Se están secando los antiguos túneles de agua en un agostado rincón de China

TURFAN, China _ Es un viaje inverosímil que comienza en los picos más elevados de las montañas Tianshan, donde el deshielo de los glaciales desciende sobre uno de los paisajes más áridos del mundo para llegar hasta las comunidades en oasis exuberantes, en este antiguo puesto de avanzada en la Ruta de la Seda.

Impulsada por la gravedad, el agua _ pura y fría _ hace el recorrido completo bajo tierra, pasando por veintenas de canales subterráneos, algunos de los cuales tienen 24 kilómetros de longitud y más de 30 metros de profundidad, que construyeron los pastores que se asentaron en este rincón de la lejana región occidental de Xinjiang, hace dos mil años.

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Conocido como karez, el sistema de canales es una maravilla de la ingeniería que ha fascinado a los científicos desde hace mucho tiempo y ha llenado de orgullo a los uigures de esta ciudad.

“Nuestros antepasados eran asombrosos porque construyeron estos sin maquinaria”, dijo Salayidin Ndyemdin, de 29 años, cuya familia ha estado cultivando uvas en Turfán por generaciones. “Sin ellos, no podríamos vivir en un lugar tan duro”.

Sin embargo, después de milenios de alimentar a los campesinos, pastores de chivos y mercaderes transcontinentales de la región, los canales del karez de Turfán se están secando. Si bien los científicos han dicho que el calentamiento mundial ha reducido los glaciares que alimentan al complejo sistema de irrigación, una amenaza más inmediata es la demanda de agua, en aumento, para la perforación petrolera y la agricultura a escala industrial, lo cual está secando a la depresión de Turfán.

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Solo son 200 los kareces que funcionan en la región, en comparación con casi 1,800 en los 1950, según cifras del gobierno. Cada año, se secan más o menos una docena de los túneles subterráneos. Otros, se abandonan por estar contaminados con petróleo.

Shalamu Abudu, un hidrólogo en el centro de investigación Texas A&M AgriLife en El Paso, Texas, quien ha escrito extensamente sobre los túneles cavados a mano de Turfán, dijo que su desaparición amenaza una forma de vida que se ha preservado contra viento y marea.

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Turfán, notó, ocupa uno de los lugares más calientes del mundo: una depresión agostada, que carece de ríos y recibe un promedio de solo poco más de un centímetro de pluviosidad al año.

“El karez es un símbolo de nuestra civilización”, dijo Abudu, un uigur quien hasta hace poco trabajó en el Instituto de Investigación sobre los Recursos Hidráulicos de Xinjiang, un centro paraestatal. “Es algo sobre lo que nos sentimos muy emocionales”.

El agua ayuda a sostener al más de medio millón de habitantes de la región y asegura que se puedan cultivar uvas en las granjas familiares de Turfán, lo que le ha dado identidad a la ciudad durante siglos. Cenadores con parras adornan casi cada casa aquí y el paisaje rural está salpicado con imponentes torres de ladrillos de adobe para el secado, donde las uvas se convierten en pasas.

Parados bajo un enredo de parras, Miyiti Saludin, de 32 años, y su esposa, se vieron obligados a comprarle agua al gobierno municipal porque el karez del otro lado de su casa se secó hace varios años. “Solíamos tenerla gratis, pero ahora tenemos que pagar por nuestra agua y no es muy limpia”, comentó.

Llevó a un visitante a una abertura en la tierra gris blancuzca para entrar en un túnel lo suficientemente alto para caminar agachado. Cuando él era un niño, recordó, cada primavera, toda la comunidad se presentaba para limpiar el karez, llevaban cubetas para remover el cieno que impedía el flujo del agua. “Cada familia mandaba a un joven, pero ahora es difícil hacer que la gente trabaje gratis”, dijo.

El gobierno chino reconoce la amenaza para los kareces de la región y en los últimos años ha buscado prohibir la perforación de pozos nuevos que han contribuido a la caída sistemática en los niveles freáticos. En el 2008, el gobierno regional anunció un proyecto de 182 millones de dólares, fondeado, en parte, con un préstamo del Banco Mundial, para proteger y rehabilitar al sistema.

Según estimaciones gubernamentales, el acuífero debajo de la depresión de Turfán se reduce en cerca de tres millones de metros cúbicos al año, gran parte de lo cual se debe a la perforación petrolífera y a la agricultura.

A pesar de los esfuerzos por mantener vivo al sistema de los kareces, pareciera que algunos funcionarios están resignados a su desaparición. “No hay necesidad de armar un alboroto porque se están secando los kareces”, le dijo Lu Zhen, el exdirector del instituto de investigación de los recursos hidráulicos en Turfán, al periódico paraestatal Diario del Pueblo. “Es una certeza histórica que se remplacen los kareces”.

No se sabe muy bien cuáles son los orígenes del karez de Turfán, aunque los expertos notan su similitud con los qanats o canales subterráneos que se encuentran en Irán, Irak y franjas con muy poca agua en el centro de Asia.

Dado el papel de Turfán como una vital parada técnica en la parte norte de la Ruta de la Seda, Abudu, de Texas A&M, dijo que es probable que los comerciantes persas introdujeran la tecnología y luego la mejoraran los uigures locales.

“Aun cuando la longitud y el método de construcción de los kareces de Turfán son diferentes a las de otros, los principios básicos de cómo funcionan son los mismos”, explicó.

Esos principios son a la vez simples y tremendamente complejos.

La mayor parte del karez empieza al pie de las montañas Tianshan, donde se aprovechan los acuíferos subterráneos que se alimentan del escurrimiento glacial. Existe presas y embalses subterráneos, pero un sello distintivo del sistema son los muros verticales, cavados cada 10 a 11 metros, que dan acceso a los canales y permiten darles mantenimiento y ventilación.

Vistos desde el aire, los brocales parecen gigantescos montículos hormigueros que marcan la extensión del desierto sin vida.

Al construir el sistema totalmente bajo tierra, sus creadores buscaban proteger al agua de los excrementos animales, el cieno y, lo más importante, el poder del sol para evaporarla, lo que, con regularidad, provoca que las temperaturas en el verano sean de más de 43 grados Celsius.

Los habitantes comparten una profunda reverencia hacia el karez y tratan de hacer cumplir las normas por las que se prohíbe bañarse o lavar ropa directamente en los canales.

“En invierno, está caliente y en el verano, fresco”, comentó Neyemdin, el campesino, mientras bajaba las que dan acceso a un apresurado arroyo subterráneo que bordea los límites de la compacta alquería de su familia, tradicional, bardeada, a la que dan sombra unas moreras y unos emparrados.

Hace poco, el gobierno municipal instaló un acueducto para llevar agua hasta su barrio desde un embalse distante, pero Neyemdin dijo que su familia prefiere usar la del karez. “El agua entubada sabe a medicina”, notó.

Con tantos kareces que se están secando, dijo que solo es cuestión de tiempo para que él se vea obligado a comprarle agua al municipio. La idea hizo que frunciera el ceño.

“Nuestros antepasados eran tan inteligentes, se juntaban para resolver el problema del agua”, explicó. “Pero hoy ser inteligente no es suficiente para mantener vivas nuestras tradiciones”.

Andrew Jacobs
© 2016 New York Times News Service