La sorprendente evidencia nueva demuestra perjuicios en el uso policial de la fuerza, pero no en los tiroteos

(El resultado)

Un estudio nuevo confirma que es distinto el trato a negros, hombres y mujeres, a manos de las fuerzas del orden. Es más probable que un policía los toque, espose, tire al suelo o les lance gas lacrimógeno, aun después de haber explicado el cómo, el dónde y el cuándo se toparon con la policía.

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Sin embargo, cuando se trata de la forma más letal de fuerza _ los tiroteos de la policía _, el estudio no encuentra ningún prejuicio racial.

“Es el resultado más sorprendente de mi carrera”, comentó Roland G. Fryer, Jr., el autor del estudio y un profesor de economía en Harvard. En la investigación, se examinaron más de mil tiroteos de los 10 departamentos de policía más grandes de Estados Unidos, en Texas, Florida y California.

El resultado contradice la imagen mental de los tiroteos de la policía que tienen muchos estadounidenses después de los asesinatos (algunos capturados en video) de Michael Brown en Ferguson, Misuri; de Laquan McDonald en Chicago; de Tamir Rice en Cleveland; de Walter Scott en Carolina del Sur; de Samuel DuBose en Cincinnati; de Alton Sterling en Baton Rouge, Luisiana, y de Philando Castile en Minnesota.

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En el estudio no se dice si los ejemplos más indignantes _ el tipo de asesinatos en el centro del debate de la nación sobre los tiroteos de la policía _ carecen de prejuicios raciales. Más bien, se examinó un conjunto muchísimo mayor de tiroteos que incluyeron los no fatales. Se concentró en lo que sucede cuando ocurren los enfrentamientos policiales y no con qué frecuencia. (Hay una cantidad desproporcionada de interacciones tensas entre negros y policías, cuando pueden ocurrir los disparos y, por tanto, un resultado desproporcionado para los negros.) Se ha mostrado que las diferencias raciales en la frecuencia con la que ocurren las interacciones entre policías y civiles reflejan mayores problemas estructurales en la sociedad.

Las estadísticas oficiales sobre los tiroteos de la policía son malas. James Comey, el director de la FBI, ha dicho que la falta de datos es “vergonzosa y ridícula”. Y, aun cuando los hay, las condiciones en las que los agentes deciden disparar sus armas están profundamente matizadas y son muy complejas.

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Fryer y un grupo de estudiantes investigadores pasaron cerca de 3,000 horas reuniendo datos al detalle de los informes policiales en Houston, Austin y Dallas, en Texas; en Los Angeles, California, y en Orlando, Jacksonville y otros cuatro condados de Florida.

Examinaron 1,332 tiroteos entre el 2000 y el 2015, codificaron sistemáticamente los textos policiales para responder preguntas como: ¿Qué edad tenía el sospechoso? ¿Cuántos policías había en el lugar de los hechos? ¿Eran blancos en su mayoría? ¿El policía en el lugar estaba ahí por robo, actividad violenta, infracción de tránsito o alguna otra cosa? ¿Era de noche? ¿El agente disparó después de que lo atacaron o antes de un posible ataque? Un objetivo era averiguar si los policías habían sido más rápidos en disparar que los sospechosos negros.

En los tiroteos en los que participaron policías en estas 10 ciudades, fue más probable que dispararan sus armas sin que los atacaran primero cuando los sospechosos eran blancos. Fue igualmente factible que los civiles negros y blancos involucrados en tiroteos con la policía portaran armas. Estos dos resultados debilitan la idea de que la policía hace uso de fuerza letal con un prejuicio racial.

Sin embargo, está línea de análisis incluyó solo enfrentamientos en los que hubo disparos. Persistía una pregunta más fundamental: ¿en los momentos tensos en los que puede ocurrir un tiroteo, es más factible que los policías disparen si el sospechoso es negro?

Para responder a esta pregunta, Fryer se concentró en una ciudad, Houston. El departamento de policía allí permitió que los investigadores examinaran los informes no solo de tiroteos, sino, también, de detenciones en las que pudiera haberse justificado el uso de fuerza letal. Fryer definió a este grupo para que incluyera a sospechosos a los que la policía había acusado de delitos graves, como asesinato de un policía en grado de tentativa o por evasión o resistencia a la aprehensión. También se consideró a los sospechosos a los que se paralizó con pistolas eléctricas.

Y, en cuanto a “disparar” o “no disparar”, Fryer encontró que, en situaciones tensas, era 20 por ciento menos probable que los policías de Houston le dispararan a los sospechosos si eran negros. Estas estimaciones no fueron muy precisas y se requerirían más datos para tener conclusiones más sólidas. Sin embargo, en diversos modelos que controlaron con diversos factores y usaron definiciones distintas de situaciones tensas, Fryer encontró que era menos probable que les dispararan a los negros o que no existía ninguna diferencia entre negros y blancos.

Para el estudio, un documento de trabajo de la Oficina Nacional de Investigación Económica, se dependió de los informes que llenaron los policías y en un conjunto de departamentos de policía dispuestos a compartirlos. Videos recientes de tiroteos de la policía han llevado a que muchos pregunten si Fryer utilizó información de los textos que proporcionaron los policía o no lo hizo.

Y, curiosamente, encontró que, en esencia, el aumento en los videos móviles no cambió los resultados de Houston. Las brechas raciales eran casi las mismas en los años cuando los iPhones y el Facebook prevalecían y en los que no.

Es posible que tales resultados no sean ciertos en cada ayuntamiento. Los municipios que Fryer utilizó para examinar la participación de policías en tiroteos representan solo un cuatro por ciento de la población de Estados Unidos y los ayuntamientos atienden a más ciudadanos negros que el promedio.

Los resultados no significan que sea errónea la percepción popular general en cuanto a que hay racismo en la vigilancia policial. Es excesivamente raro el uso de fuerza letal. Hubo 1.6 millones de detenciones en Houston en los años que estudió Fryer. Los agentes dispararon su armas 507 veces. Lo que es muchísimo más común es los usos no letales de la fuerza.

En el uso menos extremo de la fuerza, Fryer encontró amplias diferencias raciales, lo cual concuerda con la percepción popular y con otros estudios.

En la Ciudad de Nueva York, fue alrededor de 17 por ciento más probable que los negros a los que detenía la policía experimentaran el uso de la fuerza, según los registros relativos a los cacheos en las calles que se llevaron del 2003 al 2013. (En este último año, un juez falló que esa táctica, como se utilizaba entonces, era anticonstitucional.)

Esa brecha, ajustada al comportamiento del sospechoso y otros factores, resultó sorprendentemente concordante en muchos niveles distintos de fuerza. Fue 18 por ciento más probable que se empujara contra la pared a los sospechosos negros, 16 por ciento que los esposaran sin haberlos aprehendido y 18 por ciento que los lanzaran al suelo.

Aun cuando la policía dijo que los civiles fueron más obedientes, los negros experimentaron más fuerza.

En tanto economista, Fryer se pregunta si las diferencias entre la fuerza letal _ donde no encontró ninguna disparidad racial _ y la fuerza no letal _ donde sí la encontró _ podrían estar relacionadas con los costos. Los agentes encaran grandes costos, legales y psicológicos, cuando disparan innecesariamente sus armas. Sin embargo, es raro que se rastree o se castigue el uso excesivo de la fuerza menor. “Ningún policía me ha dicho alguna vez que echarle manos a los jóvenes de las zonas marginadas sea un acontecimiento que cambie la vida”, comentó, y comparó las consecuencias de los tiroteos con los usos menores de fuerza.

Para Fryer, quien ha pasado gran parte de su carrera estudiando las formas en las que la sociedad puede cerrar la brecha de los logros raciales, la falla a la hora de castigar el uso cotidiano de la fuerza excesiva es un factor importante que contribuye al desencanto de los jóvenes negros.

“¿Quién demonios quiere que un policía le ponga las manos encima o le grite? Es una experiencia horrible”, dijo. “Yo la he vivido en múltiples, múltiples ocasiones. Todos los negros que conozco han tenido esta experiencia. Cada uno de ellos. Es difícil creer que el mundo sea tu ostra, si la policía te puede violentar sin recibir castigo. Y cuando hablo con jóvenes de las minorías, casi todos mencionan usos del nivel más bajo de fuerza como una razón por la que creen que el mundo es corrupto”.

Quoctrung Bui and Amanda Cox
© 2016 New York Times News Service