Sacudir el Poder Judicial en nuestro país no es fácil y pasa por muchas interrogantes pero de lo que no cabe duda es que para los más necesitados, la justicia es un lujo que no se pueden dar
Sin duda la reforma al Poder Judicial ha sacudido a uno de los pilares de la división de poderes que junto con el Ejecutivo y el Legislativo, constituyen los pilares de una democracia, misma que queda plasmada en nuestra Constitución Política, para ser precisos lo refiere el Título Tercero en su Capítulo I acerca de la División de Poderes:
“Artículo 49. El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial. No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo el caso de facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, conforme a lo dispuesto en el artículo 29. En ningún otro caso, salvo lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 131, se otorgarán facultades extraordinarias para legislar”.
Las posturas en torno al tema de la reforma “han dividido al país”, repiten las voces que olvidaron que nuestra nación estaba prendida con alfileres como lo dijera el ex presidente Zedillo tras el error de diciembre, pero aquí cabe la pena recordar cómo se manejaban jueces y magistrados en nuestra entidad.
Por principio, y a diferencia de los gobernadores, alcaldes y diputados que primero con gusto daban la cara a los medios de comunicación hasta que se vieron escudriñados a los ojos de la opinión pública, los jueces preferían moverse en las sombras, porque esto les permitía y les sigue permitiendo, impartir la justicia en forma discrecional.
Vayan dos anécdotas cercanas a nuestra Baja California. En un caso, el entonces magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia del estado, Oscar Careaga Villavicencio se incomodaba cuando le preguntaba sobre el destino del Fondo Auxiliar para la Administración de Justicia, integrado por las fianzas, las casas, carros y joyas asegurados y todo aquel bien no reclamado, que en la letra debían ser destinados a mejorar las condiciones de los juzgados, pero que los magistrados y jueces se repartían como botín cada fin de año. Años después otro magistrado presidente, Miguel Angel Barud, declaró que dicho fondo se fue desapareciendo para evitar malversaciones.
En otro caso, un magistrado que fue subprocurador de Justicia en Tijuana, tenía en su casa del fraccionamiento El Paraíso dos proyectos de sentencia en torno a una valiosa herencia. Ambas debidamente sustentadas para favorecer a aquella parte de la familia que llegara con el portafolios más pesado.
Es obvio que sacudir el Poder Judicial en nuestro país no es fácil y pasa por muchas interrogantes pero de lo que no cabe duda es que para los más necesitados, la justicia es un lujo que no se pueden dar.