Por qué las mujeres no se consideran empresarias

Para muchos estadounidenses, iniciar su propio negocio es la manifestación del sueño americano: correr riesgos, trabajar duro y enriquecerse. Entonces, ¿por qué no hay más mujeres que lo hagan?

A pesar de ser la mitad de la fuerza de trabajo, las mujeres solo poseen 36 por ciento de las empresas de Estados Unidos. Y las que son dueñas de empresas tienen la mitad de posibilidades que los hombres de emplear a alguien más. Y generalmente tienen menos ingresos, según datos del censo analizado en un reporte reciente por el centro de estudios Third Way. En el campo de la tecnología, menos del 10 por ciento de emprendimientos son propiedad de mujeres, según otro estudio reciente realizado por investigadores de Harvard.

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Según las investigaciones, la razón es que las personas con experiencia asesoran y financian a quienes son como ellas, mientras que quienes empiezan ven lo que están haciendo personas que son como ellas. En otras palabras, todos vivimos en burbujas –no solo en cuestión de política o de amistad, sino también en cuanto a nuestra carrera– y eso influye en las ideas que nos formamos. Los sociólogos llaman a este fenómeno homofilia, es decir, amor a lo igual.

“Las mujeres simplemente están fuera de estas redes establecidas, y quienes están fuera de las redes no reciben el conocimiento, no reciben las oportunidades, no tienen los contactos ni tienen el financiamiento”, explica Susan Coleman, profesora de negocios de la Universidad de Harvard y una de las autoras del reporte de Third Way. Ella lo elaboró conjuntamente con Alicia Robb, investigadora de número en la Universidad de Colorado en Boulder y fundadora de Next Wave Ventures, para mujeres inversionistas,

Las investigaciones muestran que, en todo el mundo, es menos probable que las mujeres piensen en el empresariado como trayectoria profesional, en gran medida porque no ven a otras mujeres como modelos a seguir.

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También tienen menos posibilidades de tener la experiencia administrativa que pudiera llevarlas a fundar una empresa. Solo 19 por ciento de los altos ejecutivos son mujeres, según un reporte de LeanIn.org y McKinsey, y una de las principales razones de que no ascienden es que hay menos posibilidades de que tengan asesores en la alta administración.

Eso cambia cuando las mujeres manejan las compañías. Entonces se reduce la diferencia salarial por género y las mujeres tienen más posibilidades de ser ascendidas, según una investigación con empresas cotizadas en bolsa de Linda Bell, economista y rectora de Barnard College. “Ya sea causa o efecto, la presencia de una mujer en la alta gerencia tiene un impacto realmente fuerte”, señaló.

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Las mujeres también están fuera de las redes de financiamiento, que son predominantemente masculinas y que suelen funcionar por recomendación de amigos. Las mujeres tienden más a invertir su propio dinero en su negocio, en lugar de buscar capital externo, y cuando buscan inversionistas piden menos.

Las redes son importantes por otra razón: el apoyo emocional. “Lanzarse en una aventura empresarial es una jornada solitaria y a veces intimidante, y se necesita tener gente con la que hablar”, indicó Coleman.

Las incubadoras –lugares físicos donde la gente lanza negocios y se reúne con otros empresarios, así como con abogados, contadores e inversionistas– no ayudan. En un estudio de 18,000 firmas iniciadas en incubadoras, solo 6 por ciento eran de mujeres.

Pero podría estar en juego otro factor. Las mujeres suelen ser más renuentes a correr riesgos que los hombres. Eso las hace mejores inversionistas en valores a largo plazo, como han demostrado los estudios. Eso también desalienta a algunas de ser empresarias y de tratar de crear un negocio de gran crecimiento. En algunos casos, eso también podría ser una buena decisión de inversión, considerando que la mitad de los nuevos negocios fracasan en un lapso de cinco años.

Jennifer Dionisio señaló que ella no tuvo modelos femeninos cuando fundó su compañía Three Sisters Farm and Dairy el año pasado. Ella vende leche y carne de cabra y espera iniciar una tienda de quesos y un restaurante con alimentos cultivados en su granja.

Vivir en un pueblo pequeño, Pueblo, Colorado, le facilitó las cosas, señala, pues ella conoce al abogado y a los banqueros del lugar. “Me sentiría aprensiva si no los conociera”, admitió. Aun así, afirma, la gente de la tienda da por hecho que ella no puede cargar los sacos de alimento ni conducir tractores. Algunas personas llegan a la granja y preguntan por su jefe.

Ella dice que está tratando de ser un ejemplo para sus tres hermanas. Ella le puso el nombre a su granja por ellas y espera que algún día se hagan cargo del negocio. “Después podrán trabajar por sí mismas, ser independientes y ganarse la vida”, indicó. “Ahora, hasta mi hija de siete años puede conducir un tractor Bobcat.”

Silicon Valley está más encerrado que el resto del mundo de los pequeños negocios.

Los fundadores de emprendimientos financiados por capitalistas de riesgo son casi todos hombres blancos o asiáticos, según un estudio de Paul Gompers, profesor de la Escuela de Administración de Harvard, y Sophie Wang, estudiante de posgrado también de Harvard.

Ellos querían averiguar si el problema es que no hay suficientes mujeres con los estudios, la capacitación o el deseo de iniciar compañías, o bien, si están en juego otros factores, como los prejuicios y las redes cerradas.

Ellos llegaron a la conclusión de que hay abundancia de mujeres calificadas. Las mujeres obtienen del 40 al 50 por ciento de los títulos de ingeniería y ciencias, y representan 30 por ciento de la fuerza de trabajo en software. Pero tienden a tener menos información para convertirse en empresarias, a ver menos ejemplos femeninos y a conocer menos capitalistas de riesgo.

Las mujeres capitalistas de riesgo tienden a invertir en empresarias, según encontró Gompers. Sin embargo, 91 por ciento de los capitalistas de riesgo son hombres. Ochenta y seis por ciento son blancos y once por ciento son asiáticos. La mayoría trabaja en banca de inversión, títulos privados o consultoría y estudió en Harvard, Stanford o la Universidad de Pennsylvania.

No es de sorprender que los antecedentes de los empresarios respaldados por los capitalistas de riesgo sean prácticamente los mismos. Noventa y un por ciento son hombres, ochenta por ciento son blancos y dieciséis por ciento son asiáticos. La mayoría tiene títulos del mismo conjunto de universidades y ha trabajado en grandes empresas de tecnología, como Google y Microsoft.

“Cuando tenemos a cinco hombres blancos que fueron a las mismas universidades de administración y que trabajaron en las mismas empresas es que sus redes se traslapan, por lo que no se abastecen de una fuente muy amplia de flujo empresarial”, explica Gompers.

Sheila Lirio Marcelo, fundadora de Care.com, servicio para encontrar cuidadores, se sorprendió de ver el aislamiento después de haber crecido en las Filipinas, donde su padre y su madre iniciaron negocios. Ella señaló que una de las cosas más importantes que hizo fue buscar modelos y asesores masculinos, no solo mujeres.

“Por lo general se considera que cerrar la brecha de género es un debate que las mujeres tienen con otras mujeres”, afirmó. “Definitivamente necesitamos ofrecer una comunidad de apoyo a las demás, pero si realmente queremos emparejar la cancha de juego, los hombres deben de participar también.”

Hay otras formas de cerrar la brecha. En otro estudio de Gompers y Wang, ellos encontraron que cuando los capitalistas de riesgo tienen hijas, tienen menos prejuicios contra las mujeres. Los grupos de interacción social para mujeres, como Astia, y las firmas de inversión dirigidas por mujeres como Broadway Angels, pueden ayudar. Lo mismo pueden hacer las empresarias que hablan públicamente de su carrera y sus asesoras, como también las aspirantes a empresarias que se presentan a sí mismas en las redes sociales y en conferencias, indicó Marcelo.

Ella les aconseja a las mujeres a ser más resistentes. “Los hombres tienden a superar el rechazo más pronto que las mujeres”, señaló, “pero es absolutamente cierto que los empresarios se hacen o se deshacen según cómo se recuperen de la adversidad.”

Claire Cain Miller
© 2017 New York Times News Service