“Satisfechas… pero no tanto”

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Ambiguos humanos: la presente es para informarles que sí, que nos satisface el que sus pensares, tan cambiantes y hasta contrapuestos, se hayan fijado en nosotras y tomado en cuenta en numerosas facetas de su existir.

Nos satisface el que, por anfibios, desde la antigüedad nos hayan considerado símbolos de tierra y agua y relacionado con la fecundidad, así como que nos usaran en diversos ritos para desencadenar la lluvia. El psiquiatra y ensayista suizo C.G. Jung dijo de nosotras: “Por su anatomía… representan, entre los animales de sangre fía, una anticipación de los humanos”; pero es en las leyendas y en los cuentos folclóricos donde está nuestro reinado popular; en dichos relatos, de feos animales, según ustedes, los humanos, hasta nos convertimos en hermosos príncipes por obra y gracia de uno de sus sentimientos más preciados: el amor.

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Igualmente nos satisface que, según el hinduismo, se llegara a creer que un gigantesco ejemplar de nuestra especie soportaba sobre su espalda el peso del universo y que en el antiguo Egipto hubiera una divinidad con cabeza como la nuestra que auxiliaba y concedía la longevidad, y en ese mismo país fuimos vistas como símbolos de la resurrección, debido a las transformaciones que sufrimos en el desarrollo de nuestra existencia.

Todo lo anterior, insisto, nos satisface, pero no nos tiene nada contentas el que, en la religión judeo-cristiana, se nos tenga como animales inmundos, como se afirma en la Biblia… ¡a nosotras!… que al contrario de algunos de ustedes, ambiguos humanos, somos tan amantes del agua que vivimos en ella… También nos insatisface el que, para los considerados Padres de la Iglesia, por sus pistolas, nos dijeran que éramos encarnación de lo diabólico… y que los mismos nos dividieran en dos especies, como Yahvé hizo con los pueblos: las de tierra y las de agua, y que las primeras simbolizaran a los creyentes porque soportan el ardor de las tentaciones, y en cambio comparan a los pecadores con las de agua, pues prefieren arrojarse a la charca de los vicios apenas notan los calores de la tentación o del deseo. Y en el medioevo se nos hizo atributo y cómplices de las brujas que, entre otras cosas, utilizaban nuestros huesos para componer filtros amorosos.

Lo que en verdad nos desagrada, genera, abona y alimenta nuestra suspicacia es cuando en esas fábulas, apólogos, leyendas, como deseen llamarlas, es el que quieran ser mejores exhibiéndonos como seres perversos, que no piensan más que en perjudicar a otros, aunque sea el fin del otro… y el de nosotras mismas… Igualmente nos molesta y alimenta nuestra desconfianza e incluso resentimiento contra ustedes, los humanos, que nos muestren y nos exhiban tan presuntuosas, frívolas e insustanciales, al punto tal que llegamos al estúpido autorreventamiento material de nuestro cuerpo, cosas todas ellas que no son verdad, pues, por naturaleza, no estamos sujetas ni nos guía la envidia ni la competencia, ni nos afecta mayormente el “yoísmo” , como a ustedes, por lo que nunca atentamos de manera premeditada contra sujetos o grupos de nuestra propia especie para aniquilarlos.

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Como animalitos que somos, vivimos felices y contentas, en solitario o en grupos, en estanques, lagunas, ríos, arroyos e incluso charcas, sin atentar nunca, de manera consciente, contra nuestro medio de existencia. Y nunca se nos ha ocurrido, como a los humanos –¿por ingenuidad o por estupidez?, eso ustedes lo sabrán– pedir a los dioses un rey o cualquier otro poder suficiente para que “con rigor refrenase nuestras licenciosas costumbres”.

Por todo lo hasta aquí expuesto, los reunidos en pequeño grupo de notables de nuestra especie llegamos a la conclusión que si a alguien de entre ustedes nos parecemos, tenemos alguna semejanza, es a esos humanos que tantos de ustedes critican, rechazan y hasta reprimen y castigan… y temen: los anarquistas, esos seres que abogan por la libertad absoluta y espontánea del individuo, la supresión de toda autoridad, en particular del Estado, y de la propiedad privada.

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Deseando de todo corazón que los dioses les libren de ese Frankenstein neoliberal que es el llamado anarcocapitalismo, anarquismo de mercado, anarquismo de propiedad privada o anarcoliberalismo.