La interacción social es esencial para la salud mental y física

NUEVA YORK Viva por la cafetería HotBlack Coffee en Toronto por declinar ofrecer Wi-Fi a sus clientes. Hay otras de esas cafeterías, sin duda, incluidos siete de los ocho locales en la Ciudad de Nueva York de Café Grumpy.

Pero es la razón de HotBlack para el apagón electrónico lo que es causa de elogio. Como explicó su presidente, Jimson Bienenstock, su propósito es hacer que los clientes conversen entre sí en vez de que se entierren en sus dispositivos portátiles.

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“Se trata de crear un ambiente social”, le dijo al reportero de The New York Times. “Somos un vehículo para la interacción humana, de otro modo solo somos un producto”.

¡Qué idea tan novedosa! Quizá Bienenstock sabe instintivamente lo que la ciencia médica ha estado demostrando cada vez más durante décadas: la interacción social es un elemento que contribuye de manera muy importante a la buena salud y la longevidad.

Personalmente, yo no necesito evidencia basada en la investigación para apreciar el valor de hacer y mantener conexiones sociales. Lo experimento diariamente durante mi caminata matutina con hasta tres mujeres, luego antes y después de mi sesión de natación en el vestidor del YMCA donde no está permitido el uso de dispositivos electrónicos.

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La experiencia del vestidor ha sido sorprendentemente gratificante. He hecho muchas nuevas amigas con quienes comparto alegrías y penas. Las mujeres me ayudan a resolver problemas grandes y pequeños, ofreciendo consejos sabios, orientación y asesoría y a menudo una risa franca que ilumina mi día.

Y, como han demostrado veintenas de estudios, quizá estén ayudando a salvarme la vida.

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Como reportó la publicación Harvard Women’s Health Watch, “docenas de estudios han demostrado que las personas que tienen relaciones satisfactorias con familiares, amigos y su comunidad son más felices, tienen menos problemas de salud y viven más tiempo”.

En un estudio entre 7,000 hombres y mujeres en el Condado de Alameda, en California, iniciado en 1965, Lisa F. Berkman y S. Leonard Syme encontraron que “las personas que están desconectadas de otras tuvieron aproximadamente tres veces más probabilidad de morir durante el estudio de nueve años que las personas con lazos sociales fuertes”, relató John Robbins en su maravilloso libro sobre la salud y la longevidad, “Healthy at 100”.

Esta importante diferencia en la sobrevivencia ocurrió sin importar la edad, género, prácticas saludables o estado de salud física de las personas. De hecho, los investigadores encontraron que “aquellas con lazos sociales fuertes y estilos de vida poco saludables (como tabaquismo, obesidad y sedentarismo) realmente vivían más que aquellos con lazos sociales débiles pero hábitos de vida más saludables”, escribió Robbins. Sin embargo, añadió rápidamente, “no es necesario decir que las personas con estilos de vida saludables y lazos sociales fuertes vivieron más que todo los demás”.

En otro estudio, publicado en The New England Journal of Medicine en 1984, investigadores en el Plan de Seguro de Salud del Área Metropolitana de Nueva York encontraron que entre 2,320 hombres que habían sobrevivido a un ataque cardiaco, aquellos con conexiones fuertes con otras personas tenían solo una cuarta parte de riesgo de muerte en los siguientes tres años que quienes carecían de conectividad social.

Investigadores en el Centro Médico de la Universidad de Duke también encontraron que los lazos sociales pueden reducir las muertes entre las personas con padecimientos médicos serios. Beverly H. Brummett y colegas reportaron en 2001 que entre los adultos con una enfermedad de las arterias coronarias, la tasa de mortalidad fue 2.4 veces más alta entre quienes estaban socialmente aislados.

En una columna que escribí en 2013 llamada “Sacudiéndose la soledad”, cité una revisión de investigaciones publicada en 1988 que indicaba que “el aislamiento social está a la par de la hipertensión, la obesidad, el sedentarismo o el tabaquismo como un factor de riesgo para las enfermedades y la muerte temprana”.

Las personas que carecen de manera crónica de contactos sociales tienen más probabilidad de experimentar niveles elevados de estrés e inflamación. Estos, a su vez, pueden socavar el bienestar de casi todos los sistemas corporales, incluido el cerebro.

A falta de interacciones sociales, es probable que el flujo sanguíneo hacia órganos vitales se reduzca y la función inmunitaria se vea socavada. Incluso puede verse adversamente afectada la manera en que se expresan los genes, afectando a la capacidad del cuerpo para desactivar la inflamación. La inflamación crónica ha sido vinculada a cardiopatías, artritis, diabetes tipo 2 e incluso intentos de suicidio.

En un reporte de 2010 en The Journal of Health and Social Behavior, Debra Umberson y Jennifer Karas Montez, investigadoras de sociología en la Universidad de Texas en Austin, citaron “evidencia consistente y convincente que vinculaba una baja cantidad o calidad de los lazos sociales con una veintena de padecimientos”, incluido el desarrollo y empeoramiento de enfermedades cardiovasculares, ataques cardiacos repetidos, trastornos autoinmunes, hipertensión, cáncer y cicatrización lenta.

La falta de interacciones sociales también daña a la salud mental. El apoyo emocional ofrecido por las conexiones sociales ayuda a reducir los efectos perjudiciales del estrés y pueden fomentar “una sensación de significado y propósito en la vida”, escribieron las investigadoras texanas.

Emma Seppala del Centro para la Investigación y Educación de la Compasión y el Altruismo de Stanford, y autora del libro de 2016 “The Happiness Track”, escribió: “Las personas que se sienten más conectadas con otras tienen menores niveles de ansiedad y depresión. Además, estudios demuestran que también tienen una autoestima más alta, mayor empatía por los demás, son más confiadas y cooperativas y, como consecuencia, los otros son más abiertos a confiar y cooperar con ellas.

“En otras palabras”, explicó Seppala, “la conectividad social genera un ciclo de retroalimentación positiva de bienestar social, emocional y físico”.

Sugirió que una declinación en la conexión social podría ayudar a explicar recientes aumentos en los reportes de soledad, aislamiento y alienación, y quizá sea la razón por la cual la soledad se ha convertido en un importante motivo para que la gente busque orientación sicológica. Para 2004, escribió, la investigación sociológica reveló que más de 25 por ciento de los estadounidenses no tenía nadie a quien hacer confidencias. Carecían de un amigo cercano con el cual se sintieran cómodos compartiendo un problema personal.

Para quienes buscan un estilo de vida que promueva la salud, no es suficiente enfocarse en comer sus verduras y ejercitarse regularmente. Seppala aconseja: “No olviden establecer relaciones”.

Jane E. Brody
© 2017 New York Times News Service