Llamado a misa

La semana hábil cierra en Tijuana con un llamado que el nuevo Arzobispo, Francisco Moreno Barrón hace a las autoridades de la ciudad y de Baja California, a evitar que la violencia siga flagelando a la población que se encuentra en esta frontera.

Y digo que se encuentra y no solo que aquí radica, porque de suyo Baja California es un estado con una gran afluencia de visitantes, que vienen a probar suerte, a reunirse con familiares por simple visita o a buscar la oportunidad para cruzar a Estados Unidos, ya sea legal o ilegalmente.

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No hay sector que no sufra la violencia. Los migrantes, sabemos, fueron pila de agua bendita para todas las corporaciones policiacas: no había quien no metiera mano para exprimir a estos hombres principalmente, aunque tambien había mujeres, que en la década de los 80 buscaban cruzar por puntos como el entonces predilecto Cañón Zapata.

De las Policías pasamos a otra clase de crimen organizado, los bajapollos y de ahí a los cárteles del narcotráfico que se disputan la plaza aún hoy en día.

La serpiente se mordió la cola cuando estos grupos, protegidos por muchos de los gobiernos panistas del estado o de la ciudad, llegaron a cobrar vidas como las de la hija de José León Ramos, militante y líder blanquiazul, al igual que la de miles de inocentes más.

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Cito el ejemplo de la joven que fue acribillada en una balacera en la rampa CETYS no por único, sino por ilustrar la magnitud del caso.

Perdimos no solo la cuenta sino la capacidad de asombro y en las redacciones de los periódicos, solo se paraban las prensas si se cumplía con una exigencia: de muerto para arriba.

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Si no, la nota no valía la pena detener la impresión de la edición.

Así andamos en una ciudad en donde el llamado de Moreno Barrón es como una llamada a misa, y no tiene muchas posibilidades de ser escuchado, pero al menos queda como referente para que tengamos en claro quienes están cumpliendo con su tarea: si los ciudadanos que siguen trabajando día con día en esta ciudad, en nuestro estado, o los gobernantes omisos que con su actuar cómplice, son secuaces de los asesinos.