Migrantes musulmanes generan repercusión en Dinamarca

© 2016 New York Times News Service

TAARNBY, Dinamarca – Johnny Christensen, robusto ex empleado bancario con bigotes plateados, siempre se consideró compasivo hacia la gente huyendo de la guerra y acogedor con inmigrantes. Pero, después de que más de 36,000 buscadores de asilo, en su mayoría musulmanes, llegaran en tropel a Dinamarca en los últimos dos años, Christensen, de 65 años, dijo: “Me he vuelto racista”.

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Cree que estos nuevos migrantes están consumiendo el valorado sistema de asistencia social de Dinamarca, pero sin lograr adaptarse a sus costumbres. “Tan sólo expúlsenlos”, dijo, soltando una fuerte patada sobre un blanco imaginario en una acera suburbana. “Estos musulmanes quieren conservar su propia cultura, pero nosotros tenemos nuestras propias reglas aquí, y todos deben seguirlas”.

Dinamarca, nación pequeña y ordenada con imagen progresista de sí, se erige sobre un pacto social: a cambio de algunos de los salarios y prestaciones más altos, se espera que la gente trabaje duro y haga sus pagos al sistema. Los recién llegados deben aprender danés rápidamente… y adaptarse a normas como mantener jardines limpios y andar en bicicleta.

El país tuvo poca experiencia con inmigrantes hasta 1967, cuando fueron invitados los primeros “trabajadores invitados” de Turquía, Pakistán y lo que era Yugoslavia en esa época. Sus 5.7 millones de habitantes siguen siendo mayoritariamente nativos del país, aunque el porcentaje ha bajado a 88 actualmente, respecto de de 97 en 1980.

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Bo Lidegaard, prominente historiador, dijo que muchos daneses sienten con fuerza que “actualmente somos una sociedad multiétnica, y tenemos que darnos cuenta; sin embargo, no somos y nunca deberíamos convertirnos en una sociedad multicultural”.

La afluencia reciente palidece junto al millón de inmigrantes absorbidos por Alemania o los 163,000 de Suecia el año pasado, pero el paso perturbó a este país estable y homogéneo. El gobierno de centro-derecha ha respaldado severas medidas enfocadas a los migrantes, se ha disparado el lenguaje de odio y el antiinmigrante Partido del Pueblo Danés ahora es el segundo mayor en el Parlamento.

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Algunas de las mismas hostilidades se reflejaron este fin de semana en Alemania, donde los electores en el estado natal de la Canciller Ángela Merkel acogieron a candidatos antiinmigrantes: enfático rechazo a su política de refugiados.

Hay nueva tensión entre daneses que siguen abriendo los brazos y un ala derechista que resurge y busca prohibir el ingreso a todos los musulmanes y cerrar Dinamarca a Europa. Christensen, banquero retirado, apoya propuestas en surgimiento para que su país siga a Gran Bretaña en su salida de la Unión Europea.

De la misma forma, hay tensión en torno a si la repercusión es realmente sobre una presión a las generosas prestaciones públicas de Dinamarca o una creciente amenaza terrorista; o si se está desenterrando una añeja pero latente hostilidad racial.

Analistas dicen que la población general expresó escasa oposición luego que emigraran 5,000 polacos y 3,300 estadounidenses, entre otros occidentales, a Dinamarca en 2014, pero que han surgido considerables críticas sobre los casi 16,000 buscadores de asilo sirios que llegaron ese año y el siguiente. Ellos y otros migrantes no fueron invitados, y muchos terminaron aquí por accidente, interceptados cuando se dirigían a Suecia.

Detractores se quejan de que estos recién llegados han sido lentos para aprender danés; aunque el ministerio de Inmigración informó hace poco que 72 por ciento había aprobado un requerido examen del lenguaje. Algunos daneses rezongan de lo que ven como enclaves étnicos: alrededor de 30 por ciento de los nuevos inmigrantes vivían en las dos mayores ciudades del país, Aarhus y Copenhague, donde mujeres musulmanas con abayas y hombres con gorros de rezos sobresalen entre las muchedumbres rubias de ojos azules en callejuelas.

Quizá la inquietud principal – y más sustancial – es que los migrantes son un desgaste económico. En 2014, la tasa de empleo entre inmigrantes de países que no eran occidentales rondaba en 48 por ciento para gente de 16 a 64 años de edad, comparado con 74 por ciento para daneses nativos.

El ministerio de Inmigración ha buscado evitar lo que llama “sociedades paralelas” de migrantes viviendo en “círculos viciosos de mala imagen, problemas sociales y alta tasa de desempleo”. Los requisitos de inmigración más exigentes, informó el ministerio en su informe anual más reciente, eliminan a aquellos “que tienen capacidades más débiles para ser capaces de integrarse a la sociedad danesa”.

‘No es racismo estar consciente de la diferencia’

Dinamarca es tan solo una de muchas naciones europeas luchando con la ola de migrantes en medio de un periodo de ataques terroristas a lo largo de Europa por extremistas islámicos. Un reciente sondeo del Centro de Investigación Pew arrojó que al menos la mitad de los ciudadanos en ocho de 10 países encuestados dijo que la llegada de refugiados había incrementado las probabilidades de ataques terroristas.

La confluencia de estos y otros factores ha impulsado una reexaminación de la promesa de Posguerra de una Europa unificada y sin fronteras. Macedonia, Hungría y Eslovenia han construido vallas fronterizas. Dinamarca impuso nuevos controles de identidad en su frontera con Alemania en enero, y por primera vez desde 1958, Suecia requiere a daneses que ingresan al país que muestren documentos de identidad.

El año pasado, Dinamarca publicó anuncios en diarios publicados en árabe haciendo énfasis en las nuevas y estrictas políticas, sugiriendo esencialmente: No vengan aquí.

Los musulmanes no se asimilan tan fácilmente como los europeos o algunos asiáticos, dijo el ministro de Cultura de Dinamarca, Bertel Haarder , en parte debido, en sus palabras, a que su cultura patriarcal ve con malos ojos que las mujeres trabajen fuera el hogar y limita con frecuencia la libertad de expresión.

“No es racismo ser consciente de la diferencia… es estúpido no ser consciente”, dijo Haarder. “Les hacemos un bien al ser muy claros y francos con respecto a qué tipo de país es este, cuáles son nuestros valores esenciales”.

‘Danés de color diferente’

Sheriff Solimán, científico de la comida orgánica que se mudó a Dinamarca hace ocho años desde Egipto, dijo que los musulmanes no deben encerrarse en enclaves sino abrirse a la interacción.

Él es el gerente de un centro islámico que fue inaugurado en 2014 e invita a daneses para comidas y para una “semana de la armonía” cada año. Solimán presionó para que el complejo de la mezquita use un estilo arquitectónico y de mobiliario de tipo escandinavo, y presta para reuniones su sala de conferencias a una iglesia.

“Deberíamos ser como este vidrio: transparentes”, dijo, apuntando a una ventana. “Siempre que sigamos las reglas del país, somos parte de la sociedad danesa”.

Sin embargo, algunos inmigrantes de piel morena que han vivido en Dinamarca durante décadas dicen que la asimilación parece un objetivo escurridizo y siempre cambiante.

Patricia Bandak y su hermano Sylvester Bbaale llegaron a Dinamarca de Uganda cuando eran bebés, en 1989. Como sus vecinos nativos, ellos son corteses y puntuales y van en bicicleta a todas partes.

Los hermanos no son musulmanes pero dijeron que frecuentemente enfrentaban racismo: en la escuela, los llamaban negros, y les decían que deberían de comer comida ugandesa como el matoke, fruta rica en almidón. Bbaale, quien tiene 27 años de edad y opera un camión de comida, dijo que había sido golpeado en la calle el año pasado por tres hombres que lo maldijeron y le dijeron que regresara al África.

Para mucha gente, ser danés está en la sangre, así que nunca seré danés”, dijo Bandak, de 28 años de edad, quien se convirtió en ciudadano danés en 2010 y está estudiando cine documental. “Me hago llamar danés de color diferente”.

David Zucchino
© The New York Times 2016