Melbourne regatea el futuro de su mercado más popular

MELBOURNE, Australia ⎯ Los compradores avanzaban empujándose, en búsqueda de las mejores ofertas. Un hombre corpulento con un delantal de carnicero vociferaba sobre el precio insuperable de sus chuletas de cerdo. En otro puesto, el Seafood and Oyster Spot, Yianni Yiannatzis rogaba a los visitantes que probaran sus ostiones crudos frescos.

Y de pie aquí, en medio de todo eso ⎯ un emporio del siglo XIX conocido como el Mercado Reino Victoria ⎯, su director ejecutivo, Malcolm McCullough, miraba alrededor y declaraba: “Lo que tenemos aquí es un mercado muy tradicional”.

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Pero la tradición, añadió, no es suficiente en 2017. “¿Cómo conservamos ese mercado tradicional pero también nos aseguramos de que nos modernicemos lo suficiente para mantener a los mercados vivos?”, dijo.

Es una pregunta en el centro de un feroz debate sobre el futuro de uno de los activos más preciados de Melbourne y una propuesta renovación estimada en 620 millones de dólares australianos (unos 470 millones de dólares estadounidenses). Están en juego temas como la conservación, la modernización y el complicado acto de equilibrio que enfrentan las ciudades cuando su propiedad histórica más valiosa sigue en uso.

El Reina Victoria, de 6.9 hectáreas y propiedad pública, es uno de los mercados más grandes en el mundo, y se ubica a orillas del Distrito de Negocios Central de la ciudad. Es la atracción más popular en el estado de Victoria, atrayendo a unos 10 millones de visitantes cada año. Muchos de ellos son turistas, y más de la mitad del mercado está dedicado a ropa barata y recuerdos.

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Sin embargo, su corazón es su comida. Aun cuando algunos melburnianos sienten que el mercado se ha convertido en una trampa para turistas, muchos lo consideran el alma de la ciudad, pues representa su amor por comer, su historia y sus raíces inmigrantes diversas.

En el salón gourmet bajo techo, stands clásicos hechos de latón, mármol y cristal venden pastelería francesa, salchicha alemana, yogur griego, borek turco y embutidos polacos. En la sección al aire libre, que está llena de casetas de verduras, los vendedores gritan sus precios en una multitud de acentos.

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Algunos de estos puestos tienen más de un siglo de antigüedad y necesitan mucho una reparación, dicen la administración del mercado y el alcalde mayor de la ciudad, Robert Doyle. Los vendedores en el exterior no tienen donde almacenar sus productos, los cuales necesitan trasladar de ida y vuelta todos los días. El tráfico resultante de montacargas y camiones congestiona las áreas que están también llenas de compradores. Estos problemas de infraestructura ⎯ así como la tradición y el hecho de que la mayoría de los vendedores son pequeños negocios familiares ⎯ son la razón de que el mercado opere solo cinco días a la semana.

“Este es el mayor activo de nuestra ciudad, su mayor atractivo turístico”, dijo Doyle en su oficina en el Ayuntamiento. “Es ridículo tenerlo vacío. Debe abrir los siete días de la semana”.

Doyle dijo que el Reina Victoria había perdido entre 5 y 10 por ciento de sus vendedores en la última década, y no hacer nada conduciría a “un mercado en declive permanente”.

Pero el plan que él y McCullough están promoviendo ha atraído a una veintena de disidentes que temen que destruya el carácter del mercado.

“Me gusta como es”, dijo Russell Wyss, un residente de Fitzroy, un suburbio de Melbourne.

La propuesta incluye eliminar los puestos exteriores para reparaciones y excavar el sitio para construir un enorme estacionamiento subterráneo, junto con servicios para los vendedores, como duchas y almacenamiento refrigerado. Las áreas ahora usadas para estacionarse y como de paso se convertirían en plazas públicas, y los edificios de la periferia serían convertidos en tiendas y restaurantes. El proyecto está actualmente a la espera de la aprobación del ministro de planeación del estado, Richard Wynne.

Mercados envejecidos en todo el mundo han enfrentado batallas similares, y actualizarlos de manera equivocada puede tener un gran costo. La demolición en 1971 de Les Halles en París sigue siendo considerada por muchos como una tragedia. En Los Ángeles, el continuo renacimiento del céntrico Grand Central Market es visto generalmente como un éxito, pero los bares de ostiones y los puestos de latte con leche de almendras instalados ahí en los últimos años ponen en claro que el mercado se ha convertido en un salón de comida en vez de un mercado para las compras habituales de alimentos que fue algún día.

David K. O’Neil, experto en mercados en Filadelfia que fue consultor del plan del Reina Victoria, dijo que muchas ciudades pasaban apuros para encontrar la inversión para mantener vivos sus mercados históricos, y el éxito o fracaso del proyecto de Melbourne podría ser destacado como un ejemplo internacional.

“Para muchas personas diferentes, y por muchas razones diferentes, es muy importante, para todo el mundo, que Melbourne lo haga bien”, dijo O’Neil.

El mercado, construido en etapas desde la década de 1850 hasta los años 30, estuvo bajo amenaza en los 70, cuando funcionarios municipales propusieron demoler los puestos y edificios para erigir un hotel y un complejo de oficinas. El poderoso sindicato Federación de Jornaleros Constructores, proyectando al sitio como un símbolo de las raíces de la clase obrera de Melbourne, llamó a una huelga, prohibiendo a sus miembros trabajar en el proyecto, eventualmente el plan fue eliminado.

Según la nueva propuesta, el mercado continuaría operando durante la remodelación de cinco años. Los vendedores cuyos puestos fueran derribados y reconstruidos serían trasladados a una nueva estructura.

Hay una obvia ansiedad entre esos vendedores sobre la disrupción para sus negocios, y para un ecosistema de posicionamiento y competencia que se ha desarrollado a lo largo de generaciones. Incluso los vendedores que no serían trasladados temen al impacto.

“Pienso que se están excediendo”, dijo Paris Protopapas, quien con su esposa, Lianna, opera Dianne’s Delights en la sección gourmet, vendiendo quesos, salsas y entremeses.

El salón gourmet no experimentaría más que mejoras cosméticas ligeras, en parte debido a las protecciones legales del edificio, pero “es una locura pensar que no nos causará trastornos”, dijo Protopapas. “¿Toda esa construcción? Ahuyentará a los clientes habituales de los mercados”.

También sospecha que el proyecto es un intento de aburguesar el mercado y convertirlo más en un salón culinario y un destino turístico que en un lugar funcional para hacer compras. “Los turistas ayudan, pero solo un poco”, dijo. “Necesito 50 turistas por cada cliente habitual que realmente hace sus compras aquí”.

Esa dicotomía ⎯ de compradores habituales y pequeños vendedores enfrentados con chefs elegantes y hacedores de dinero impulsados por las tendencias ⎯ solo ha sido ampliada por el propuesto método de financiamiento para el proyecto: el desarrollo privado de los dos sitios adyacentes al mercado.

El primero, conocido como el sitio Munro, ya ha sido vendido al desarrollador PDG, que planea construir un hotel y torre de departamentos de 195 metros de altura ahí. Eso casi duplica la altura permitida según las reglas de zonificación actuales. Se esperan planes similares para otro sitio en el extremo sur del mercado que aún tiene que ser vendido.

El Concejo Municipal de Melbourne compró el sitio Munro en 73 millones de dólares australianos (55 millones de dólares estadounidenses) en 2014 y lo vendió este año a PDG por 33 millones de dólares australianos (25 millones de dólares estadounidenses). Como parte de la venta, la compañía acordó construir servicios comunitarios con valor de 83 millones de dólares australianos (63 millones de dólares estadounidenses), incluidos una guardería infantil y un estacionamiento subterráneo. El Consejo acordó pagar a PDG 50 millones de dólares australianos (37.7 millones de dólares estadounidenses) si su torre no fuera aprobada por el ministro de planeación, Wynne, quien tiene la última palabra en cuanto a las exenciones de las restricciones de altura.

Representantes de la ciudad afirman que un edificio más bajo sería ancho y achaparrado y se vería como un “mastodonte”, mientras que una torre sería más elegante. Pero las declaraciones del ministro de planeación han sido en su mayor parte negativas, lo que lleva a algunos a creer que es poco probable que apruebe la torre.

“Esto es una expropiación de terrenos”, dijo Phil Cleary, quien perdió ante Doyle en la elección para la alcaldía de 2016 y ahora es vocero de un grupo llamado Salvemos al Mercado Reina Victoria. “El Mercado Victoria se ubica en un terreno de primera. Se empieza con la torre, y luego avanza hacia nuevos tipos de negocios en todo el mercado. Esos negocios irán en contra de la operación de un mercado tradicional al aire libre”.

Besha Rodell
© 2017 New York Times News Service