Salud Personal: Hipertensión en niños

© 2016 New York Times News Service

La diabetes no es la única enfermedad de “adulto” en aumento en niños y adolescentes. La hipertensión también se ha vuelto más común, en buena medida debido a un aumento en la obesidad en los jóvenes, aunque a menudo un trastorno subyacente – y tratable – es la causa.

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Expertos dicen que ni padres de familia ni los médicos de sus hijos son conscientes en la medida suficiente de este problema de salud y sus consecuencias potencialmente serias, incluyendo perdurable daño a órganos. Con demasiada frecuencia, dicen estos expertos, no se detecta presión arterial anormalmente alta en menores o se nota pero no se considera de seriedad.

Normas nacionales asientan que la presión arterial debería medirse anualmente en niños, a partir de los 3 años. En general, la presión de niños debería ser más baja que la de adultos. En adolescentes, por ejemplo, una presión arterial de 120 sobre 80 milímetros de mercurio se considera que es pre-hipertensión, condición que sienta las bases para la hipertensión plena.

Entre menores de 3 a 18 años en general, presenta pre-hipertensión 3.4 por ciento, en tanto 3.6 por ciento tiene hipertensión, informaron médicos del Hospital General de Massachusetts. Un estudio reciente entre atletas de educación secundaria y preparatoria en Filadelfia arrojó que 20 por ciento tenía sobrepeso y 24 por ciento era obeso, en tanto casi 15 por ciento de los estudiantes-atletas tenía hipertensión.

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En adolescentes que son obesos, más de 30 por ciento de los varones y entre 23 y 30 por ciento de las jóvenes presentan pre-hipertensión o hipertensión, escribieron la Dra. Margaret Riley de la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan y el Dr. Brian Bluhm de Integrated Health Associates en Ann Arbor, Michigan, en la revista Médico Familiar Estadounidense. Sin embargo, en menores hasta 18 años, “el diagnóstico de hipertensión se pierde en la mayoría de los casos”, escribió el mes pasado el Dr. Goutham Rao, presidente de medicina familiar y comunitaria en Hospitales Universitarios de Cleveland, en la revista de Pediatría.

“En tres cuartas partes de menores con presidente-hipertensión e hipertensión, la condición no se detecta”, dijo en una entrevista. Entre ellos estuvo un joven de 13 años en Pittsburg con presión arterial de 180 sobre 100. No se hizo nota alguna en la tabla del menor sobre su presión sanguínea seriamente elevada, como tampoco se sugirió seguimiento alguno para determinar una causa y prescribir un remedio, dijo Rao.

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Una importante barrera para el diagnóstico, dijo, “es la falta de conocimiento de médicos sobre la manera de tratar la presión alta en menores. Mientras más médicos sepan del tratamiento, mayores probabilidades tienen de hacer un diagnóstico”.

Otro viejo obstáculo para los médicos es que la definición de presión sanguínea normal en menores depende del sexo del menor, su edad y estatura, con lecturas de presiones rondando el percentil 90 y más arriba consideradas dañinas. La hipertensión plena en niños se define como la presión en el percentil 95 y más. Para adultos, solo se emplea una medida para definir la hipertensión. Los promotores encontraron que las tablas de presiones normales en la infancia desplegadas en ambientes médicos eran consultadas rara vez en la prisa usual de una visita de rutina, dijo Rao.

Los registros médicos electrónicos, actualmente usados en muchos consultorios médicos, pudieran superar estar barrera porque pueden calcular dónde en el espectro de la presión sanguínea cae un niño tan pronto como se ingresa la lectura, y destacar de inmediato algún problema.

Los padres de familia, de igual forma, son parte del problema de diagnósticos errados. “Los padres tienen muy poca conciencia de que sus hijos pudieran tener hipertensión, y no logran asegurarse de que el médico lo revise y les dé el resultado”, dijo Rao. “Los padres deberían preguntar en cada visita. ‘¿Le revisó la presión arterial a mi hijo? ¿Está bien?'”

Un problema ulterior es la mal llamada hipertensión de abrigo blanco: si un menor está molesto o nervioso en el consultorio médico, la presión arterial pudiera ser más alta de lo acostumbrado. Los niños deberían sentarse en calma durante alrededor de 10 minutos antes de que se mida la presión, con dos mediciones más si la primera es alta. Si las tres lecturas en su totalidad son altas, el menor debería regresar para visitas de seguimiento; un diagnóstico de hipertensión en menores depende de encontrar una lectura alta en tres ocasiones por separado.

Otra opción consiste en tomar mediciones ambulatorias de presión sanguínea con un pequeño aparato usado por el menor durante 24 horas, que registre automáticamente la presión cada 20 minutos, aproximadamente. Si la presión de un menor es consistentemente más alta de lo normal, debería revisarse nuevamente cada seis meses.

La presión arterial se determina mediante el equilibrio entre la salida de sangre del corazón y la resistencia al flujo sanguíneo en las arterias. Mientras mayor la resistencia, más duro tiene que trabajar el corazón para llevar sangre rica en oxígeno al cerebro y los puntos más lejanos del cuerpo. Una importante consecuencia de no atenderse la tensión arterial elevada en menores de edad es el agrandamiento de la principal cámara de bombeo del corazón.

La hipertrofia del ventrículo izquierdo, como se conoce a la condición, “puede desarrollarse en tan solo unos pocos años en niños con hipertensión”, dijo Rao. “Si la hipertensión de un niño se detecta y se controla, el agrandamiento se revertirá. Pero si no es tratada, tan solo empeora” y puede, con el tiempo, conducir a falla cardiaca.

Otras consecuencias de hipertensión no atendida en menores incluyen aterosclerosis, el trastorno arterial que conduce a enfermedad cardiaca y embolia más adelante en la vida.

Es crucial identificar la causa subyacente de la hipertensión en un menor para corregirla y prevenir serias consecuencias. Además de obesidad, que es quizá la causa más desafiante de revertir, los trastornos que pueden causar hipertensión en menores incluyen una amplia variedad de enfermedades del riñón, enfermedades pulmonares, defectos del corazón, anormalidades hormonales, apnea obstructiva del sueño, trastornos genéticos y el uso de ciertos medicamentos, así como algunos fármacos de venta sin receta médica y tanto medicamentos para mejorar el desempeño como suplementos nutricionales.

Cuando tener sobrepeso o ser obeso probablemente es la causa, los cambios en el estilo de vida son la ruta preferida para reducir la presión arterial. Rao recomienda “establecer objetivos intermedios que reviertan gradualmente los riesgos del menor, en vez de fijar objetivos que son imposibles en las primeras etapas” y pueden desalentar esfuerzos ulteriores.

El enfoque debería incluir una dieta baja en calorías que haga énfasis en vegetales, fruta fresca, fibra y lácteos no grasos; una reducción en el consumo de sal; ejercicio físico con regularidad y con miras a un objetivo de 30 a 60 minutos de actividad aeróbica la mayoría de los días; límites al tiempo frente a la pantalla y trabajar con miras a un máximo de dos horas al día pasadas en actividades sedentarias y no-académicas.

Si la presión arterial sigue alta pese a cambios en el estilo de vida, o si no es posible revertir causas subyacentes de hipertensión, hay medicamentos que pueden ayudar. Riley y Bluhm enumeraron los diuréticos tiazídicos, inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina, bloqueadores del receptor de la angiotensina II, beta bloqueadores y bloqueadores de los canales de calcio como “seguros, eficaces y bien tolerados en menores”.

Jane E. Brody
© The New York Times 2016