“Las Caras de la Frontera”, una introducción a la gente de mis ciudades.

En una ciudad con más de 3 millones y medio de habitantes, en la cual la mayoría de la población ha migrado de otros estados de la República e inclusive de otros países, es fácil perderse en el caos que se genera día a día. Estamos acostumbrados a compartir el transporte público,  cruzar palabras con el despachador de gasolina, saludar a la señora de la fonda, agradecer al taquero;  pero realmente no hay un intercambio de experiencias o anécdotas, todo se queda en el momento, el momento donde esa persona era útil. Muchas veces debido al ajetreo otras veces por desconfianza.

Nos hemos distanciado, aunque estamos más conectados que nunca. Vamos por los semáforos e ignoramos al vendedor de periódicos, estamos haciendo línea y subimos las ventanas para evitar que alguien se acerque, puede ser igual porque a veces se siente como que todos buscan algo y ese algo es el dinero que no a todos nos sobra; pero mas allá de eso, nos hemos vuelto insensibles, vemos el ritmo y la rutina de la ciudad como algo común. No cuestionamos el alto nivel de inseguridad, ni el incremento de indigentes.  ¿Por qué no genera consternación la desigualdad? ¿Quién se cuestiona como se puede transportar una persona en silla de ruedas en la ciudad? No existe una preocupación real, pues todos nosotros creemos cargar demasiados problemas para echarnos otros a la espalda. Claro que no es malo, pues no se hace con odio, si no es mero desinterés. Y es que todos vivimos en una pequeña burbuja donde no hay tiempo y las platicas se vuelven más cortas, y las cabezas se bajan mientras caminan.

- Publicidad-

Por eso quiero dedicar este espacio para hablar sobre la gente que habita aquí (Tijuana) y allá (San Diego) y en medio (La frontera).  Conocer un poco de la vida de la gente de mis ciudades, las angustias y las alegrías, que los hace caer y que los hace levantarse.  Esta es solo una pequeña introducción para  “Las Caras de la Frontera”.