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Niños sicarios

Niños y jóvenes se están sumando a grupos criminales que les dan lo que los gobiernos les niegan: protección y seguridad

La captura de una joven de 19 años identificada como la niña sicaria puso nuevamente el nombre de Tijuana en la mira de los medios de comunicación que difundieron este tema.
La joven fue detenida por policías municipales que la vieron arrojar una bolsa, dentro de la cual había una pistola calibre 38 la cual entregaría a un hombre, según encargo de su pareja quien le prometió pagarle 500 pesos.
Aunque Joselyn no es una niña, se trata de un caso que desafortunadamente se registra con cada vez mayor frecuencia: la participación de menores de edad, de adolescentes y hasta de niños en actividades delictivas de grueso calibre.
Ya no hablamos solo de robos o vandalismo, sino de portación y uso de armas de fuego para segar vidas, como ocurriera con el caso de un jovencito identificado únicamente como Ulises Abraham, quien en octubre de 2015 y con solo 14 años de edad fue reclutado vía Facebook para ejecutar a un hombre.
Para llevar a cabo su misión, el niño fue recogido por un taxista en la avenida Revolución donde le entregó una pistola calibre 40 y la promesa de pago de 31 mil pesos en cuanto cumpliera con la ejecución en plena zona norte, la más vigilada de toda la ciudad, un área donde ningún adulto cometería un ataque a sabiendas del riesgo de ser detenido, tal como ocurrió.
Hace 10 años , y en otras latitudes, otra joven identificada como Joselyn Alejandra también fue bautizada como la “niña sicaria”, aunque igualmente era mayor de edad y formaba parte de una banda de mujeres conocidas como “Las Flacas” quienes trabajaban para el cartel del Golfo ejecutando rivales.
Joselyn fue identificada por grupos rivales tras por subir a su perfil de Facebook fotografías con armas largas, y fue ejecutada por “Los Metros”, una célula criminal.
Y que decir de Osvaldo Gutiérrez, de 17 años de edad y de apodo “El Cuate”, quien el pasado 2 de noviembre segó la vida del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, tras lo cual fue abatido pese a encontrarse ya detenido.
Por cierto que su identificación se dificultó ya que al no contar con credencial electoral, no tenía huellas dactilares en ninguna base de datos.
En suma, estamos ante un momento en el que niños y jóvenes se están sumando a grupos criminales que les dan lo que los gobiernos les niegan: protección y seguridad, y en este escenario, será sumamente difícil que nuestro país pueda prosperar con una generación más identificada con la delincuencia que con una forma honesta de vivir.