La salida de Gran Bretaña impulsaría la integración militar europea

WASHINGTON. El referendo británico para abandonar la Unión Europea se llevó a cabo cuando el bloque de 28 países estaba lidiando no solo con sus problemas económicos acostumbrados. En efecto, la Unión Europea se encuentra en medio de una profunda división ideológica con respecto de los principales temas diplomáticos y de seguridad de la actualidad.

Tradicionalmente, la Unión siempre ha estado en segundo plano en tales asuntos, pues son los países individuales, o la Organización del Tratado del Atlántico del Norte, que es una alianza estrictamente militar, los que toman la delantera. Pero eso está cambiando poco a poco. La salida de la Gran Bretaña, observan los analistas, podría cambiar el debate interno no solo en asuntos individuales sino también en la naturaleza misma del papel que desempeña la Unión Europea en la diplomacia y la seguridad.

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Cuando Francia y Alemania llenen el vacío de liderazgo, tendrán la oportunidad de buscar una meta común que la Gran Bretaña había bloqueado: expandir la integración de la Unión Europea para que abarque también la política militar.

Esta ambición, que algunos funcionarios de la Unión ya están promoviendo, ampliaría la capacidad de actuar como un cuerpo diplomático unificado y le permitiría respaldar con la fuerza a su papel cada vez más prominente en el mundo. Le daría a Europa mayor capacidad de enfrentarse a los retos militares, particularmente a la amenaza que perciben en Rusia varios miembros del este.

Pero esto no serviría de mucho para abordar el otro gran problema de seguridad: el terrorismo, lo que pone de relieve la tendencia de la Unión a hacer énfasis en proyectos de largo plazo, en lugar de crisis más inmediatas y políticamente cargadas.

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UN NUEVO PROYECTO EUROPEO: LA UNIDAD MILITAR

La Unión Europea ya cuenta con una oficina de asuntos militares, que es la Agencia de Defensa Europea. Pero esta es débil y está descentralizada y carece incluso de cuartel permanente. Gran Bretaña se opuso por mucho tiempo a reforzar ese brazo de la Unión, prefiriendo que toda la coordinación militar pasara por la OTAN, donde su voz se amplifica gracias a su cercana alianza con los Estados Unidos.

Días después del referendo en la Gran Bretaña, la jefa de la política exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, presentó un memorando muy esperado en el que articula la “estrategia global” del bloque. En el centro de esta, se encuentra el llamado a integrar la política militar de Europa, como lo buscaban desde hacía tiempo funcionarios franceses y alemanes.

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El memorando no habla de unificar los ejércitos europeos, a pesar de los rumores en ese sentido aparecidos en la prensa británica. Pero sí recomienda que la Unión Europea desarrolle las instituciones para que actúen como un bloque coordinado en cuestiones militares.

La salida británica de la Unión Europea podría “ser la oportunidad de que haya mayor integración en defensa y seguridad, como ya están proponiendo los franceses”, explicó Benjamin Haddad, analista francés en el Instituto Hudson, en Washington.

La existencia misma de ese memorando _ el primero de su tipo desde 2003 _ señala el impulso que desde hace tiempo está tomando en europea la idea de la integración militar. Sus proponentes afirman que eso no solo fortalecería la defensa sino también convertiría a la Unión en una fuerza más activa en el mundo, que podría proyectar su fuerza y dirigir operaciones de pacificación.

En Francia, la integración militar es vista como la forma de volver a ocupar el centro del foro internacional, reforzando en parte las operaciones de pacificación que suelen emprender los líderes franceses.

Roderich Kiesewetter, legislador alemán que es miembro del comité de relaciones exteriores del parlamento, sostuvo en abril que Europa debería empezar a dar los primeros pasos para crear un “ejército europeo común”, algo que dificultaría que los países se voltearan unos en contra de otros.

¿LA UNIÓN EUROPEA COMO POTENCIA GLOBAL?

Aunque la Unión Europea sin la Gran Bretaña representaría una proporción menor de la potencia militar mundial _ Gran Bretaña tiene el presupuesto militar más alto de Europa _, podría llegar a usar ese poder de una manera que resultara más determinante. Mogherini está exhortando a la Unión Europea a consolidar su autoridad en adquisiciones militares y en despliegues en el exterior, según The Financial Times.

La Unión maneja varias operaciones de pacificación, básicamente en África, así como una misión contra la piratería frente a las costas de Somalia. Esas misiones podrían expandirse en un bloque más unificado en lo militar.

Mogherini hizo énfasis en que la unidad militar no sería solo para defender a Europa de fuerzas armadas extranjeras _ ese papel está a cargo de la OTAN _ sino también para reforzar el papel diplomático de la Unión Europea en todo el mundo.

Cansados del dominio de Estados Unidos, los líderes europeos ya han aprovechado el bloque para reafirmar su relevancia en el foro mundial; por ejemplo, entablando pláticas con Irán en 2004 sobre su programa nuclear y estableciendo políticas relacionadas con el conflicto palestino-israelí, como las reglas para etiquetar productos hechos en las colonias israelíes de Cisjordania.

Pero esas iniciativas han estado limitadas a la llamada fuerza suave: los buenos oficios diplomáticos y las reglas comerciales. La coordinación europea en materia militar le daría también fuerza bruta, cuestión importante en esta época en que las dos suelen ir de la mano. Véase el caso, por ejemplo, de los intentos encabezados por Estados Unidos por contener los avances de China en el mar del Sur de China y para hacer frente a las amenazas de Corea del Norte.

La Unión Europea ha sido espectadora en esos casos. Integrar su política militar la ayudaría a ser una jugadora de peso.

LA CUESTIÓN RUSA

El mayor desafío para la seguridad y la diplomacia de Europa _ y la prueba más inmediata de las ambiciones de Francia y Alemania de convertirla en una sólida potencia mundial _ es Rusia.

Las sanciones de la Unión Europea contra Rusia, impuestas en marzo de 2014, cuando se anexó a Crimea, ya la han convertido en un centro importante de gravedad de la política occidental. Ampliar ese papel sería de particular importancia para los miembros del bloque que no pertenecen a la OTAN, es decir, Suecia y Finlandia, preocupadas por lo que perciben como amenazas de Rusia.

Los líderes de Europa occidental tienden a preocuparse más por la inmigración y el terrorismo, y algunos se preguntan si mantener las sanciones contra Rusia vale el costo económico y el dolor de cabeza político. Gran Bretaña, al alinearse con los líderes de Europa oriental, que ven a Rusia como una amenaza directa, ha ayudado a mantener la línea dura de la Unión Europea contra Moscú.

Pero la salida de la Gran Bretaña ejercería presiones sobre Alemania para manejar los desacuerdos europeos en torno de Rusia, explica Stefan Meister, del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, en Berlín. Es un tema delicado dentro de Alemania, pues toca el historial militarizado del país así como sus vacilaciones para asumir un papel de liderazgo más fuerte en Europa.

“La pérdida de la voz británica en el seno de la Unión Europea será de preocupación para los vecinos de Rusia”, advirtió Shashnak Joshi, analista británico de seguridad del Instituto Real de Servicios Unidos. La salida del país, agregó, podría “mover a la política europea hacia Moscú”.

Si Europa no puede mantener un frente unificado respecto de Rusia hoy en día, entonces será difícil garantizar sus esperanzas de reforzar mañana su poder global militar y diplomático.

El ministro alemán de relaciones exteriores, Frank-Walter Steinmeier, declaró en junio que Europa debería estar más dispuesta a levantar poco a poco las sanciones contra Rusia. Si él y otros presionan a la canciller Angela Merkel para que modere su actitud hacia Rusia, entonces sería más probable que le hiciera caso una Unión Europea sin la Gran Bretaña.

Pero aunque la Unión Europea mantuviera un frente unido ante Rusia y reforzara su brazo militar, realizando los sueños franceses y alemanes, nada de eso tendría mucho efecto contra la amenaza que más preocupa a los ciudadanos del continente: el terrorismo.

El problema de Europa con el terrorismo básicamente es interno. Los ataques en su mayoría han sido lanzados por ciudadanos europeos, aunque muchos de ellos se entrenaron con el Estado Islámico en Siria, y los expertos han deplorado que la Unión Europea no comparta información sobre los sospechosos. Esos problemas se complican por las fronteras abiertas de Europa, lo que hace que una deficiencia en la lucha anti-terrorista en un país se vuelva un riesgo para todos los demás países.

La salida del Reino Unido tendrá poco efecto directo en estos problemas, pues los analistas señalan que Londres seguirá cooperando con la Unión en esta materia. Pero si el divorcio de Gran Bretaña agrava las luchas intestinas y la parálisis interna de Europa, advierte Haddad, eso podría distraer más de la lucha contra el terrorismo.

Así pues, la salida de Gran Bretaña podría impulsar las ambiciones europeas de enfrentarse a los problemas de seguridad exteriores, pero no para abordar los internos.

Esto pone de relieve un problema recurrente con los líderes de la Unión Europea, que suelen estar más interesados en los grandes proyectos del futuro que en resolver las inquietudes actuales de los ciudadanos. En Francia y Alemania, son pocos los votantes que desean mayor presencia de la Unión en los asuntos globales o más integración militar.

Esos líderes también tienden a gravitar hacia políticas que aportan mayor unidad oficial, sin importar el interés general en esas políticas, y restarles importancia, al menos en parte, a los problemas que surgen del ideal fundador de la unión de fronteras abiertas. Esa tendencia ha fomentado las críticas de que la Unión Europea no les hace caso a los europeos.

Esa tensión podría socavar cualquier esfuerzo por integrar las fuerzas armadas de Europa. Como señaló Meister, el poder militar es una de las expresiones más fundamentales de la soberanía, el actual clima de Europa favorece reforzar la soberanía de cada estado miembro más que renunciar a ella.

“Los crecientes conflictos entre los estados miembros y el creciente populismo hacen muy difícil avanzar con proyectos como el de una política europea en materia de seguridad y defensa”, concluyó.

Max Fisher
© The New York Times 2016