La sequía y la tala de árboles afectan a las reservas de agua en Malawi

RESERVA FORESTAL DZALANYAMA, Malawi _ El año pasado, por la desesperación, se despachó a los soldados al bosque nacional en esta localidad, para defender a Lilongüe, la capital, a menos de 50 kilómetros. Su misión no era salvarla de una fuerza invasora, sino que siguiera saliendo agua por los grifos.

Durante años, quienes producen carbón de madera habían estado destruyendo este bosque, la cuenca hidrográfica del río Lilongüe, la fuente del agua de la capital. Menos árboles significan que el suelo es menos apto para absorber agua en la temporada de lluvias y, gradualmente, la entrega el resto del año. Debido a que el suministro que llega a la capital estaba aminorando y era cada vez más turbio, y a que la sequía causada por El Niño se propagaba por todo Malawi y el resto del sur de Africa, la capital estaba bajo amenaza inminente.

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“Siempre hemos sabido que tendríamos los problemas a los que nos estamos enfrentando ahora”, notó Alfonso Chikuni, el director ejecutivo de la paraestatal Lilongwe Water Board. Después de que ella aceptó cargar con el costo del desplazamiento, el ejército ordenó a una compañía de soldados que fuera al Bosque Dzalanyama en febrero del 2015 para salvar los árboles.

La orden se dio demasiado tarde.

Hace dos meses, con el suministro de agua cada vez más reducido debido a la sequía y la rebelión en el bosque, Chikuni empezó a racionar en la capital y dejó sin agua a los clientes por media semana.

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La medida fue un nuevo golpe contra Lilongüe, ya acosada por los paralizantes apagones de luz. La misma combinación de sequía y deforestación en otras partes había socavado la ya tensa producción hidroeléctrica del país. Ahora, en cualquier día, la capital se encuentra seca o a oscuras, o ambas cosas,

Pocos lugares en el continente han sido tan duramente golpeados por la degradación ambiental y el cambio climático por causas humanas que Malawi, un país pobre aunque políticamente estable, en el sureste africano. Los efectos del cambio climático, incluidas las temporadas más cortas de lluvias y la peor sequía en décadas, han empujado a la gente a irse a las ciudades en busca de empleo o para realizar actividades como la quema de carbón. Estos cambios han provocado escasez de agua y apagones de luz que solo han intensificado la demanda de cada vez más árboles del bosque.

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Casi todo el carbón que se produjo en Malawi es ilegal. Sin embargo, se sigue vendiendo abiertamente en la capital, parte del cual se sacó de contrabando del Bosque Dzalanyama a pesar de la presencia militar.

“Estamos en un círculo vicioso”, notó Clement Chilima, el director forestal del gobierno. “Hasta yo mismo, en mi casa, tengo uno o dos costales de carbón porque se necesita durante los apagones. Se trata de mí. ¿Qué hay con alguien que no tiene conciencia de los peligros del carbón?”.

Los quemadores de carbón han llevado a que, por años, se hayan derribado los árboles en el bosque nacional. Sin embargo, la escala de la destrucción se ha acelerado en los últimos tres a cinco años debido a la combinación de la sequía, la pobreza y la población en aumento, dijo Chilima. A pesar de la presencia del ejército en este bosque y de al menos otro más, los individuos y grupos organizados han seguido talando los árboles para producir carbón.

De Madagascar a Zambia, El Niño ha expuesto las debilidades de los gobiernos africanos para responder a los efectos de largo plazo del cambio climático. Los funcionarios toleran _ y, a veces, fomentan _ actividades como la quema de carbón, que se han vuelto algo integral a la economía informal de Africa, pero también contribuyen a su deforestación, la cual es del doble del promedio mundial, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Cuando los gobiernos sí responden, pueden ser graves las consecuencias no buscadas.

En el bosque aquí, las medidas enérgicas aplicadas por el ejército contra el carbón han sido especialmente duras para los más pobres, entre los productores tanto como los consumidores, dicen los críticos. Los soldados han golpeado a las gentes sospechosas de quemar carbón, lo que ha causado muchas muertes, según políticos y los medios de información locales.

Harold Chinkhondo, un miembro del comités sobre recursos naturales y el cambio climático de la Asamblea Nacional, dijo que las golpizas que propinan los soldado han causado la muerte de más de 10 personas de su distrito electoral, el Dedza Oeste, que colinda con el bosque. A pesar de las promesas de una investigación hechas a principios del año, el ejército se ha negado a dar a conocer cualquier información, notó.

“Nos tienen en la oscuridad”, dijo Chinkhondo.

El capitán Paul Chiphwanya, un portavoz del ejército, dijo que la investigación está en curso, pero que no podía decir cuándo se concluiría.

En la zona cercana a donde están estacionados ahora los soldados, los campos sin árboles y salpicados con los restos de hornos están desiertos junto al bosque que ha sobrevivido.

Sin embargo, había 97 soldados para resguardar el Bosque Dzalanyama _ 245,000 acres, casi 17 veces el tamaño de Manhattan _ y estaba claro que los quemadores de carbón se acababan de mudar a otros sitios de producción. El delator humo blanco de los hornos activos, se podía ver elevándose desde muchos sitios distantes en el bosque montañoso.

Mientras la capital entraba en su tercer mes de racionamiento del agua, los soldados seguían resguardando el bosque. ¿Pero durante cuánto tiempo más?

Dado que han bajado los ingresos de la Lilongwe Water Board, su director ejecutivo Chikuni dijo que ahora no está seguro de cuánto tiempo más podría seguir pagando 11,500 dólares mensuales por el desplazamiento de las tropas.

“En el momento en que se retiren”, dijo, “yo creo que van a acabar con el bosque”.

Norimitsu Onishi
© 2016 New York Times News Service