Paulinho da Viola: Los ritmos de hoy empobrecen la samba

La voz suave de Paulinho da Viola ha acompañado a los brasileños durante medio siglo. Es memoria viva de la samba, que celebra su centenario llena de vitalidad pero, según el artista, empobrecida por los ritmos acelerados de la vida y de la música de hoy en día.

A sus 74 años, este compositor y cantante de sonrisa perenne no tiene la fama internacional de coetáneos como Caetano Veloso o Gilberto Gil, pero en Brasil es una institución, uno de sus sambistas más entrañables y una referencia ineludible a la hora de hablar de la música de raíces africanas que ha hecho latir al país por décadas.

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Solo con su guitarra, Paulinho fue el encargado de abrir los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro con su interpretación delicada del himno brasileño y, con esa misma calidez y tranquilidad con la que cantó para millones, hace balance del ritmo más internacional de Brasil en la intimidad de su hogar, en una entrevista con la AFP.

La voz suave de Paulinho da Viola ha acompañado a los brasileños durante medio siglo. Es memoria viva de la samba, que celebra su centenario llena de vitalidad pero, según el artista, empobrecida por los ritmos acelerados de la vida y de la música de hoy en día.

A sus 74 años, este compositor y cantante de sonrisa perenne no tiene la fama internacional de coetáneos como Caetano Veloso o Gilberto Gil, pero en Brasil es una institución, uno de sus sambistas más entrañables y una referencia ineludible a la hora de hablar de la música de raíces africanas que ha hecho latir al país por décadas.

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Solo con su guitarra, Paulinho fue el encargado de abrir los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro con su interpretación delicada del himno brasileño y, con esa misma calidez y tranquilidad con la que cantó para millones, hace balance del ritmo más internacional de Brasil en la intimidad de su hogar, en una entrevista con la AFP.

“La samba se mantiene viva porque el pueblo no la deja morir”, asegura Da Viola en el salón de su casa, de grandes ventanas, rodeado de vegetación tropical en el oeste de Rio de Janeiro.

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Ese ritmo que emergió en Bahia y se consolidó en la segunda mitad del siglo XIX en Rio -la antigua capital- con la llegada de esclavos negros del norte, fue cultivándose como una expresión clandestina hasta que en 1916 salió oficialmente a la luz, con el registro en la Biblioteca Nacional de “Pelo Telefone”, considerada la primera samba de la historia.

Desde esos tiempos de Pixinguinha, Donga o Sinhô, considerados los padres del género, la samba sobrevivió a dictaduras, “a los Beatles y a los Rolling Stones” y a todo tipo de estigmas, como cuando los jóvenes sambistas como Paulinho -recuerda- eran considerados unos “malandros” y los productores les compraban por unos centavos los derechos de canciones que los harían millonarios.

Catapultado al mundo por el carnaval y las festivas escuelas de samba, este género ligado al ADN brasileño se mantiene vivo a diario en calles y bares y va mucho más allá de lo musical.

“Yo vi muchas veces ensayos en que uno notaba que toda aquella manifestación de cantos, de sambas bonitas, que a veces hablaban de cosas tristes, era una catarsis, una forma de decir: oye, aquí yo domino, aquí yo mando en mí”, expresa emocionado este mulato alto, de pelo crespo blanco.

– Simplificar el ritmo seductor –

Paulinho no tiene prisa. Llegó atrasado a la entrevista porque estaba practicando Tai Chi y alarga sus respuestas sin mirar el reloj. En cada reflexión, acaricia las palabras con su voz aterciopelada, y transmite paz.