Las razones del éxito de los Borregos Salvajes de Monterrey

MONTERREY, México — Como a muchos chicos que les enloquece el fútbol americano, Luis Carranza creció con un póster de su héroe, Emmitt Smith, en el muro de su habitación y soñaba con emularlo.

Desde los cuatro años, tomaba un autobús que tardaba una hora en llegar a su entrenamiento de fútbol americano; su disciplina de estudiar-correr-estudiar-correr hizo que se ganara un lugar en un equipo de una preparatoria de élite y después en lo más parecido a la Marea Carmesí de Alabama: los Borregos del Tec de Monterrey.

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Ahora es un corredor estrella y hasta los aficionados más jóvenes gritaron su nombre y lo acorralaron para pedirle un autógrafo después de una victoria reciente, a pesar de que una lesión lo dejó fuera en los albores del juego. Una estrella es una estrella.

“Es una gran tradición aquí”, dijo Carranza. “Todos están comprometidos, incluso los aficionados más pequeños”.

Aquí no se come ni bebe en un estacionamiento antes del partido, pero los tacos del estadio no están nada mal. Nadie grita “¡Goooool!” a una pantalla gigante, pero “¡Touchdown!” tiene más sabor. En lugar de los contratos televisivos multimillonarios, una estación de televisión local y un sitio de internet transmiten los juegos. Los bonos que en un futuro tendrán estos jugadores por firmar probablemente no vendrán de la NFL, sino de los despachos de abogados y los negocios que muchos dirigirán después de graduarse.

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La adicción al otro fútbol es muy conocida en este país. Sin embargo, la fiebre por el fútbol americano alimenta una subcultura vibrante arraigada en equipos universitarios que atraen a miles de fanáticos y jugadores para los Tigres, los Potros, los Aztecas, los Pumas, las Águilas Blancas y, uno de los equipos más antiguos y ganadores, los Borregos Salvajes.

“La gran diferencia con los estadounidenses es el tamaño y la velocidad; nos aventajan en eso”, señaló Carranza, de 23 años, para explicar la atracción por el deporte. “Pero aquí jugamos con corazón”.

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El lunes 21 de noviembre, aprovechando la pasión por el fútbol americano que se vive en México, la NFL jugará su primer juego de temporada regular en Ciudad de México después de no hacerlo en más de 21 años: los Texanos de Houston contra los Raiders de Oakland en el famoso Estadio Azteca.

Los boletos para el primer Monday Night Football que se jugará fuera de Estados Unidos están agotados y se espera a más de 76.000 fanáticos.

El fútbol americano no tiene el alcance mundial del básquetbol y el béisbol, pero se juega en muchos países. En un torneo internacional de equipos universitarios, México ganó por segunda vez consecutiva el campeonato y este año derrotó a un equipo de Estados Unidos que conformaron jugadores de la tercera división. A México también le ha ido bien en torneos internacionales.

Esto no es una sorpresa para nadie en Monterrey, donde desde hace mucho tiempo los Borregos Salvajes han sido el ejemplo del mejor fútbol americano del país.

Fue solo un juego amistoso, pero la derrota de 2009 que sufrió Blinn College en Texas, con Cam Newton como mariscal de campo, aún se recuerda.

“No sabíamos nada de ese equipo, pero escuchamos muchos rumores sobre el gran mariscal de campo de la Division I que jugaba con ellos”, indicó Sergio Cantú Muñoz, un entrenador del Tec y un exjugador que interceptó a Newton, quien en aquel entonces jugaba para Blinn College.

Luego de mostrar el video de la jugada que tiene en su celular, agregó: “No me di cuenta hasta después de lo importante que era”.

A lo largo de los años, un puñado de jugadores mexicanos ha llegado a entrenar en equipos de práctica de la NFL, pero en México solo ha habido ligas profesionales incipientes, entre ellas la que arrancó en febrero y que únicamente tiene cuatro equipos.

La mayoría de los jugadores saben que este es el pináculo del deporte. Después se gradúan y siguen con sus carreras.

La liga da siete años de elegibilidad a los jugadores, siempre y cuando estén inscritos en las clases; por lo tanto, hay jugadores que están cursando su maestría.

Carranza está estudiando para ser abogado, como varios de sus compañeros, mientras que otros jugadores se están esforzando para trabajar en finanzas, ingeniería y otras carreras. El equipo tiene un promedio de graduados del 90 por ciento.

Esto hace que el Tec de Monterrey, una de las mejores escuelas académicamente hablando en América Latina, se parezca más bien a Stanford. Sin embargo, tiene más campeonatos que cualquier otra institución y presume de tener la tradición ganadora de Alabama.

“Yo diría que son como un equipo mediano de la Division II o uno fuerte de la Division III”, opinó Frank González, un exentrenador de muchas temporadas que trató que la universidad entrara a la NCAA, pero no tuvo éxito. “Ha habido muchos jugadores con las cualidades suficientes para jugar en la NFL, pero hay muchos más jugadores con estas características en Estados Unidos. No tenemos el desarrollo de talentos apropiado para mandarlos a la liga”.

Los jugadores dicen que se involucran más por el deporte que por la fama.

A diferencia del fútbol, que tiene una poderosa liga profesional y un sistema de clubes y academias para reclutar y formar a jugadores jóvenes, el desarrollo de talentos del fútbol americano es más hecho a la medida.

Muchos han seguido los mismos pasos: son hijos de jugadores de fútbol americano que entran a uno de los cientos de clubes juveniles que hay de este deporte en el país y después llegan a equipos de preparatorias y de universidades, frecuentemente con la ayuda de becas.

El Tec de Monterrey ha tenido equipo de fútbol americano desde hace casi 70 años, gracias a los estadounidenses que trajeron el deporte a México años antes.

La televisión y, de forma más reciente el internet han ayudado a avivar el interés por el juego; durante años se han transmitido de manera regular los partidos colegiales y de la NFL, y la televisión vía satélite y por cable ha expandido la oferta.

El Tec y la proximidad de casi tres horas en auto a la frontera con Texas han hecho de Monterrey un semillero del fútbol americano.

En una noche reciente, cientos de niños vestidos con cascos y hombreras corrían a lo largo y ancho de un campo debajo de las luces del estadio: aspiraban a entrar al Tec o a uno de sus equipos rivales. Algunos de los Borregos entrenan a jugadores más jóvenes.

Aquí, los padres también han comenzado a preocuparse por las contusiones y las graves consecuencias que pueden presentar en la adultez, aunque el asunto no ha tenido la misma cobertura que en Estados Unidos.

Hugo Barberi, el entrenador de uno de los equipos más grandes de Monterrey, dijo que la afiliación bajó cerca de 15 por ciento después de la película Concussion acerca de un patólogo forense que lucha para que la NFL reconozca la enfermedad cerebral que sufren los jugadores debido a los años que le dedicaron el deporte. Sin embargo, en meses recientes se ha restablecido el interés por el juego.

El club redujo el contacto en los entrenamientos y cambió las técnicas de ataque para reducir las colisiones cabeza con cabeza.

Del mismo modo, a nivel universitario se han introducido pruebas antes y a lo largo de la temporada, y los entrenadores aseguran que se han hecho esfuerzos para limitar los golpes peligrosos.

La mayoría cree que, aunque el nivel de conciencia sobre las posibles consecuencias para la salud no es el mismo que en Estados Unidos, tampoco lo es la intensidad del juego.

“Aquí no se juega de manera tan física”, indicó Alberto García Castillo, el dueño y editor de Receptor, una publicación en línea mexicana que cubre el fútbol americano. “Sí hay golpes, pero se hacen sin perder el valor y el respeto por el rival”.

Pero también se siente el deseo por ganar, y el dominio del Tec y sus otros campus —el cual se debe en parte a las ofertas de generosas becas— llevó a que la liga universitaria se dividiera hace varios años. Los campus del Tec (de uniformes azul y blanco, y con el mismo nombre: Borregos) se juntaron con otras universidades privadas, mientras que las universidades públicas tienen su propia liga.

Son rivales feroces y, según García Castillo, se han acusado los unos a los otros de prácticas injustas de reclutamiento.

Este año hubo juegos entre las dos ligas, algunos reunieron a miles de aficionados y los campeones de las dos conferencias se enfrentarán en un Supertazón por primera vez desde la separación.

Los Borregos de Monterrey sienten la presión de llevarse la victoria.

Llegan a las finales de este sábado con un registro de 6-4, aunque normalmente terminan invictos o tienen una o dos derrotas.

Sin embargo, esta ha sido una temporada de pruebas. Carlos Altamirano, el entrenador en jefe, es el tercero de esta temporada, después de que despidieron al primero por maltratar a un jugador en un entrenamiento y que un interino no diera el ancho para el puesto.

“¡Eso! ¡Eso!”, gritaba, mientras hacía que los mariscales de campo corrieran series para esquivar capturas; al mismo tiempo sonaban en los altavoces “Highway to Hell” y otros éxitos de rock y hip-hop estadounidenses.

Las instrucciones —y groserías— en español se mezclan con la terminología habitual en inglés: touchdown (anotación), quarterback (mariscal de campo), lineman (liniero). Las jugadas también se escriben y tienen nombres en inglés, en parte porque muchas se han adaptado de sus contrapartes estadounidenses y varios de los entrenadores han asistido a clínicas de entrenamiento en Estados Unidos. Por un tiempo, los entrenadores quisieron que los jugadores “jugaran en inglés” para que se sintieran familiarizados con los términos si lograban una prueba con un equipo estadounidense.

En gran medida, esto último sigue siendo un sueño.

Carlos Martell, de 23 años, un apoyador que es compañero de clase de Carranza en derecho, creció rodeado de recuerdos de fútbol americano y cada domingo su padre invita a los amigos y la familia a ver los partidos de la NFL. Ha jugado este deporte desde que tenía cuatro años, pero sabe que no tiene el tamaño ni la velocidad para jugar al nivel de la NFL.

“Aquí, lo principal es la escuela, tus estudios”, comentó. “Podemos soñar con jugar en la NFL, pero también sabemos que lo han logrado muy pocos”.

Antes del último partido de la temporada regular, los jugadores se reunieron en las gradas del estadio para animarse entre ellos. Después de 66 años, el estadio albergará el último juego de local, ya que será demolido y se construirá otro. Los jugadores también colgaron una pancarta con sus firmas que decía “Siempre nuestra casa”.

“Dejen todo en el campo”, dijo uno. “Lo que pase mañana quédenselo en el corazón”, instó otro. “¡Vamos a destrozarlos!”, gritó uno más.

Y lo hicieron: 28-0. Demolieron al oponente, los Borregos campus Tec Ciudad de México. En el último cuarto, cuando los altavoces del estadio tocaron “Jump Around”, los jugadores brincaron sobre la banda.

Solo unos cientos fueron al juego; el Tec suele ganar y, después de todo, muchos jugadores y entrenadores creen que las ligas deben volverse a unir para que los mejores equipos del país se enfrenten de manera regular.

“El nivel de competencia debe mejorar”, indico Eduardo Marcos Califa, de 23 años, quien logró una de las anotaciones. “Si sucede, aumentará el interés”.

Carranza estuvo en la banca casi todo el juego, y no por primera vez. Tuvo una ruptura en el ligamento de la rodilla hace unos años, pero logró recuperarse.

“El fútbol americano te enseña que hay subidas y bajadas”, indicó. “No te rindas, supera retos. Nuestras clases son retos constantes y tenemos que encontrar soluciones. Tenemos que intentar cosas diferentes. Es lo mismo en el campo. Así ha sido mi vida en el terreno”.