Los autos eléctricos son la nueva amenaza para la industria petrolera

OSLO, Noruega — Hace poco El grito estaba aullando como de costumbre desde el muro del Museo Edvard Munch. Afuera, en el estacionamiento, Pal Valsgard tenía una expresión más suave, aunque con un dejo de impaciencia, mientras contemplaba su auto eléctrico.

Limpió algunas gotas de lluvia. Los minutos transcurrieron al tiempo que esperaba que su auto engullera una gran carga de electricidad en un quiosco verde.

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Valsgard no era un tecnófilo, solo un profesor de inglés que quería llevar a su familia al aeropuerto para ir de paseo a Londres y ya iba un poco retrasado. Actualmente, en esta capital vanguardista, conectar un auto eléctrico a una estación de carga es una experiencia de rutina, que tal vez consuma un poco de tiempo.

Noruega, uno de los principales productores de petróleo del mundo, se ha convertido en un terreno de pruebas improbable para los autos eléctricos. Debido a grandes beneficios fiscales, los autos eléctricos salieron de la nada para apoderarse de un tercio del mercado de autos nuevos en tan solo cinco años. Hay políticos y líderes empresariales que están viajando de todas partes del mundo a Oslo para ver si esta tendencia es más que una moda pasajera.

Durante el verano, los dirigentes de Volkswagen —envuelta en un escándalo por mentir sobre las emisiones de sus autos— visitaron discretamente este mismo estacionamiento para ver el movimiento en el quiosco: semanas más tarde anunciaron que su estrategia de recuperación sería la electrificación. La empresa promete 20 modelos nuevos de autos eléctricos para el 2020.

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Noruega es un país diminuto con solo cinco millones de personas, pero el éxito que han tenido aquí los autos eléctricos ha generado una gran pregunta: ¿podría ser que el sistema mundial de transporte esté al borde de una transformación que disminuiría la demanda de petróleo?

Esta pregunta no solo es profunda, sino urgente. Los países se han comprometido a combatir el calentamiento global, lo cual implica reducir de manera considerable las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero para mediados de siglo, dentro de poco más de tres décadas.

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Si este es el objetivo, algunos estudios sugieren que no habrá lugar para los autos que queman gasolina o diésel: tendrán que funcionar con electricidad o alguna otra fuente de energía alternativa, y el mismo sistema eléctrico tendrá que ser mucho más limpio.

Los estudios indican que los autos eléctricos deben empezar a tomar el control de la mayor parte del mercado de autos nuevos en la década de 2030 y así se podrían ir convirtiendo en la única opción para la mayoría de las familias. Las principales empresas petroleras y los Estados productores de petróleo, salvo Noruega, han dicho que esto no sucederá.

En otras palabras, como estrategia de negocios, las grandes petroleras están esperando que los líderes políticos no puedan cumplir las metas que se trazaron para limitar el cambio climático, y el mercado de valores parece que está del mismo lado.

Pero en las carreteras de varios países, las cosas se están poniendo interesantes.

De hecho se están poniendo tan interesantes que varios países —entre ellos Noruega, Alemania y Holanda— están hablando, aunque sea tentativamente, de la posibilidad de prohibir la venta de autos nuevos que quemen combustible. Si esto llegara a suceder, es probable que estas prohibiciones surtan efecto antes de 2030.

Si se tienen en cuenta a los híbridos que se conectan, hay más de 20 autos eléctricos en el mercado. Las ventas a nivel mundial están aumentando a un ritmo acelerado: en comparación con el primer trimestre de 2015, dieron un brinco de 49 por ciento en el mismo periodo de 2016, según EV Volumes, una base de datos de seguimiento global.

Sin embargo, este rápido crecimiento se está dando a partir de una base pequeña, y los autos eléctricos siguen representando menos del uno por ciento de todo el parque vehicular. No obstante, si continúa el veloz incremento, no será difícil ver cómo estos autos se convierten en una fuerza perturbadora dentro de unos años. “Parece que estas alteraciones tecnológicas no van a llegar nunca, pero de pronto lo hacen tan rápido que no se les puede seguir el paso”, señaló Rami Syvari, director de ventas internacionales de Fortum Charge & Drive, una empresa que está en la competencia de instalar cargadores para autos en Noruega.

Los dueños de autos eléctricos, a pesar de que aceptan que hay algunos problemas y una pequeña curva de aprendizaje, suelen desbordarse de entusiasmo cuando dicen que sus autos son inherentemente más limpios, mecánicamente más sencillos, más fáciles de mantener y más divertidos de manejar que los autos que queman combustible.

“¡Me encanta este auto!”, gritó desde su teléfono celular Lise Skauge, la dueña de la escuela de manejo ABC Trafikkskole, mientas conducía el Nissan Leaf de la escuela que compraron hace cinco años. “Se siente tan bien estar en un auto que no hace ningún ruido. Tal vez eso sea lo mejor, y que parece ser muy limpio”.

En Noruega, donde la mayoría de la electricidad proviene de represas y no de la quema de combustibles fósiles, los autos son particularmente limpios. Pero aun en países que queman carbón para obtener energía, estos vehículos son tan eficientes que pueden reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero.

Sin embargo, los autos tienen un gran problema: las baterías. Las limitantes de la tecnología disponible para baterías provocan que las distancias que recorren los vehículos también sean limitadas: lo más común es que anden a menos de 160 kilómetros.

Pero a medida que crece el mercado, parece que la innovación está despegando en este terreno. Las economías de escala se están empezando a notar. Una ola de autos nuevos estará llegando en los próximos años y los fabricantes prometen grandes mejoras.

Por ejemplo, General Motors está a punto de presentar el Bolt, un vehículo con puerta trasera (o hatchback, que tiene aspecto de auto deportivo y promete recorrer 383 kilómetros: cuatro horas ininterrumpidas de carretera.

Se espera que los autos nuevos cuesten menos de 40.000 dólares, o 36.000 euros, y que en muchos lugares de Estados Unidos los créditos tributarios estatales y federales los dejen en menos de 30.000 dólares. La expectativa es que también podrán arrendarse por 200 dólares al mes, además de que en casi todas partes la electricidad es mucho más barata que la cantidad equivalente de gasolina.

En todo el mundo hay señales de que una parte importante de la gente quiere probar estos autos.

Tesla, la automotriz naciente que dirige Elon Musk, está prometiendo un auto con especificaciones similares a las del Bolt de Chevrolet, pero con un diseño más vistoso, que estaría saliendo al mercado en 2017. Para sorpresa de la industria automotora, cerca de medio millón de personas ya han dado depósitos de mil dólares con la esperanza de poder conducirlo.

Sin embargo, los obstáculos para los autos eléctricos son enormes. Aun si pudieran mejorar tan rápido como prometen los fabricantes, los países grandes como Estados Unidos tendrían que seguir trabajando para que fueran una opción práctica.

Encabezando la lista de problemas está el de los cargadores, el cual se asemeja al dilema del huevo o la gallina. Como no hay tanta gente con autos eléctricos, no se han instalado suficientes estaciones para cargar, y esto disuade a las personas de comprar los vehículos.

Pero Noruega está logrando salir de este atolladero, tanto con dinero público como con una fuerte inversión privada, para que haya estaciones a lo largo y ancho del país. California está avanzando también. Nueva York está a punto de hacer un gran esfuerzo para promover más autos eléctricos y cargadores, y Massachusetts ya lo está haciendo.

En Noruega, como en otras partes, la gente que ya está comprando autos eléctricos suele tener garajes donde estos se puedan cargar durante la noche, con lo cual pueden recorrer la distancia de un día. El problema serían los viajes largos, pero la respuesta son cargadores veloces que puedan inyectar de 80 a 160 kilómetros de electricidad en menos de 30 minutos.

Definitivamente lleva más tiempo que poner gasolina a un auto promedio. Los conductores dicen que uno se acostumbra. Se tarda casi lo mismo que al hacer una parada por un café o tal vez en un almuerzo de comida rápida. En Noruega, McDonald’s no ha perdido el tiempo.

La empresa está ofreciendo sus estacionamientos para la instalación de quioscos con cargadores, con lo cual atraen a una clientela de lujo a los restaurantes. “Son comida y carga rápidas”, dijo Jan Haugen Ihle, el director en Noruega de Fortum Charge & Drive, la empresa que está instalando los grandes quioscos verdes.

Valsgard, el profesor de inglés, estaba recargando su batería en uno de esos quioscos, afuera del museo Munch, en un distrito llamado Toyengata. Ese mismo día, más temprano, había ido a un McDonald’s para cargar, pero el cargador estaba descompuesto.

Este tipo de situaciones se ha convertido en un problema, reconoció Ihle. Debido al aumento en las ventas de autos eléctricos en Noruega, los cargadores tienen un uso tan pesado que algunos no soportan el desgaste. Su firma ha estado presionando a sus proveedores para que hagan componentes más resistentes.

Para los noruegos como él, el interés de tener un auto eléctrico proviene de los grandes beneficios fiscales, junto con muchocha
s beneficios adicionales más pequeños, como peajes gratuitos y el uso de carriles reservados en autopistas. En países donde la presencia de autos eléctricos ha aumentado a mayor velocidad, los beneficios tributarios son de alrededor de 15.000 dólares por vehículo.

En Estados Unidos no son tan generosos, ya que ofrecen un crédito federal de 7500 dólares, pero estados como California están aumentando esa cantidad para que los incentivos totales en algunos lugares alcancen los 10.000 dólares por auto.

Es probable que la necesidad de ofrecer estos beneficios sea temporal, si se considera la caída acelerada en los costos de las baterías. Y a medida que se corra la voz, la gente se entusiasmará con los autos. Precisamente así ha sido la experiencia de Skauge, la dueña de la escuela de manejo.

“Debo confesarles que cuatro de mis alumnos han comprado el mismo auto después de conducir nuestro Nissan Leaf”, dijo. “He sido instructora de manejo durante 20 años y nunca había visto este tipo de interés por un auto”.