
No se trata de saber qué estado de la República gana este macabro campeonato, pero sí de abrir los ojos a una realidad que cobra las vidas
La tragedia de Teuchitlán, Jalisco, donde fueron localizados cientos de prendas y restos humanos que hacen sospechar en la desaparición forzada de cientos de personas, sobre todo jóvenes, tiene señales de una tragedia que supera en mucho la masacre de los 43 de Ayotzinapa, pero que sin embargo, ambos casos palidecen ante las cifras que nos arroja Baja California en las últimas décadas.
La verdadera tragedia de nuestro país consiste en que nos cimbramos al momento en que las noticias nos revelan un monto considerable de personas desaparecidas o localizadas en fosas comunes.
Pero qué sucede con casos como Baja California, donde suman miles los casos de muertes y de desapariciones.
Aunque los casos no siempre son necesariamente producto de un único hallazgo, estamos hablando de miles de vidas perdidas a lo largo de varios años.
Anualmente Tijuana promedia unas 2 mil ejecuciones desde que los gobiernos panistas llegaron al poder y pactaron con el crimen organizado, una práctica que por cierto no ha sido erradicada por completo.
Lamentablemente los casos de fosas clandestinas abundan en un país que se disuelve: Coahuila, Baja California, Oaxaca, Veracruz, Puebla, Chihuahua y Tamaulipas donde su diputada morenista califica de “natural” el hallazgo de restos humanos.
Y no se trata de saber qué estado de la República gana este macabro campeonato, pero sí de abrir los ojos a una realidad que cobra las vidas de niños, de jóvenes, de migrantes y hasta de adultos y adultos mayores.
Cifras promedio nos revelan que anualmente Tijuana reporta más de 2 mil muertes violentas, y sin contar los casos de desapariciones, estamos hablando de 20 mil seres humanos privados de la vida en los últimos 10 años, por fijar un punto de referencia aunque hay estimaciones de al menos 30 mil muertes y casi 15 mil desaparecidos.
Estas sí son cifras que deben causarnos alarma pero como se suman a lo largo del tiempo, como resultado de una guerra de baja intensidad, la opinión pública no se conmueve como cuando trascienden casos como los referidos de Ayotzinapa, Tlatlaya o Teuchitlán, nombres de poblaciones de claras raíces indígenas de las que solo sabemos cuando en ellas se gesta una tragedia que trasciende sus límites.