¿Pudiera ser este el fin de las melodías rimadas de Paul Simon?

VIENNA, Virginia _ Paul Simon dice que está listo para renunciar a hacer e interpretar música, 61 años después de que empezó a los 13 años de edad. “Nos acercamos al fin”, dijo en una entrevista reciente, al discutir las misteriosas epifanías que ofrecieron algunas de sus canciones más grandiosas, las cualidades tóxicas de la fama y su anhelo de explorar cuestiones de espiritualidad y neurociencia.

“El mundo del espectáculo no tiene ningún interés para mí”, dijo Simon. “Ninguno”.

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He aquí porque uno podría considerar creerle.

A los 74 años de edad, a menudo necesita 15 horas de sueño de un tirón. El otro día, en una actuación en Filadelfia, miró desde el escenario y le sorprendió ver cuatro montañas en el horizonte. Cuando se puso los lentes, se dio cuenta de que las montañas eran realmente grandes toldos blancos. Su voz se ha mantenido mucho más tiempo de lo que tenía derecho a esperar pero necesita frecuentes días de descanso.

Mientras que la mayoría de las estrellas de su generación, poco sorprendentemente, están dando sus mejores conciertos de éxitos, si acaso, el nuevo álbum de Simon está compitiendo con los de Drake y Beyoncé en las clasificaciones de música pop, y con Radiohead y Deerhoof en las ondas radiales universitarias.

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Así que Simon pudiera dejar el escenario público con un último disco exitoso y recuerdos finales de actuaciones de gran energía por parte de su grupo de gira, una colección de músicos virtuosos con raíces en Latinoamérica, África y Estados Unidos que están dando giros dinámicos y alegres al canon de Simon y sus canciones más recientes. Su gira por Norteamérica llegó a su fin recientemente en Forest Hills, Queens, donde creció, fue a la escuela y conoció a un chico llamado Art Garfunkel.

Para su público, al menos, terminar el capítulo estadounidense de su carrera en Queens, donde empezó, sería un punto culminante lleno de historia y emoción. Simon insiste en que el lugar no tiene valor sentimental para él, pero señaló que fue el último escenario donde tocó con Garfunkel, de quien está alejado, como lo ha estado esporádicamente desde que se volvieron adultos.

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“Es un acto de valor soltar amarras”, dijo Simon. “Voy a ver qué sucede si las suelto. Luego voy a ver ¿quién soy? ¿O soy solamente esta persona a la que definió lo que hizo? Y si eso acaba, si uno tiene que reconciliarse con uno mismo, ¿quién es?”

Quizá, dijo, esas preguntas son un desperdicio.

Sin embargo, nada _ ni un momento _ en un día con Paul Simon sugiere a un hombre listo para retirarse de las búsquedas que han absorbido su vida. Antes de un concierto reciente en el Filene Center en Wolf Trap en esta ciudad, mantuvo a su grupo en el escenario durante dos horas en medio del pantanoso calor de la tarde, verificando el sonido y afinando canciones.

Su nuevo álbum, “Stranger to Stranger”, fue lanzado esta primavera con una gran cantidad de reseñas elogiosas. Las actuaciones de su grupo de gira se elevan con momentos de “placer y jolgorio”, como lo describió Mark Stewart, un guitarrista (y chelista y ejecutante de flauta de PVC). El álbum y un sencillo, “Wristband” han estado entre las principales canciones tocadas en la radio universitaria. Él tiene una historia detallada para cada melodía,lírica y musicalmente.

“Estaba cenando con Paul Muldoon, el poeta, y dije: tengo este título que no sé si quiero conservar, ‘Wristband’”, dijo Simon. “Él respondió: ‘Es un buen título. Pudieras abordar muchas cosas con ese título, deberías conservarlo’”.

Algún tiempo después, se atoró mientras trabajaba en la letra que involucraba a un músico que sale a un callejón detrás de un club y se queda atrapado afuera, incapaz de volver a entrar sin una pulsera (wristband, en inglés). No estaba seguro de qué pasaría en la canción.

“De la nada, dije, pulsera, es solo una metáfora para ‘no puedes entrar. No tienes lo que se necesita’”, dijo Simon. “Y así es como continuó. Esa batalla se está librando ahora, los ricos y los pobres”.

Sus éxitos en la música popular cubren seis décadas, dándole un raro último éxito creativo. En 1957, cuando tenía 15 años, él y Garfunkel, tocando como Tom y Jerry, tuvieron un éxito menor con “Hey, Schoolgirl”. En 2016, “Stranger to Stranger” alcanzó el número uno en las listas de Billboard para el álbum de mejores ventas y el mejor álbum de música estadounidense/folclórica. Pudiera ponerlo de nuevo en la competencia por un Grammy entre músicos 40 años más jóvenes que él. (Ya ha ganado tres Grammys por el Álbum del Año.)

Se afana en la música y en la letra, dijo, poco dispuesto a aceptar lo que habría sido satisfactorio para él unos años antes, sintiéndose estancado. Luego las canciones avanzarán a saltos.

“Tenía 21, quizá 22, cuando escribí ‘The Sound of Silence’, que me parece un gran salto de donde estaba antes de eso”, dijo. “Y por qué o dónde, no tengo idea. Pensé lo mismo cuando escribí ‘Bridge Over Troubled Water’; vaya, esa canción es mejor de lo que he estado haciendo. Diferentes acordes y algo especial en ello. La misma sensación con ‘Graceland’ y ‘Still Crazy After All These Years’”.

Los éxitos lo desconciertan, dijo. “De pronto estás ahí, y te sorprende. Eso me sucedió algunas veces cuando surge alguna línea, cuando yo soy el público y es real, y tengo que detenerme, porque estoy llorando. No sabía que iba a decir eso, no sabía que iba a sentir eso, no sabía que era verdaderamente real. Tengo que detenerme y recobrar el aliento”.

Hizo una pausa, luego añadió: “No sucede con demasiada frecuencia”.

Con ese don vino la popularidad, una fuerza desconcertante en la vida de cualquiera, dijo.

“He visto la fama convertirse en absoluto veneno cuando era un niño en los años 60”, dijo. “Mató a Presley. Mató a Lennon. Mató a Michael Jackson. Nunca he conocido a alguien que haya conseguido una enorme cantidad de fama que no se sintiera, como mínimo, confundido por ella y pasara momentos muy difíciles tomando decisiones”.

Tiene una gira europea programada para el otoño, cuando cumplirá 75 años. Luego sus planes vagos son ir a la deriva y viajar por un año, dijo, quizá con su esposa, la música y compositora Edie Brickell, si su trabajo se lo permite.

Por ahora, ha empezado a ensayar canciones para los últimos momentos en Forest Hills, incluida una canción de Elvis, “That’s All Right (Mama)”.

Y si ese resulta ser el final, está perfectamente bien para él.

“No le tengo ningún temor”, dijo.

Jim Dwyer
© 2016 New York Times News Service