‘No nos borren’: Catalanes franceses temen perder más que el nombre de una región

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(Diario de Perpiñán)

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PERPIÑÁN, Francia – ¿Qué hay en un nombre? Mucho, a todas luces, cuando menos si se pregunta a catalanes franceses que viven en el rincón suroeste del país, aquí alrededor de Perpiñán.

Cuando el Parlamento francés aprobó un plan para consolidar las regiones del país, a fin de incrementar su influencia y bajar la burocracia, hizo más por reducir el número de 22 a 13. Inflamó una crisis de identidad catalana que se ha propagado cual incendio descontrolado desde el otro lado de la frontera con España, donde ya está ardiendo intensamente.

Bajo el cambio, esta región, Languedoc-Rosellón, combinada con la vecina Mediodía-Pirineos, asumirá un nuevo nombre: Occitania, elegida luego que autoridades regionales solicitaron a la gente que votara en línea de una lista de posibilidades.

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Bastante sencillo. Si tan solo.

Los aproximadamente 450,000 catalanes franceses – o catalanes del norte, como se hace llamar la mayoría de la gente aquí – consideran el nuevo nombre como borrar su presencia del mapa. En Perpiñán, que alguna vez fue una importante fortaleza militar, opositores al nombre de Occitania están decididos a resistir.

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A medida que se va aproximando el plazo del 1 de octubre para el cambio formal, las protestas se han ido intensificando. Se planea una importante manifestación en las calles de Perpiñán este sábado, así como una petición para oponerse al nuevo nombre con base en discriminación ante la principal corte administrativa de Francia, el Consejo de Estado.

Los catalanes también quieren al menos sumar dos palabras al nombre Occitania: “Pays Catalán”, o Tierra Catalana.

“Un nombre da identidad, así que esta reforma nos ha vuelto mucho más conscientes de quiénes somos realmente, en particular debido a que nos están diciendo que nuestra cultura será enterrada bajo un nombre que nunca ha sido nuestro”, dijo Sylvia Andolfo, quien ondeaba una bandera catalana afuera de su tienda de pastitas aquí.

Occitania es un término cultural, más que político, que se remonta a la Edad Media y se refiere a una vasta área en el sur de Europa donde la gente habla occitano, lengua romance derivada del latín.

Sin embargo, Occitania “nada significa para nosotros”, dijo Brice Lafontaine, el presidente de un partido aquí llamado Unitat Catalana. “Nosotros somos los catalanes del norte y queremos seguir existiendo como tales”.

Algunos aquí también están molestos porque Manuel Valls, el primer ministro, se ha mantenido al margen del debate. Valls nació en Barcelona y habla catalán.

De hecho, Lafontaine dijo que Valls era un “traidor” a la causa catalana. “¿Pueden imaginar a un francés yendo a Quebec y peleando en contra del reconocimiento de la cultura francesa allá?” dijo Lafontaine. “Eso es justamente lo que Manuel Valls ha hecho aquí”.

Las protestas en torno al cambio de nombre han recibido cierto apoyo institucional. Algunos alcaldes locales accedieron a sumar letreros con la leyenda “el catalán” debajo de nombres de poblados a lo largo de caminos.

Durante un reciente concierto, el cantante Hugues Di Francesco fue tras bambalinas y salió con una bandera catalana. “Nosotros tenemos nuestra identidad y cultura, así que no nos borren del mapa”, le dijo a la muchedumbre antes de interpretar una canción de protesta que se ha vuelto un éxito de verano aquí.

La muchedumbre se unió para cantar el coro: “No somos occitanos somos catalanes, no vamos a cambiar nuestro acento ni el color de nuestra sangre”.

Los catalanes en esta parte de Francia se volvieron súbditos del Rey Luis XIV de Francia bajo un trato de paz de 1659 que acrecentó al país y creó una nueva frontera con España a lo largo de los Pirineos.

El trazado más reciente del mapa administrativo de Francia, y la disputa que eso ha causado aquí, coincide con un conflicto territorial sin relación del lado sur de los Pirineos con respecto a si el gobierno catalán de la región, con sede en Barcelona, puede dividirse de España.

Sin embargo, la mayoría de la gente aquí define su identidad catalana como cultural, más que política. Por ejemplo, Andolfo, la propietaria de la tienda de pastitas, si bien simpatiza con los catalanes que quieren separarse de España, expresó que no deseaba ver a los catalanes franceses separándose de Francia.

Andolfo entiende la lengua catalana pero no la habla, aun cuando algunos de sus familiares huyeron de Cataluña a Francia en 1939. Ellos estaban entre los casi 500,000 españoles escapando del General Francisco Franco, quien subió al poder tras la guerra civil de España.

“Mi abuela nunca me habló en catalán porque siempre mantuvo su temor a Franco y creía que mi futuro era francés, la forma en que yo podía encontrar un empleo”, dijo Andolfo. De cualquier forma, Andolfo inscribió a su hija en una escuela bilingüe para que aprendiera francés y catalán.

Los catalanes franceses comparten danzas folklóricas y otras tradiciones con los catalanes al otro lado de la frontera. Sin embargo, el francés es el único idioma que se oye en el centro, con la excepción del distrito de Saint Jacques, cuya comunidad gitana habla catalán.

Hay también cierto descontento en torno a los cambios de nombre en otras regiones. En el oriente de Francia, por ejemplo, los nombres históricos de la región Alsacia, Lorraine y Champagne-Ardennes están siendo reemplazados administrativamente por Grand-Est, o Gran Este, como parte de una fusión de tres vías para crear una región mucho más grande colindante con Alemania.

“Hay muchas personas por todo el país que están inconformes con los nuevos nombres, pero nuestro caso es más serio, porque el nombre ha desatado no solo un sentimiento de exclusión, sino también una situación de discriminación” argumentó Helene Lagrais, escritora de Perpiñán cuyas novelas históricas son en su mayoría sobre catalanes franceses.

Sin embargo, algunos empresarios catalanes aquí creen que no era realista esperar que los catalanes, quienes representan actualmente menos de un décimo de la población de la región agrandada, persuadieran a otros habitantes de que le dieran reconocimiento pleno a la cultura catalana.

En vez de mencionar ya sea Occitana o Catalana, dicen, la región agrandada pudiera haber optado por Pirineos-Mediterráneo, nombre que es culturalmente neutral pero pone de relieve las montañas y el mar de la región.

“Occitania realmente no me viene, pero también porque creo que es difícil vender un nombre así como una marca internacional”, dijo Bernard Guasch, el propietario de una empresa de carne y un club de la liga de rugby llamado los Dragones Catalanes. “En un ambiente de globalización, deberíamos haber aprovechado plenamente nuestros dos asombrosos activos naturales, por los cuales todos nos envidian y nadie pone en duda”.

Raphael Minder
© The New York Times 2016