Princeton, ‘el club campestre más placentero’, asume la enorme división de clases

PRINCETON, Nueva Jersey – Son pocas las instituciones estadounidenses que tienen una historia de exclusión como la de la Universidad de Princeton.

Francis Landey Patton, su rector a finales del siglo XIX la llamó “el mejor club campestre de Estados Unidos”. F. Scott Fitzgerald hizo que la oración fuera más literaria y más famosa: “el club campestre más placentero de Estados Unidos”. Woodrow Wilson, otro rector de Princeton, se convirtió en un personaje nacional durante su campaña para hacer que se abrieran los clubes para comer de la elite de la universidad. Fracasó.

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Y el periodista sensacionalista Upton Sinclair describió a Princeton como “la más perfecta escuela de esnobismo en Estados Unidos” con “pocos judíos” y “sin negros”. Ya entrados los 1950, algunas de las generaciones entrantes no incluyeron a un solo afro-estadounidense.

Esta historia (del libro “The Chosen” por Jerome Karabel) hace que los acontecimientos recientes sean todavía más asombrosos. También hace que sean una lección sobre cómo otras instituciones estadounidenses pueden responder a un desafío central de nuestro tiempo: la radicalización de la división de clases y un estancamiento generalizado de los niveles de vida.

“Esto es lo que hace que me levante por las mañanas”, dice Christopher Eisgruber, quien creció en Indiana y Oregón, asistió a Princeton, se convirtió en erudito de la Corte Suprema y ahora es el rector de la universidad. “Yo reconozco que este lugar tuvo un efecto transformador en mi vida. Oigo decir eso a tantos de nuestros egresados. Y yo me levanto en las mañanas pensando en cómo puedo hacer para llevarles esa experiencia a más personas”.

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Eisgruber y sus colegas han hecho progresos reales y rápidos. Princeton estuvo, hasta hace poco, entre las universidades menos económicamente diversas del país, pasando por alto a cientos de estudiantes de bachillerato cualificados, de bajos ingresos. Cuando yo solía hablar a la universidad para preguntar sobre el tema, apenas si podía conseguir que alguien tomara la llamada.

No más. Solo 6.5 por ciento de la generación del 2007 recibió subvención Pell, que es típico que sea para los estudiantes en la mitad de hasta abajo de la distribución del ingreso. La parte de la generación del 2017 que se gradúa la semana entrante es 14.9 por ciento. La proporción de nuevo ingreso de la generación, tanto en este año como en el siguiente, es de 21 por ciento.

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Los cambios tampoco se tratan solo de las estadísticas. Princeton también está inscribiendo a más estudiantes de clase media y a extranjeros de bajos ingresos que no son elegibles para las subvenciones Pell.

Los miembros del nuevo proletariado de Princeton se refieren a sí mismos como “FLI” – iniciales en inglés para la primera generación de bajos ingresos – y no doran la píldora sobre sus experiencias. Es frecuente que lleguen con una formación académica irregular. Tienen que encajar en el trabajo en clase, en las actividades extracurriculares y en el trabajo en el campus, nota Monica Magalhaes, quien cursa el último año y es de Newark. Hacen compromisos que ni siquiera se les ocurren a los estudiantes adinerados (de los que todavía hay muchos).

Este año, a My Bui, en primer año, de St. Paul, Minnesota, le ofrecieron una pasantía atractiva en el sistema de escuelas públicas en Washington, y algunos de sus amigos estaban confundidos porque no dijo que sí inmediatamente. “Es que no puedo costearme la vida en D.C.”, les decía.

Aun así, la gran mayoría de estudiantes FLI están teniendo éxito gracias a su talento, determinación y apoyo de sus pares. Su tasa de graduaciones es de 93 por ciento, solo unos cuantos puntos por debajo del promedio. Su satisfacción de conjunto también es similar, muestran las encuestas. Es cosa segura que Princeton seguirá produciendo una cantidad desproporcionada de magistrados de la Corte Suprema, congresistas, altos directivos de empresas y otras personas de influencia, y que estos estudiantes estarán entre ellos.

Versiones de la historia de Princeton también están ocurriendo en otras partes. Yale, donde yo fui un estudiante subvencionado hace 25 años, también ha incrementado su proporción de Pell; entre los estudiantes de primer año del ciclo escolar pasado, cada una de las partes de Yale y Princeton sobrepasó a la de Harvard, que había sido la líder. Franklin & Marshall, a pesar de tener un fideicomiso más reducido, sigue siendo líder. Al igual que Amherst. La universidad de Washington en San Luis está presentando un empuje muy necesario.

Sin embargo, por cada universidad como éstas, hay otra a la que parece no importarle mucho. En conjunto, la diversidad económica en los colegios de primer nivel no se está moviendo (y está bajando en las instituciones públicas, gracias a los recortes presupuestales), según el Indice de Acceso a las Universidades más reciente de “The New York Times”.

Entre las rezagadas están las universidades de Chicago, Notre Dame, Penn, Tufts, Oberlin, Bates, Bryn Mawr y Wake Forest. “Necesitamos ver que más de las instituciones mejor dotadas toman esto seriamente”, dijo Tony Marx, el ex rector de Amherst, quien administra la Biblioteca Pública de Nueva York.

Princeton, obviamente, no resolverá los problemas del país. Sin embargo, Eisgruber, con todo, habrá hecho algo importante: crear la urgencia en su propia comunidad sobre la división de clases en Estados Unidos; una división que ha llevado al enojo, la alienación y la situación política más preocupante en décadas.

A otras instituciones les podría ser útil esta urgencia. Si su escuela, organización religiosas, asociación vecinal o corporación no está haciendo algo para abordar este estancamiento en los estándares de vida, debería preguntarse por qué no. Casi todos nosotros podríamos estar haciendo más.

Incluida Princeton. Eisgruber dice que espera lograr que se aumente un poco más la subvención Pell, y ampliar las inscripciones para crear oportunidades para más estudiantes. No se pueden revertir de inmediato algunos cuantos siglos de exclusión.

DAVID LEONHARDT
© 2017 New York Times News Service