“No necesitamos estar solos”: cambio político tiene a Polonia evaluando sus valores

© 2016 New York Times News Service

BRESLAVIA, Polonia – El Alcalde Rafal Dutkiewicz de Breslavia ha presidido un ayuntamiento en el magnífico centro antiguo desde 2002. Mientras observa cómo la política de Polonia da un giro a la derecha y el nacionalismo – fenómeno desarrollándose en diversos grados a lo largo de buena parte de Europa – Dutkiewicz, uno de los primeros partidarios de Solidaridad, cita historia antigua y moderna para argumentar que Europa es buena para Polonia.

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“Hace que todos sean más grandes”, dijo en una entrevista. “No necesitamos estar solos; somos Europa”.

En Polonia, la mayor nación ex comunista en la Unión Europea y la OTAN, la cuestión radica en saber si la libertad e identidad europea que tanto significaron para aquellos que derrocaron el comunismo conllevan el mismo valor actualmente. La pregunta se aplica particularmente a jóvenes sin recuerdos de una Europa dividida y la opresión del bloque soviético.

El debate se está desarrollando en diversas formas a lo largo del país. Tiene resonancia en particular en Breslavia, ciudad de 630,000 habitantes que rebosa de turistas, polacos y extranjeros, y es hogar de más de 130,000 estudiantes. Este año, es una de las capitales europeas de la cultura, título conferido por Bruselas a uno o dos ciudades al año que trae publicidad, cientos de millones de euros en subsidios y veintenas de eventos especiales.

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Dos sobresalen para el alcalde. Uno es una exposición que rinde homenaje al ex arzobispo de la ciudad, Boleslaw Kominek, quien escribió en 1966 una visión entonces utópica de una Europa federal que traería paz y prosperidad y sepultaría el derramamiento de sangre del pasado.

El segundo es la designación de Naciones Unidas de un guión medieval de la localidad, el Libro de Henrykow, como herencia mundial.

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Es importante construir la historia en Europa Central, lugar de muchísimos cambios de fortuna y gobiernos a lo largo de los siglos. Así que el alcalde equipara el honor de la ONU con una nominación al Oscar por el manuscrito, del cual dijo que fue escrito sobre todo en latín por un monje alemán que también escribió la primera oración escrita en polaco: un comentario de un campesino checo a su esposa polaca.

Ese multiculturalismo temprano es la esencia de una ciudad como Breslavia, hasta 1945 quizá mejor conocida por su nombre alemán, Breslau. Fue una de las grandes ciudades que se sometió a un intercambio de población tras la II Guerra Mundial, con alemanes expulsados y polacos traídos aquí.

Krzysztof Mieszkowski, director del prominente teatro avant-garde de Breslavia, tiene muy claro hacia dónde ve a Polonia yendo y quién la va a llevar ahí.

Cree que a Jaroslaw Kaczynski, el presidente del partido Ley y Justicia, que ganó tanto las elecciones presidencial como la parlamentaria el año pasado, “le gusta el gobierno autoritario y está enamorado de la dictadura”.

Mieszkowski, quien también es legislador de la oposición en el Parlamento, agregó: “Él siempre ha estado soñando con esto”.

Detractores tanto dentro como fuera de Polonia dicen que Kaczynski, quien no tiene cargo de elección popular, y su grupo se han movido decisivamente para deshacer la corte constitucional, reducir a los medios informativos, hacer que sea más difícil obtener un aborto, y propagar un nuevo chovinismo que pudiera causar conflicto social y lastimar a una de las pocas economías vibrantes de Europa.

De hecho, dijo Mieszkowski, Polonia “ha perdido el aspecto de mayor importancia para la democracia, que es pensar en la sociedad civil”.

Al igual que el Primer Ministro Viktor Orban en la Hungría postcomunista, Kaczynski es descrito como un dictador por sus enemigos. En la perspectiva de sus muchos partidarios, su gobierno ayuda a los polacos más pobres con subsidios de asistencia social y está redescubriendo vitales valores nacionales cuando la noción de una Europa unida parece más distante y menos atractiva.

Al igual que gobiernos a lo largo de Europa Central y Oriental, el de Polonia se ha opuesto a reubicar números considerables de refugiados de Siria y otras naciones pobres y desgarradas por la guerra, otro punto detensión en sus relaciones con Bruselas.

En algunos casos, seguir la nueva línea en Varsovia ha involucrado un agudo cambio en el punto de vista. Mateusz Morawiecki, vice primer ministro y director de desarrollo económico, encabezó las operaciones polacas del banco español Santander durante ocho años.

Ahora, él está haciendo sonar la alarma con respecto a la globalización, sugiriendo que el crecimiento de Polonia se está estancando y que los polacos son cautivos de incontrolables fuerzas extranjeras que lo han condenado a peores salarios y condiciones que en Europa Occidental.

“Hemos estado en este modelo durante 27 años”, le dijo Morawiecki al diario Rzeczpospolita, remontando estos sucesos a 1989, cuando el movimiento Solidaridad triunfó sobre el comunismo. “Y es por eso que hemos llegado a la trampa del desarrollo intermedio, la trampa de bajos márgenes de ganancia y la trampa del desarrollo dependiente”, agregó. “Dependemos, en enorme medida, de extranjeros”.

De manera similar, Ryszard Legutko, diputado en el Parlamento Europeo por el partido Ley y Justicia, dijo que la Unión Europea había perdido atractivo político y estaba pasando un juicio injusto sobre Polonia debido a que su gobierno se había atrevido a desafiar a instituciones europeas.

“Actualmente, cuando la gente dice Europa, no se refiere a Sófocles, o Descartes, o Bach, o el derecho romano”, dijo Legutko en una entrevista telefónica. “A lo que se refieren es a una serie muy particular de instituciones”, una sopa de letras de organismos que se perpetúan a sí mismos, “más experimentados en ingeniería social” que en pensamientos innovadores.

En Breslavia, Dutkiewicz mostró orgullosamente fotos con visitantes famosos, incluyendo a Vaclav Havel, el ex disidente y presidente checo, y Fritz Stern, el prominente historiador germano-estadounidense que huyó de Breslavia y los nazis con su familia judía en 1938. Se estableció en Nueva York, donde murió en mayo.

Cuando cumplió 90 años de edad en febrero, Stern hizo sonar fuertes advertencias sobre democracia, Donald Trump y el deslizamiento de Europa a la derecha.

“Crecí con la muerte de una democracia”, dijo Stern a la televisión alemana, “y ahora veo a la democracia solo en peligro”.

Agregó: “Se debe defender la democracia”.

Ciertamente, coincidió Dutkiewicz, pero primero “también es necesario construirla”.

Al otro lado de la ciudad, Mieszkowski, el director teatral, fue más estridente. “Los demócratas polacos se quedaron dormidos”, dijo. “Olvidan que la democracia es algo que debe cultivarse”.

Aunque el teatro de Mieszkowski y sus presentaciones con boletos agotados muestran que Polonia no es una sociedad totalitaria, él y otros compararon el presente con la novela “1984” de George Orwell. El libro tiene resonancia en particular en Polonia debido a que ese año realmente cayó durante la supresión comunista de Solidaridad, tras solo dos años de ley marcial.

Para el bando de Kaczynski, la fecha más saliente es 2010. Ese abril, su hermano gemelo, Lech, en esa época el presidente, fue muerto con otras 95 personas cuando su avión se desplomó en Smolensk, Rusia, en rumbo a una conmemoración por las élites militares de Polonia muertas en la matanza de Katyn, en 1940.

Dos investigaciones han arrojado que el desplome fue un accidente. Sin embargo, el grupo de Kaczynski sigue viendo una conspiración por parte de una amenazadora Rusia. La narrativa resultante de la asediada Polonia defendiéndose de enemigos al este ruso y el oeste europeo es “un best seller”, dijo un analista de medios de Varsovia, Jacek Wasilewski.

En el corazón de la vieja Breslavia, el director de la pequeña comunidad judía de la ciudad, Alexander Gleichgewicht, reflexionaba sobre la agitación actual y lo que significa para su padre de 97 años de edad; su esposa noruega, Bente Kahan; y sus hijos estudiantes que recorren el mundo.

Los sucesos incluyen la posibilidad de que Polonia sea tratada como “un país de segunda clase” donde “un elemento radical se siente alentado por el gobierno”, dijo Gleichgewicht. Por ahora, agregó, es simplemente “una época de fantasmas, tiempo de redefiniciones”.

Alison Smale
© The New York Times 2016