
Baja California no puede seguir perdiendo a sus jóvenes a manos de policías y de sicarios
Un caso, otro más, de jóvenes desaparecidos que luego son localizados sin vida por los colectivos de madres buscadoras, tuvo lugar ahora en San Quintín donde todo comenzó con el hallazgo de una oreja.
Los restos de 8 muchachos de quienes nada se supo desde el pasado 1 de junio fueron encontrados en un vehículo tipo camper y en dos fosas clandestinas excavadas en Bahía de los Angeles, a 40 minutos de distancia del rancho al que iban a trabajar.
Recordemos que e 17 de abril pasado en Ensenada, cinco muchachos desaparecieron en circunstancias similares: salieron de con rumbo a un rancho en Valle de Guadalupe y desaparecieron aunque esa vez, el rastro llevó hasta 20 policías municipales del gobierno de Claudia Agatón.
Pocos días antes, el 7 de marzo, cuatro jóvenes que habían sido detenidos también por policías municipales ensenadenses, tras un operativo en el que 10 muchachos fueron aprehendidos y solo 6 fueron presentados ante la autoridad correspondiente, lo que significa que esos cuatro se desvanecieron en el camino.
Pero estos hechos han cobrado dimensión internacional pues hace un año y un mes, en mayo del 2024, tres jóvenes surfistas extranjeros desaparecieron en Ensenada y solo mediante labores de investigación con tecnología del FBI fue posible localizar sus cuerpos, junto con el de un desconocido cuyo cuerpo nadie había reclamado.
Y fue a principios de este 2025 cuando 5 cuerpos humanos fueron descubiertos en La Rumorosa el 22 de enero, como siempre, por colectivos de madres buscadoras.
Los trabajos efectuados en el poblado del mismo nombre llevaron a estas mujeres a excavar entre brechas donde descubrieron una camioneta abandonada y cuatro cuerpos apilados así como un cráneo humano.
Podríamos remontarnos hasta el caso de los jóvenes desaparecidos en el triángulo de los antros en Mexicali el 8 de marzo del 2023.
Como lo advertimos en una columna sobre el tema, Baja California no puede seguir perdiendo a sus jóvenes a manos de policías y de sicarios del crimen organizado, que muchas veces son lo mismo.