La expansión de la atención infantil tiene un efecto en los trabajadores peor pagados

Carmella Salinas ha trabajado sistemáticamente durante 14 años como maestra de educación en la infancia temprana, atendiendo a niños de cuatro y cinco años en Family Learning Center, una organización sin fines de lucro en la comunidad marginal de la Española, justo al norte de Santa Fe, en Nuevo México. Aun así, es raro que gane lo suficiente para cubrir todos sus gastos y más de una vez ha recibido avisos de que le van a desconectar el servicio de las compañías del agua, el gas o la luz. Hace unos meses, llegó a su casa con Aaron, su hijo de 10 años, y encontró que le habían cortado la luz.

“Pero, mamá”, recuerda que le preguntó Aaron, “qué no saben que es tu cumpleaños?”.

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Mientras que la lucha por encontrar atención infantil asequible ha atraído mucha atención y el presidente Barack Obama la ha etiquetado como una prioridad económica “obligada”, no ha sido el caso de la lucha de los trabajadores _ mujeres en su mayoría _ que brindan esa atención.

No obstante, la fortuna de ambas partes están entrelazadas inextricablemente. “No se puede separar la calidad de las experiencias de los niños del conocimiento, las habilidades y el bienestar de los educadores de parvulario”, dijo Marcy Whitebook, la directora del Centro para el Estudio del Empleo en la Atención Infantil, en la Universidad de California, en Berkeley.

Alrededor de dos millones de cuidadores atienden a 12 millones de infantes, desde recién nacidos hasta los cinco años, y están entre los trabajadores peor pagados, que, a veces, ganan poco más del salario mínimo, comento Whitebook, quien es autora de una comparación, estado por estado, de la fuerza laboral en la atención infantil temprana que se dio a conocer hace poco. Los cuidadores también tienen pocas prestaciones y una capacitación poco consistente, y están sujetos a un enredo de requisitos y regulaciones que pueden variar de un programa a otro.

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Hace décadas, los científicos establecieron que los cruciales primeros años de la vida, en palabras expresadas en el informe de 2015 de las Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina, “proporcionan los cimientos sobre los que se construye el aprendizaje posterior y los avances durante toda la vida”. Las entidades federativas estadounidenses azules y rojas, la cámara de Comercio de Estados Unidos y los defensores de los niños se han movilizado para apoyar la educación inicial universal.

Sin embargo, como concluyeron los investigadores académicos, “los adultos poco informados, mal preparados o sujetos ellos mismos a tensiones crónicas pueden contribuir a las experiencias adversas y estresantes de los niños, así como a socavar su desarrollo y su aprendizaje”.

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Salinas, de 43 años, conoce demasiado bien ese estrés. Después de 14 años, gana 12.89 dólares la hora, pero su su semana laboral se restringe a 32 horas. Si trabajara más horas, el centro sin fines de lucro tendría que darle prestaciones, mismas que no puede pagar. En años anteriores, suficientes padres se las arreglaron para pagar colegiaturas en el verano, pero no en esta ocasión. Como resultado, no tiene empleo hasta septiembre que es cuando vuelve a fluir el financiamiento gubernamental para la educación inicial.

Nuevo México, como algunos otros estados, brinda estipendios limitados para ayudar a los maestros a obtener las acreditaciones de las que carecen. Sin embargo, el dinero, dijo Salinas, apenas es suficiente para cubrir un curso cada semestre. Ha estado tomando clases de fin de semana o nocturnas desde el 2005 para sacar el grado de bachiller.

Por lo general, las escuelas públicas, aun en estados pobres, pagan mejor que los centros sin fines de lucro o los privados. Al mismo tiempo, los maestros de primaria tienden a ganar el doble de los de educación inicial, y los cuidadores de infantes están muchísimo más abajo en la escala de ingresos, según el informe de Berkeley.

Whitebook de Berkeley reconoció que mientras que muchas madres no cursaron el bachillerato, atender a un salón lleno de niños requiere de habilidades distintas a las de cuidar al propio hijo. “La labor de cuidar y educar a los niños más pequeños es muy compleja, y se requieren conocimientos como si se trabajara con niños de cinco a ocho años”, explicó.

Elogió a los estados que se concentran en mejorar la capacitación y las cualificaciones, pero dijo que no es suficiente. Los empleados de la atención infantil necesitan apoyo profesional en el salón de clases, dijo, y “nosotros necesitamos elevar la cota para que la gente gane un sueldo que le alcance para vivir”.

Sin embargo, el uso de estándares para los maestros en las escuelas públicas como puntos de referencia preocupa a Katharine Stevens, una investigadora en políticas educativas en el conservador Instituto de la Empresa Estadounidense en Washington.

“Es un modelo que, en gran medida, les ha fallado a los niños desfavorecidos”, comentó Stevens y notó que la educación inicial ofrece una oportunidad particularmente potente de ayudar a emparejar la cancha de juego para los niños pobres, que pueden retrasarse hasta dos años para cuando empiezan a ir al preescolar. “Es un área crucial y necesitamos personas que sean buenas en eso”, notó. “Pero un grado universitario puede no ser necesario para ser un muy buen cuidador de infantes”.

Los trabajadores en la atención infantil merecen más que los salarios de pobreza, dijo Stevens, y agregó: “Saltar a una solución de solo agregue agua y revuelva va a tener repercusiones negativas. No sabemos qué credenciales o qué capacitación son las que llevan a que un empleado o maestro en la atención infantil sean efectivos con los niños pequeños”.

Aumentar los sueldos también haría que la atención infantil fuera más cara, alejándola todavía más del alcance de las familias de ingresos bajos y moderados, así como tensando los de por sí limitados presupuestos estatales.

Los investigadores de Berkeley responden que el empuje para expandir la atención infantil se ha dado a expensas de las mujeres mal pagadas que hacen el trabajo. “Un objetivo principal de los servicios de la infancia temprana ha sido mitigar la pobreza entre los niños, pero muchos de estos mismos esfuerzos siguen generando pobreza en la fuerza laboral predominantemente femenina, diversa étnica y racialmente, en la educación inicial”, se establece en el informe.

A pesar de todas su propias penurias financieras, Salinas, en la Española, dijo que no hay otro empleo que preferiría tener. “Me di cuenta de que ésta era mi vocación”, contó, y que lo descubrió tras haber encontrado un empleo de medio tiempo en una guardería cuando sus dos hijas mayores vivían en su casa.

Aun así, Salinas y sus colegas tienen sus propias familias a las que mantener. En un viaje para cabildear por el fondeo a la educación en el Congreso del estado en Santa Fe, ella recordó haberse reunido con un senador que le dijo: “Usted no se mete a trabajar en esto porque se gane mucho dinero; se le paga con amor”.

“¿De verdad?”, contestó. “Cuando llegue mi casero, ¿le puedo dar un abrazo?”.

Patricia Cohen
© 2016 New York Times News Service