Los compañeros de viaje ofrecen una forma de que los ancianos se sigan moviendo

Janet Robertson, una documentalista en Nueva York, ayuda a cuidar a su tío, Vincent Fahey. Tiene casi 87 años y le encanta viajar.

Sin embargo, no siempre puede acompañar al Tío Vin, quien necesita asistencia cotidiana. Así es que cuando quiso visitar Londres en la primavera, Robertson hizo lo que otros han empezado a hacer: contrató a un compañero de viaje cualificado para ir con su querido anciano.

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Para el viaje a Londres, Robertson encontró a Doug Iannelli, el dueño de Flying Companions en Atlanta, para que acompañara a su tío.

Iannelli se encargó de las reservas y la logística del viaje, durmió en una habitación adyacente en el hotel y acompañó todo el tiempo a Fahey para ir a los museos, restaurantes y sitios turísticos. Cuando era necesario, Iannelli conseguía una silla de ruedas y se aseguraba de tomar recesos frecuentes para descansar.

En conjunto, el viaje de siete días costó alrededor de 10,000 dólares. Y Robertson estuvo en contacto con ellos por medio de mensajes de texto y fotografías.

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“Me sentí más a gusto porque podía irlos siguiendo”, comentó Robertson.

El negocio de brindar compañeros de viaje a adultos mayores sigue siendo algo bastante nuevo como para que no existan estadísticas buenas sobre quiénes y cuántos brindan este servicio. Sin embargo, están surgiendo más _ no solo en Estados Unidos, sino también en Europa y Asia _ para atender a las poblaciones que están envejeciendo, que tienen tiempo libre y dinero, pero capacidades disminuidas para los rigores de los viajes.

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Ya sea que se trate de personas mayores que salen de vacaciones o de abuelos que quieren reunirse con familiares que viven lejos en bodas y graduaciones, hay un creciente número de adultos mayores dispuestos a viajar, pero que requieren ayuda para moverse por las filas de seguridad en los aeropuertos, manejar el equipaje y circular por las terminales atestadas y los bulliciosos vestíbulos de los hoteles.

Los viajeros de 65 años y más representan ahora casi 20 por ciento del pasaje nacional en tiempo libre de Estados Unidos, según la firma de investigación TNS TravelsAmerica. Es casi seguro que ese porcentaje aumente; el gobierno federal ha proyectado que la cantidad de adultos de 85 años y más, que era de seis millones en el 2013, alcanzará los 14.6 millones en el 2040.

Rebecca Rushing, la directora de servicios de atención al cliente en FirstLight Home Care, una red nacional de franquicias que brindan atención doméstica a adultos mayores, dijo que su compañía empezó ofreciendo un programa de compañeros de viaje hace unos tres años. Hasta ahora, alrededor de un tercio de sus 130 franquicias brindan el servicio. “Sí esperamos que la cantidad siga subiendo”, notó.

Iannelli empezó su negocio hace nueve años, después de que ayudó a un amigo con discapacidades a volar a Minnesota.

“Me di cuenta de que debía haber personas con dificultades no médicas que necesitan ayuda al viajar”, explicó. Desde entonces, dijo Iannelli, ha volado por todo el mundo con cientos de clientes.

Los servicios no son baratos. Los clientes pagan los boletos del acompañante, si es necesaria, la habitación del hotel, las comidas, los imponderables y los honorarios por el servicio. Iannelli dijo que el precio por acompañar a un cliente en un viaje de avión dentro de Estados Unidos _ incluidos sus honorarios y los costos del viaje para todas las personas _ podría oscilar entre los 2,800 y los 4,500 dólares en clase turista; en las de negocios y primera, claro, costarían más.

En algunos servicios de compañía se brinda atención personal, como recordatorios de los medicamentos, así como ayuda para vestirse, bañarse y alimentarse. Y para quienes tienen necesidades médicas específicas, están disponibles los servicios de enfermeros.

Uno de ellos es Travel Care & Logistics, que comenzó en el 2003 Cindy L. Schaefer, una enfermera titulada con una maestría, cuando le dio curiosidad saber cuáles son los efectos que tiene la presurización de los aviones en los adultos mayores. Se dio cuenta de cuán difícil puede ser viajar con ellos, si sus necesidades físicas no se satisfacen en forma apropiada.

Sus clientes, a quienes acompañan enfermeras tituladas, han tomado más de 600 vuelos por todo el mundo, comentó Schaefer. Los costos van de unos 3,000 a 5,000 dólares, que cubren la planeación y los servicios de atención durante el viaje para que una enfermera acompañe a un pasajero en un avión. Ese precio no incluye los boletos de avión, ni otros gastos del viaje.

Un paso crucial en el proceso, dijo Schaefer, es trabajar por adelantado con la familia para que entienda la situación médica del viajero. La gente con demencia puede padecer ansiedad cuando viaja, dijo. Los pacientes con diabetes necesitan que se les monitoree el azúcar en la sangre.

“Nuestro objetivo es obtener toda la información que necesitamos, planear con cuidado y mostrarle a la familia que su ser querido está en buenas manos”, dijo Schaefer.

Es importante que los ancianos se apeguen a su horario de medicamentos y estén hidratados, señaló ella, y eso no siempre es fácil que la familia lo haga sola. “La abuela no trae instrucciones”, dijo.

Los compañeros de viaje asisten a una diversidad de clientes. Las parejas mayores pueden ser capaces de viajar solas, pero usan el servicio para manejar la logística en sus vacaciones para poder solo disfrutar del viaje. O un viaje podría incluir a los hijos adultos, pero necesitan ayuda extra para volar con uno de los padres.

Schaefer dijo que alrededor de 40 por ciento de su vuelos asistidos por una enfermera incluyen a un familiar adicional.

Uno de los clientes de Rushing era una abuelo que usa silla de ruedas e invitó a su familia extensa por un crucero. Llevó a un acompañante en el viaje para que el resto de la familia no pasara el tiempo preocupándose por él.

Parinaz Vahabzadeh, una científica en informática en la Ciudad de Nueva York, dijo que los servicios de compañeros de viaje han permitido que su madre, quien vive en Vancouver, Columbia Británica, la visite con mayor frecuencia.

“Puedo viajar en una dirección con mi madre”, comentó, “pero en ambas direcciones por cada viaje por todo el país sería difícil”. La familia ha utilizado el servicio Flying Companions casi una docena de veces en los últimos tres años.

Robertson se cuenta entre los clientes satisfechos.

Tan pronto como su Tío Vin había regresado de Londres, de inmediato empezó a planear un viaje a Florida con Iannelli en octubre para visitar a unos amigos. También está pensando en llegar a Roma.

“No sería posible que hiciera esos viajes sin un acompañante”, notó Robertson.

Julie Weed
© 2016 New York Times News Service