Normalizar las desapariciones

Juan arturo Salinas

Nadie podría asegurar que de negarse a recibir aluminio robado de la empresa Prime Wheel de manos de los desleales empleados, Servando estaría vivo

En una ciudad en que las desapariciones de seres humanos son una herida abierta pero también un método recurrente para deshacerse del cuerpo del delito -sin cadáver no hay homicidio, reza un axioma legal-, no parecer haber una gran distancia entre el terrible Santiago Meza, “El Pozolero” de los sucesores de los Arellano y los empleados de la fábrica Prime Wheel que dispusieron de los restos de Servando Salazar Cano quien descubrió que se robaban restos de aluminio para venderlo.

Aquí hay dos ángulos que como sociedad no debemos perder de vista: uno, que a algunos individuos les resulte cada vez más fácil perpetrar un homicidio y dar el paso siguiente, encargarse de la desaparición de los restos.

Hace un par de décadas, una mujer cansada de los golpes y maltratos de su marido, lo mató en un arranque de desesperación y envolvió su cuerpo en una alfombra a la que colocó un narcomensaje, con lo que buscó desviar la atención de las investigaciones hacia actividades ilícitas que con todo y sus grandes defectos, el occiso no había cometido.

O el caso de los sujetos que mientras mataban a un narcomenudista, se dieron cuenta de que un niño de nombre Kevin se acercaba mientras hacía una video llamada con un amigo, hecho que los maleantes sospecharon que eran videograbados, lo que llevó a que no fuera uno sino dos los muertos, cuyos cuerpos fueron descubiertos en la canalización del Río Tijuana, tras varios días de búsqueda pues se encontraban escondidos en las estructuras de desfogue del piso del canal.

Y dos, que los delitos por lo general se triangulan y el hecho de que las recicladoras que reciben metales robados no sean reguladas por las distintas dependencias que deben estrechar su vigilancia para evitar que reciban materiales de dudosa procedencia, seguirán propiciando delitos de alto o bajo impacto.

Nadie podría asegurar que de negarse a recibir aluminio robado de la empresa Prime Wheel de manos de los desleales empleados, Servando estaría vivo, pero no seamos ingenuos: si alguien llega una, dos, tres o más veces a vender un material reciclable -baterías, aluminio, bronce de estatuas, medidores de agua-, es que estamos ante un ilícito que ni es rechazado por las recicladoras, ni es regulador por la Fiscalía de Justicia, la Dirección de Regulación Municipal y hasta por la propia Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), por lo que estos giros siguen siendo tierra de nadie.