Los comentarios de Trump hacen hablar a las parejas sobre el acoso sexual

En sus treinta años de matrimonio, Nancy Fagin nunca le había hablado a su marido acerca del “toqueteo”, el incidente en el que, siendo una chica de octavo año y voluntaria en un pequeño museo de historia natural en Chicago, fue atacada sexualmente por un guardia.

El silencio duró hasta la semana pasada. Cuando la pareja estaba hablando del discurso en el que Michelle Obama condenó el trato de Donald Trump hacia las mujeres, llamándolo “intolerable”, Fagin, de 62 años de edad y que pasó su carrera manejando una librería especializada en Chicago, se volvió a su esposo y le dijo que a ella le había sucedido algo.

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“Como que tuve que decírselo”, explicó Fagin posteriormente en una entrevista.

Entonces su marido, Ron Weber, de 75 años, le dijo que también su anterior esposa había sido atacada.

“Es algo que ocurre en todas partes y la mayoría de las mujeres no lo mencionan”, dijo él.

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Al margen de la campaña electoral, las ondas de choque causadas por las vulgares palabras de Trump, captadas en una grabación, y las acusaciones de ataque sexual lanzadas en su contra por numerosas mujeres, están reverberando en matrimonios y relaciones por todo el país. Las parejas están hablando de la degradación de las mujeres desde otro punto de vista y revelando ataques que estuvieron enterrados por años.

Por primera vez, las mujeres les están hablando a sus maridos y novios de las veces en que fueron manoseadas en centros nocturnos o en el metro, cuando algún hombre les mostró su miembro en la calle o cuando les gritaron o las mandaron callar en el trabajo.

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A su vez, los hombres están empezando a ver que su género los resguarda de la necesidad de palpar las llaves como medida de defensa cuando se dirigen a su auto, de ser seguidos a su casa por un extraño, de que sus compañeros de trabajo les califiquen el cuerpo.

Estas conversaciones han resultado grandes revelaciones para personas que han criado juntas a sus hijos y que han compartido los momentos más íntimos de su vida. Han hecho que algunas parejas se sientan más cercanas, pero también han separado a otras, revelando el distanciamiento en la forma en que los dos miembros de la pareja ve el acoso sexual y el lugar del hombre y de la mujer en el mundo.

La grabación de los vulgares comentarios de Trump y las acusaciones de las mujeres llevaron a su punto de quiebre a la relación de una mujer de 52 años de Carolina del Norte. Su novio puso en duda algunas de las acusaciones de las mujeres. La mujer, que fue atacada sexualmente de chica, le dijo que sí les creía. Alegaron y alegaron hasta que llegaron al acuerdo de que era el momento de separarse. Así lo hicieron.

Las grabaciones de Trump “simplemente me desencadenaron un momento de claridad”, señaló la mujer, que no quiso identificarse en un tema tan personal.

Pero aseguró que los comentarios de Trump y las acusaciones subsecuentes fueron “como ver un anuncio de servicio público que nos advierte contra los abusadores”.

Algunos hombres dijeron que habían sentido tristeza y rabia al absorber las historias de lo que habían vivido sus parejas.

En Deerfield Beach, Florida, Gene Goldman sintió la urgencia de proteger a su esposa de un ataque que había ocurrido muchos años atrás. En San Diego, un hombre que siempre le había dicho a su esposa que no sacara a la luz los momentos dolorosos de su pasado, tuvo que guardar silencio al escuchar cómo había sido atacada.

En el valle de Willamette en Oregón, April Ekstrom, de 49 años, dijo que las palabras de Trump le tocaron una fibra tan profunda que se enojó con su esposo Jon por no enojarse más. Él es republicano pero este año está apoyando a Hillary Clinton, sin embargo, Ekstrom sentía que él tenía que hacer algo más. Durante un viaje a la costa de Oregón el fin de semana pasado, ella lo instó a llamar a sus tres hijas y decirles que aborrecía esos comentarios.

“Tengo la sensación de que lo voy a hacer”, afirmó Jon Ekstrom.

Kristen Little, de 31 años, investigadora de tuberculosis y VIH en Washington, no les cree a los políticos y comentaristas de televisión que se apresuraron a decir que ni ellos ni nadie que conozcan se dedican a lo que Trump llamó “guasas de vestidor”.

Es posible, considera Little. Pero casi todos los días, ella se enfrenta a un aluvión de ese tipo de palabras por parte de extraños en la calle: “Hola guapa, me gustaría ser el asiento de tu bici.”

Un sondeo de dos mil personas realizado en 2014 y encargado por la asociación sin fines de lucro Alto al Acoso en las Calles, encontró que 65 por ciento de las mujeres dicen haber sido acosadas verbal o físicamente en lugares públicos. Y más o menos 25 por ciento de hombres dijo haber sido acosado.

“No creo que sea nada fuera de lo común”, comentó Little. “Me parece increíblemente difícil creer que no ocurra ese tipo de conversaciones entre los hombres, y lo digo solo basándome en lo que los mismos hombres se toman la confianza de gritarme en la calle todos los días. Literalmente todos los días.”

En una azotea de un barrio de la calle U en Washington, Little y un grupo de amigos, en su mayoría hombres, acababan de presenciar el segundo debate presidencial cuando la conversación se inclinó hacia lo que ella vive en la calle todos los días.

“Los hombres se asombraron de que me sucedieran ese tipo de cosas”, señaló Little. “Ellos saben que el sexismo es algo muy real, pero desde una perspectiva académica. Pero no creo que tengan idea del acoso de tan bajo nivel al que se enfrentan las mujeres día con día, pues ellos no lo ven. Ellos no pueden verlo.”

Josh White, abogado de 29 años de edad, es uno de los amigos sorprendido por las historias de Little de haber sido manoseada, interrumpida y seguida. Él dice que eso le mostró un punto ciego.

“Fue muy sorprendente ver lo diferentes que son nuestras experiencias”, señaló. “Los hombres no hablamos de estas cosas entre nosotros. ¿Por qué habríamos de hablar de eso? Muchas veces se necesita que alguien nos empuje en esa dirección o que plante la semilla para empezar a hablar.”

Las parejas en el lado republicano de la división política de Estados Unidos se encontraron teniendo conversaciones semejantes, que terminaron con la conclusión de que, de todos modos, Trump era su candidato.

En el suburbio Centennial de Denver, Jeff y Antonette Smith recuerdan la noche de hace seis años, cuando uno de los colegas de Antonette Smith desdeñó sus intentos de intervenir cuando se estaba hablando del saldo de la compañía. Esa misma noche, la pareja se metió a Internet a buscar programas de maestría en administración de empresas que la ayudaran a ascender en el mundo corporativo.

A ninguno de los dos le entusiasmó la idea de que Trump fuera el candidato republicano, pero coincidieron en que las grabaciones no los harían cambiar de opinión.

“Él es todo un hombre”, dice Jeff Smith refiriéndose a Trump y señalando que ha manejado concursos de belleza. “Él estaba rodeado de mujeres hermosas. No debió de haber dicho eso, lo sé. Pero aun así, tenemos muchos otros problemas de qué preocuparnos.”

A la izquierda y a la derecha, las parejas dicen que no les importa tanto la trepidante vida personal y el matrimonio de los candidatos, sino cómo afectarán sus políticas y sus declaraciones a su vida personal y a la de sus hijos.

En el suburbio de Plano en Dallas, Heather Hunter y su esposo, Chris Griffith, estaban mirando un programa de MSNBC en el que se estaban discutiendo las acusaciones de dos mujeres contra Trump, cuando una de las panelistas, la periodista Ana Marie Cox, hizo una pausa, tomó una respiración profunda, y dijo: “Esas palabras me trajeron a la memoria algo que me sucedió cuando yo era una muchacha.”

Y de ahí brotaron las historias de lo que la propia Hunter había vivido. Los hombres que la manoseaban en el metro de Madrid cuando ella tenía 19 años y estaba estudiando en el extranjero. El hombre en un bar que le metió una cámara por debajo de la falda.

“Hemos estado juntos siete años y hemos estado casados desde hace cinco, pero nunca habíamos hablado de estas cosas”, afirmó Chris Griffith. “Los hombres como que sabemos qué cosas hay por ahí. Sabemos que existen estas cosas. Pero eso le sucedió a Heather y no hay nada que pueda hacer al respecto más que apoyarla y hablar con ella … y eso me hace sentir impotente.”

Jack Healy
© The New York Times 2016