Reseña: ‘Rogue One’ tiene la marca Star Wars… pero la fuerza no la acompaña

El gran misterio de Rogue One: Una Historia de Star Wars —su mayor recompensa, lo que la gente como yo quería divulgar, el rompecabezas que todos queríamos resolver— permanece en el viejo ciclo de Star Wars. La nueva película solo nos muestra algunos consejos y las tardías apariciones de los personajes clásicos que animaron a los fanáticos. La última escena nos dice exactamente dónde estamos, y por qué debemos estar atentos a todo lo que vimos.

¿Eso es suficiente para justificar la nueva entrega, centrada en la fractura de la alianza rebelde y las luchas por el poder imperial? Es una gran pregunta. Sin embargo, millones de personas se sentarán a ver esta película mediocre (dirigida de forma muy básica por Gareth Edwards, con un guion frenético de Chris Weitz y Tony Gilroy) y se convencerán de que es perfectamente encantadora. Claro que es mucho más fácil obedecer que resistir.

- Publicidad-

La advertencia enviada por el imperio Disney al invitar a los periodistas a que “continúen siendo nuestros socios en este viaje”, sonó como si desafiar su visión fuese algo inconcebible, aunque “socio” bien podría ser un sinónimo de “cómplice”. Pero el mandato de los estudios de no “revelar la trama y los detalles de la historia” ya nos indicaba los pocos y efímeros placeres que este película proporcionaría. Esto no siempre ha sido así.

La primera trilogía de Star Wars era fresca, llena de energía rebelde, y conllevaba el aprendizaje de los nombres de todos los planetas y aventureros galácticos, lo que se convirtió en una forma de diversión para varias generaciones de fanáticos. Esta entrega nos recuerda a los aburridos libros de texto del colegio, llenos de ejercicios inútiles que parecen infinitos. El título de Rogue One proviene de un carguero imperial que fue tomado por los combatientes rebeldes, pero supuestamente es una heroica historia de rebelión, aunque su verdadero espíritu le pertenece al imperio.

Como los combatientes del planeta Scarif, que está rodeado de un impenetrable escudo atmosférico, los espectadores quedarán atrapados dentro del mundo de Rogue One donde estarán sometidos a sus leyes y caprichos. No podrán escapar, porque su deseo de escape es lo que los llevó a las salas de cine. Quizá exagero un poco. El reparto es maravilloso. Felicity Jones es una gran apuesta al universo de Star Wars, siempre poblado por grandes heroínas. Ella interpreta a Jyn Erso, la hija de Galen Erso (Mads Mikkelsen), un científico de lealtades un poco ambiguas.

- Publicidad -

Pero el que no es ambiguo en lo absoluto es Ben Mendelsohn quien encarna a Orson Krennic, un maravilloso villano burlón que siempre viste un impecable uniforme blanco con una capa que ondea mientras camina por la nave. Al principio del filme, las idealistas tendencias jedi de Jyn están enmascaradas bajo una capa de cinismo. Para los rebeldes es una sospechosa, el imperio la desprecia y tiene sentimientos encontrados sobre Vi Gerrera (Forest Whitaker), el militante radical que la cuidó durante la ausencia de su padre.

Cuando se anuncia una misión —yo no debería decir mucho al respecto, pero involucra grandes riesgos, planificación y batallas aéreas— Jyn la acepta y reúne a una tripulación controversial. Hay un renegado piloto imperial (Riz Ahmed), un tipo duro (Diego Luna), un monje ciego (Donnie Yen), un guerrero barbudo (Wen Jiang) y, por supuesto, un androide chistoso que habla en tono sarcástico (Alan Tudyk).

- Publicidad -

La película tiene todas las piezas necesarias para que funcione, como en una caja de Lego. El problema es que los cineastas no se preocuparon por hacer algo interesante. En una tarde lluviosa cualquier pareja podría ver una película de aventuras, que probablemente tendría mejores diálogos que Rogue One. Las tramas y subtramas se trataron de manera torpe y los temas que podrían conectar esta entrega con los mitos mayores de George Lucas no fueron desarrollados. Siempre estamos esperando más y menos. Hay demasiados personajes, demasiadas explicaciones tácticas y técnicas, demasiado chismorreo político.

Pero, al mismo tiempo, no se muestra bien la dinámica filial entre Galen y Jyn, y los problemas éticos y estratégicos de la rebelión no reciben el tratamiento adecuado. ¿Cuándo el fin justifica los medios? ¿qué clase de sacrificio es necesario para poder servir a una causa noble?

El arte popular —lo que incluye a Star Wars— ha demostrado que puede explorar este tipo de preguntas con claridad y vigor. Pero Rogue One no tiene esas ambiciones, no tiene la voluntad de persuadir a la audiencia de otra cosa que no sea la fuerza de la marca. A pesar del coro de publicistas que nos decían que éramos sus socios en este viaje, la única fuerza que sentimos con este filme es la fuerza de la costumbre.