embargo, se ofrece mucha menos caridad a otros dos ex integrantes del personal de Bush que han sido francos por televisión y medios sociales acerca de su apoyo a Trump: Fleischer y Schlapp.

Después de que Fleischer anunciara su apoyo a Trump a través de Twitter en mayo, uno de sus ex colegas, Tony Fratto, respondió; “Entonces no tenemos nada que decirnos mutuamente”.

Jonathan Martin
© The New York Times 2016