Por un lado estaba la canciller alemana, recién salido de la etapa de gestión de su partida planeada después de 13 años en el poder; en el otro, el quinto primer ministro de Australia en cinco años, quien asumió el cargo en agosto después de un brutal golpe de liderazgo que derrocó a su antecesor. No es de extrañar, entonces, que Angela Merkel haya recurrido a un ‘acordeón’ para ponerse al día sobre Scott Morrison cuando los dos se reunieron por un corto acuerdo bilateral en la cumbre del G20 en Buenos Aires el fin de semana.
Las cumbres del G20, al igual que las asambleas generales de la ONU, representan una forma de datación diplomática, aunque normalmente los líderes mundiales tienen en sus cabezas los detalles biográficos básicos de sus compañeros líderes mundiales.
Pero Merkel, la personificación de la continuidad en la política, miró abiertamente a una guía de Morrison completa con una fotografía de identificación, antes de alabar a su gobierno de coalición de derecha. Ella también consultó repetidamente su reloj durante su reunión.
Tal es el carácter febril de la política en Australia, donde los partidos de izquierda y derecha parecen casi adictos al asesinato político, hay muchas posibilidades de que Morrison haya salido de la escena internacional en el momento de la próxima cumbre del G20 en Tokio.
Las elecciones para las elecciones del próximo año apuntan a la victoria del opositor Partido Laborista, actualmente liderado por Bill Shorten, que requeriría que el servicio diplomático alemán proporcione a Merkel una nueva guía.
En un intento por terminar el ciclo de venganza política y la imagen internacional de inestabilidad, el Partido Liberal de Morrison convocó a una reunión en la noche del lunes para tratar de forzar un cambio de regla que haría más difícil que un líder del partido sea expulsado . La parte insistió en que la medida no fue en respuesta al anonimato internacional de Morrison.
Con información de The Guardian
