Los inmigrantes sienten que la ciudad les da la espalda después de la “BREXIT”

BOSTON, Inglaterra _ Unos cuantos días después de que Gran Bretaña votara para abandonar a la Unión Europea, Monika Baginski estaba en un supermercado platicando por teléfono con una amiga en polaco, su lengua materna, cuando un hombre la siguió por el pasillo. “Tú, extranjera”, recordó Baginski que le dijo él. “Pronto te vas a ir”.

Baginski, de 32 años, dijo que se quedó pasmada. Hasta ese momento, nunca había sido blanco del maltrato, ni siquiera en Boston, un puerto en la costa oriental de Inglaterra, donde el rencor entre los antiguos habitantes y la población de los inmigrantes recientes, en crecimiento rápido, se ha ido acumulando al paso de los años.

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Sin embargo, desde el voto para que Gran Bretaña se salga de la Unión Europea en el referendo, la hostilidad latente hacia los recién llegados _ la mayoría de los cuales llegaron a Boston provenientes del centro y el este de Europa, de conformidad con las normas por las que se permite que los ciudadanos de la Unión Europea vivan y trabajen en cualquier parte del bloque _ estalló y se dejó sentir, expresaron muchos inmigrantes. Muchos en las comunidades letona, lituana, polaca y rumana en la zona están considerando con ansiedad si debieran quedarse en Gran Bretaña o si siquiera quieren hacerlo.

“Algo se rompió en esta ciudad”, comentó Paul Gleeson, un concejal del Partido Laborista en Boston, donde 76 por ciento del electorado apoyó la salida de la Unión Europea, la proporción más elevada a favor de la “brexit” en el país. “Esta fachada de decencia desapareció de repente”.

En este nuevo entorno, algunos inmigrantes dicen que han dejado de hablar su lengua materna en público. Madres nerviosas dicen que les inquieta que a sus hijos los acosen en la escuela. Los inmigrantes jóvenes dicen que le temen a la discriminación por los empleos y en la admisión a las universidades.

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Gregory Pacho, un polaco-italiano, tiene una próspera compañía de taxis. Por primera vez en 16 años que ha vivido en Boston, contó, ha pensado seriamente en mudarse debido a un volante que había en el parabrisas de su coche que decía: “¿Todavía no empacas las maletas?”.

Algunos de sus clientes ingleses, con quienes bromeó al paso de los años, ya no le hablan. “En una semana, experimentas que algunas personas a las que has conocido desde hace tres años cambian su actitud en 180 grados”, dijo.

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Magdalena Korzeb, de 34 años, dijo que desde hacía mucho tiempo que se había considerado mitad bostoniana porque ha trabajado, pagado impuestos y vivido en Boston durante 11 años, con su esposo y su hija de cinco años. Ya no.

“Siento que me utilizaron. Once años desperdiciados. Hace once años, estaban muy contentos de habernos invitado a venir”, dijo en el Delight Pub, un bar polaco de su propiedad en la calle West. (Los lugareños ingleses la llaman calle East por la cantidad de tiendas de Europa del Este.) “Ahora podría cerrar mi establecimiento, empacar mis maletas y decir: ‘Adiós, adiós”.

Boston, una ciudad con 67,000 habitantes, depende fuertemente de los inmigrante para que trabajen en los campos de vegetales y papas, y en preparar la comida que se vende en los supermercados británicos, todo por el salario mínimo. Son pocos los inmigrante que solicitan las prestaciones sociales. Su gran presencia _ según algunas estimaciones, los inmigrantes del centro y el este de Europa representan más de 10 por ciento de la población _ ha ayudado a transformar a la región en un centro para la agroindustria de Gran Bretaña.

Sin embargo, la ciudad llegó a representar el creciente antagonismo contra la inmigración que hay en el país, un tema central para los votantes en el referendo del 23 de junio.

Del 2001 al 2011, Boston experimentó un incremento de seis veces la cantidad de habitantes nacidos en otros países y, parece ser, que la población no británica siguió creciendo en los últimos cinco años, muestran las estadísticas oficiales. La rápida afluencia ejerció presión sobre la vivienda, el empleo, la vigilancia, los hospitales y las escuelas, mismas que han batallado para encontrar más maestros de inglés. Y el marcado aumento en la cantidad de asesinatos en los que están implicados extranjeros, en una ciudad históricamente tranquila, ayudó a enardecer a los habitantes ingleses.

Se han reportado cientos de casos de maltrato racial y crímenes de odio por toda Gran Bretaña desde el referendo, dirigidos no solo contra los inmigrante de países de la Unión Europea, sino, también, contra negros, musulmanes y asiáticos de otros lugares, que no estuvieron en el centro del debate sobre la inmigración europea. Hace poco, le prendieron fuego a la casa de una familia polaca, a la cual le enviaron una carta que decía: “Regresen a su país”, y le advertían que el siguiente blanco sería la propia familia.

En un boletín de prensa anterior al caso en Plymouth, la embajada polaca en Gran Bretaña dijo: “Estamos impresionados y profundamente preocupados por los incidentes recientes de maltrato xenófobo dirigido contra la comunidad polaca y contra otros habitantes del Reino Unido de herencia migrante”.

Los ataques han sacudido a muchos británicos que dicen que se sienten orgullosos de vivir en una sociedad tolerante y multicultural, y han provocado la autocrítica sobre los valores y la identidad británicos.

Algunos británicos se han esforzado en tranquilizar a sus vecinos extranjeros, dejándoles mensajes de apoyo o defendiéndolos del maltrato. En un caso, un inglés protegió a una polaca para que no la escupieran en la calle. Y algunos gerentes en fábricas de alimentos han enviado correos electrónicos a sus empleados inmigrantes, en los que les expresan su aprecio por su trabajo y los exhortan a quedarse o a presentar su solicitud para obtener la ciudadanía británica.

Como los habitantes extranjeros de la ciudad, los ingleses todavía no tienen claro cuáles serán los efectos que tendrá el voto para salirse de la Unión Europea. Aun cuando la mayoría de los candidatos que buscan suceder a David Cameron como primer ministro de Gran Bretaña han buscado tranquilizar a los inmigrantes europeos en cuanto a que no tendrán que irse, nadie sabe, realmente, cuál será el estatus de residencia que tendrán una vez que Gran Bretaña negocie su salida del bloque o si se revertirá la afluencia de personas hacia el país.

De cualquier forma, es probable que la negociación se lleve al menos dos años una vez que se inicie y, entre tanto, no existe ninguna barrera legal para que más inmigrantes de la Unión Europea se muden a Gran Bretaña. A medida que los lugareños se dan cuenta de que no es probable que manden pronto a los inmigrantes a sus lugares de origen _ a pesar de las intimidaciones respecto de semejante resultado por parte de algunos defensores de la “brexit” _, la frustración en Boston es cada vez mayor.

Pacho, el dueño de la empresa de taxis, describió la atmosfera como un globo a punto de reventar con un solo piquete, si queda claro que no se obligará a los inmigrantes a irse.

“Qué tal si el gobierno dice: ‘De hecho, quedémonos en la UE’ o ‘No podemos acabar con la libertad de movimiento’?”, preguntó. “Habrá una tercera guerra mundial aquí. Se destruirán negocios. Tengo un pésimo presentimiento sobre todo esto”.

Kimiko De Freytas Tamura
© 2016 New York Times News Service