Nuevo Líder del Talibán, más académico que combatiente, sigue siendo misterio

Mujib Mashal informó desde Kabul, Afganistán, y Taimoor Shah desde Kandahar, Afganistán. Zahra Nader contribuyó con información desde Kabul.

© 2016 New York Times News Service

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KABUL, Afganistán – Las primeras etapas del mandato del nuevo líder talibán, académico religioso de bajo perfil visto como potencial unificador, han sido notables por carecer del drama que su predecesor parecía no lograr zafarse.

Pero, incluso después de dos meses en el papel, Mawlawi Haibatulá Ajundzada sigue siendo algo similar a un misterio para las tropas del talibán, con base en analistas y comandantes insurgentes. Y sin embargo, él aún tiene que dejar alguna marca de alto perfil en una insurgencia que está siendo presionada por divisiones internas.

Muchos lo ven como si careciera del control e influencia que su predecesor, Mulá Ajtar Muhammad Mansour, había amasado antes de que lo matara un ataque con un dron estadounidense, en mayo. El periodo de Mansour fue marcado por purgas y rebelión abierta que han retrocedido al fondo.

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A pesar de eso, algunos comandantes se han negado a jurarle lealtad a Mawlawi – título reservado para académicos islámicos – Haibatulá, con base en entrevistas con comandantes y oficiales talibán.

Desde los primeros días de las apresuradas reuniones de la dirigencia que elevaron a Haibatulá, quedó en claro que el poder de toma de decisiones del talibán estaba regresando al alto consejo de la insurgencia con base en Quetta, Pakistán; politburó de alrededor de dos docenas de clérigos y comandantes, divididos entre la vieja generación que fundó el talibán e integrantes más nuevos que han adquirido poder más recientemente.

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Lo que se percibe como puntos fuertes de Haibatulá, y las mismas características que lo hicieron atractivo como un potencial unificador, yacen en un tipo de influencia más lenta: su evasión de la atención popular y sus profundos lazos con las escuelas religiosas de tendencia radical, que le han proporcionado durante años al talibán un núcleo ideológico de comprometidos combatientes.

“El área de influencia de Mawlawi Haibatulá está con los mulás y los líderes religiosos, no con la administración y los comandantes”, dijo Borhan Osman, investigador por la Red de Analistas de Afganistán que ha escrito extensamente sobre el talibán.

Cómo le vaya a Haibatulá dependerá del espacio que él pueda grabarse con la docena de influyentes miembros del alto consejo, o shura, quienes “dan las órdenes”, dijo Osman. “Yo no creo que él sea dejado a sus propios ideales; quizá para expresarlos, pero no para hacerlos valer”.

En ciertas formas, la selección de Haibatulá es un regreso a las raíces de la insurgencia talibán. En esos años, poco se sabía de la cúpula del talibán. Rara vez fotografiados o filmados, ellos representaban mitos, sus vagas identidades explotadas por caudillos y políticos locales para presentar a rivales como insurgentes.

“Mawlawi Haibatulá es tranquilo y comprensivo, un símbolo de cortesía que siempre ha llevado un estilo de vida humilde”, dijo Hajji Saifidad Aka, anciano de la aldea del nuevo líder de Rigi, en la provincia de Kandahar.

Tanto por su modesta educación como por sus apacibles modos, Maulawi Haibatulá, actualmente cincuentón, a veces es comparado con el líder fundador del movimiento, Mulá Muhammad Omar, quien aborrecía la publicidad… en parte debido a la creencia de que él derivaba su legitimidad de una conexión con Dios y no de un mandato popular.

Eso difería enormemente del estilo de Mansour, quien se volvió una figura mucho más pública y pragmática en los meses posteriores a que lanzara su postulación por el poder en 2015. Se ganó la profunda enemistad de muchos comandantes con sus estrechos vínculos políticos con Pakistán, su violenta búsqueda de comandantes que no se inclinaban ante él y, particularmente, su generosa vida y control sobre tanto una fortuna personal de drogas y las finanzas generales del talibán.

“Mansour era el hombre del dinero, esa era su fuerza clave. ¿Qué otra insurgencia convierte a su contador en el mandamás?” dijo Franz-Michael Mellbin, el embajador de la Unión Europea y representante especial ante Afganistán. “Será importante ver qué ocurre con el flujo de dinero”.

Una parte de los flujos de financiamiento individual pudieran haberse interrumpido tras la muerte de Mansour, pero oficiales afganos y estadounidenses dicen creen que el flujo mayor no sufrirá cambios porque existe una robusta burocracia supervisándolo.

Además de su gozo nada característico de un rico estilo de vida, Mansour mostró impulsos contradictorios.

Indicó que él pudiera conducir al talibán a la mesa de negociaciones, pero en la víspera de la primera ronda de pláticas con el gobierno afgano, repentinamente desapareció, apagando sus teléfonos. (Sus registros de viaje, filtrados tras su muerte y confirmados posteriormente por oficiales pakistaníes, lo mostraban saliendo de Quetta con rumbo a Dubái, en Emiratos Árabes Unidos, durante ese periodo.)

Haibatulá, por otra parte, ha sido visto como una personalidad más constante: un disciplinario, académico y juez que ha vivido una vida modesta de estudios religiosos y citas ante cortes, con base en los detalles de su vida unidos a partir de entrevistas con amigos y otros talibán.

El padre de Haibatulá era imán de una aldea en el distrito Panjwai de Kandahar. Como no poseía tierras o huertos, la familia dependía de lo que la congregación le pagaba al imán en efectivo o cosechas. El joven Haibatulá empezó sus estudios bajo la atenta mirada de su padre, y cuando la familia emigró a Quetta tras la invasión soviética, él continuó en uno de los primeros seminarios establecidos en el barrio Sarnan, con base e pobladores y figuras del talibán que lo conocen.

Después de que el talibán arrasara hasta el poder nacional en 1996, uno de sus primeros puestos fuera en la provincia de Fara, como parte de la temida policía del “vicio y virtud” que impartía castigos a quienes tenían barbas cortas o cabello largo, por ejemplo. Pero, pronto, Haibatulá fue mudado a Kandahar y convertido en instructor en la Madraza Yihadí, el seminario de alrededor de 10,000 estudiantes a los que Omar cuidaba personalmente.

Como moldeador de la ideología talibán en Quetta, Haibatulá tenía un perfil suficientemente alto para ser blanco de asesinato. Ibrahim, estudiante de Haibatulá, recordó un intento de asesinato en su contra hace aproximadamente cuatro años, por el cual el talibán responsabilizó más tarde a los servicios de inteligencia afganos.

“Durante una de sus conferencias en Quetta un día hace alrededor de cuatro años, un hombre se paró entre los estudiantes y apuntó una pistola a Mawlawi Haibatulá a corta distancia, pero la pistola se atascó”, recordó Ibrahim. “Él estaba intentando dispararle a él, pero falló, y el talibán corrió a derribar” al hombre, dijo, agregando que Haibatulá no se había movido en todo el caos.

Mujib Mashal and Taimoor Shah
© The New York Times 2016