Secretaría de Cultura: La hora de la evaluación

CIUDAD DE MEXICO (proceso).- Luego de las sentidas despedidas en el Panteón Francés y los enaltecedores tributos oficiales a Rafael Tovar y de Teresa, primer titular de la Secretaría de Cultura del gobierno federal, viene el análisis y recuento de los resultados a un año de su creación. Las visiones más optimistas consideran que aunque con deficiencias al menos ya existe la entidad, pero las más críticas señalan que de nada ha servido, y sigue manifiesto el desinterés por construir una auténtica política cultural de Estado.

Durante el homenaje que se le rindió a Tovar y de Teresa el pasado lunes 12 de diciembre en el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes (Cenart), Enrique Peña Nieto hizo un recuento de las instituciones creadas por el funcionario, fallecido el 10 de diciembre pasado, y lo colocó como el “digno heredero” de Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra, José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. Y en el tono de la más clásica retórica política del PRI, dijo:

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“Estoy seguro que el juicio de la historia sobre él, precisamente lo habrá de poner en el altar de estas grandes figuras que han servido a México.”

Dudan los analistas críticos, pues desde su llegada, por primera vez, a la presidencia del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) en 1992, varias de sus acciones fueron cuestionadas. Por ejemplo, se pidió un juicio político en su contra por casos como la construcción de un “mall” en la Zona Arqueológica de Teotihuacán y una Torre del Grupo Carso en la de Cuicuilco.

Siendo abogado de profesión, egresado de la carrera de Derecho en la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, el orden jurídico parece haber sido su talón de Aquiles. Dejó el Conaculta en el año 2000 (con la llegada del Partido Acción Nacional al gobierno federal) sin resolver su estatuto jurídico (decía entonces que no se requería de una camisa de fuerza legaloide para hacer actividades culturales).

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A su regreso al cargo, con el gobierno de Peña Nieto, se comprometió a hacer ese marco, y negó que planeara una secretaría. Finalmente fue propuesta en septiembre de 2015 por el Ejecutivo. La Secretaría de Cultura (SC) nació sin la base de una ley, sino por decreto presidencial, aprobado el 10 de diciembre de 2015 en la Cámara de Diputados. Hace un año.

Al asumir el cargo como su primer titular, prometió que en los primeros meses de 2016 tendría listo su reglamento interno, pero no fue sino hasta apenas el 4 de noviembre pasado cuando se publicó, por cierto en medio de críticas de trabajadores e investigadores de los institutos nacionales de Antropología e Historia (INAH) y de Bellas Artes (INBA), entre otras instancias. Dejó insatisfechos a varios sectores y con la sensación de haber sido elaborado a la carrera.

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La naciente SC no logró tampoco los amarres para la creación de una Ley de Cultura, para la cual se han hecho foros de discusión, diagnósticos y diferentes propuestas desde que Tovar ocupó por primera vez el Conaculta. El miércoles 14 de diciembre se instaló, en la Cámara de Diputados, el Consejo Redactor de la Ley de Cultura con el fin de entregar una propuesta de iniciativa para su aprobación el próximo 30 de enero. Se teme que exista en realidad un proyecto ya hecho que sea aprobado sin discusión en fast track.

Todo el campo jurídico, a decir de varios especialistas consultados por Proceso, pudo constituir una reforma del ahora sector cultural, pero no logró cuajar en este primer año de existencia de la SC, y lejos de constituir un paso en la resolución de problemas, la instancia parecer haberse convertido en parte de ellos.

Desde su inicio, la incertidumbre ha sido también el sino de la cultura en esta administración: ¿Quiénes serán los encargados?, era la pregunta en los primeros días, hasta que se develó el nombre de Tovar. ¿Habrá secretaría?, fue otra cuestión en su momento, y una vez aprobada, nuevamente ¿quién será su titular? Luego de meses a la espera de un reglamento que según las autoridades de la SC llegó a tener 20 borradores, y otra vez, hasta el cierre de esta edición, ¿quién sucederá a Tovar y de Teresa?

Los pendientes se acumulan y van desde el nombramiento o la ratificación de los funcionarios de la secretaría y del director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) –cuya anterior titular, María Teresa Franco, renunció desde agosto pasado–, hasta la reingeniería del ámbito y las políticas culturales que se esperaban de una nueva institución; sin embargo, se mantiene casi íntegra la estructura del desaparecido Conaculta, salvo por la incorporación de algunas entidades.

Temas como los derechos culturales, la transversalidad con el resto de la administración pública federal, las telecomunicaciones, la función de los medios públicos, la economía cultural, la reforma fiscal, la protección cabal del patrimonio cultural frente al poder de gobernadores e intereses económicos, la pertinencia de conservar el sistema de becas y apoyos a los creadores e intelectuales, y un largo etcétera siguen intocados para la SC.

Parece, pues, no estar cumpliendo con las expectativas, ni siquiera las de quienes la consideraron como una necesidad.

Paradigma inigualable

Es el caso del investigador Carlos Lara y del economista Ernesto Piedras. Aunque consideran habrá tiempo para ir robusteciendo la estructura administrativa del nuevo ente y coinciden en ver en la Ley de Cultura esa posibilidad, señalan también varios de sus pendientes.

El nada halagüeño balance del primer año de la secretaría se suma a los últimos años de Tovar y de Teresa en el proceso de desaparición del Conaculta, y aun al de sus primeras administraciones en los inicios de los años noventa del siglo pasado, cuando creó programas como el Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) o entidades como el Centro Nacional de las Artes (CNA). En ese contexto el símil hecho por Peña Nieto con las figuras de Vasconcelos, Sierra y Torres Bodet es considerado como un despropósito. Dice el doctor en ciencias sociales Paul Hersch Martínez, investigador del INAH: “Seguramente se trata de una broma. Hay elementos objetivos que orillan a pensar que Peña Nieto ignora quiénes fueron esos personajes y que lo que entiende como una institución importante puede resultar algo sorpresivo. Por eso los puede comparar. Me parece en todo caso una nueva afirmación demagógica”.

Especialista en legislación cultural, el antropólogo y jurista Bolfy Cottom reconoce que en su primera etapa al frente del Conaculta, Tovar creó programas interesantes como Alas y Raíces, fortaleció la infraestructura y la vinculación con las entidades federativas, pero en sus últimos años no mostró la misma sensibilidad ni apertura:

“Debo ser muy honesto. En los últimos años fui muy crítico de la actuación, no tanto de Rafael Tovar como tal sino de la institucionalidad del consejo y de la secretaría. El consejo se convirtió en una especie de club, una elite que intentó controlar la dinámica cultural de la política pública del país. Y desde su creación, la secretaría dio pasos erráticos, no tuvo un rumbo claramente definido.

“Sobre esa base y con pleno respeto a la memoria del licenciado Tovar, nada tiene que ver con la obra de Vasconcelos y Torres Bodet. Crear instituciones administrativas no garantiza que en el fondo haya un proyecto de cultura vinculado con el proyecto de nación.”

Tendría, dice, que discutirse primero cuál es el proyecto de nación por el cual el país camina ahora, para definir entonces cuál es el proyecto de cultura como política pública. Y aun así no puede compararse con la obra de Vasconcelos, quien tuvo en su equipo de colaboradores, “imagínese usted, nada más”, a Antonio Castro Leal, Genaro Estrada, Alfonso Reyes, Gabriela Mistral, Andrea Palma, José Ceniceros:

“Personajes descomunales, no sólo sabios, sino con una idea clara de lo que era el país, no tiene nada que ver con el momento actual. Todavía hoy el proyecto de Vasconcelos sigue dando oxígeno a muchas de las tareas, no sólo educativas sino culturales del país. No ha habido ningún otro paradigma en ese sentido.”

Doctor en sociología política y maestro en artes teatrales, el investigador Tomás Ejea coincide en que haber creado instancias como el SNCA no basta para equiparar a Tovar con Vasconcelos. El autor del ensayo “Poder y creación artística en México. Un análisis del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca)”, hace un breve recuento de la creación del SNCA.

En principio, recuerda que el Fonca fue fundado en 1989, cuando presidía el Conaculta el diplomático e intelectual Víctor Flores Olea, quien “siempre se negó a crear el SNCA; pensó que el Fonca era una forma de tener fondos concursables y el SNCA era más bien señalar a creadores insignes, estimular solamente a las personas más importantes del medio, y decía que esa era una forma de tener intelectuales y artistas poco críticos al sistema”.

Cuando Flores Olea fue destituido (tras el escándalo provocado por el enojo del poeta Octavio Paz por la organización del Coloquio de Invierno) y toma su lugar precisamente Tovar y de Teresa, “ya no hay trabas para instaurar el SNCA, una idea que traía desde mucho antes Paz, quien encuentra un aliado para su puesta en marcha en Rafael Tovar”.

El SNCA se crea en 1993 y se adscribe al Fonca, que a decir de Ejea es más amplio y con una convocatoria más abierta, no sólo de apoyo a “los notables”, divididos en creadores artísticos y creadores eméritos. Y tiene tan buen “diseño institucional”, que no ha cambiado en más de 20 años, “está hecho para mantenerlos callados, como decía Víctor Flores Olea, o con una crítica muy soterrada, no abierta y clara al régimen”.

Hace un recuento: 6 años de priismo tras su fundación, 12 de dos administraciones panistas, 4 del gobierno de Peña Nieto y “sigue con la misma estructura que le permite tener al sistema político una base de aceptación de las políticas culturales, eso se puso en evidencia ahora que falleció Rafael Tovar, no sólo en el homenaje, sino en todas estas voces que no pueden tener una perspectiva crítica, ya no digamos del personaje, que es muy polémico, sino de lo que está haciendo el gobierno, porque están de alguna manera cobijados por estos estímulos, estas becas”.

Y no es que reciban “millones” como los desfalcos de gobernadores como el veracruzano Javier Duarte, agrega, pero en muchos casos son recursos importantes para la manutención de los creadores, que con el transcurso de los años van viviendo del presupuesto federal:

“Era el temor de Flores Olea, crear un mundo de la cultura y la creación poco crítico, cuando debe ser todo lo contrario.”

Juzga como triste que quienes reciben beca o seleccionan a los beneficiarios no puedan tener una mirada analítica de esas políticas culturales y “del hombre que las instrumentó, porque entonces su figura aparece, como el dador de los beneficios y los programas, como el gran selector, se le ve como el prohombre, la gran figura y no como un funcionario más.

“De ahí esos despropósitos desmedidos de compararlo con Vasconcelos, incluso con Torres Bodet –que me parece una figura menor comparada con Vasconcelos–, cuando en realidad fue un funcionario más del sistemas priista, con un comportamiento institucional sumamente vertical.”

Tan vertical, añade, que no logró formar funcionarios que estuvieran a su nivel. Creó un grupo de colaboradores muy bien orquestado, pero sin nadie que tuviera más presencia que él, lo cual ha dificultado su relevo, fue una autocracia en el mundo cultural”.

En opinión del antropólogo Iván Franco, quien en varias ocasiones ha señalado que la creación del Conaculta marcó la apertura de la cultura al neoliberalismo, la SC seguirá por esa brecha y el proyecto nacionalista de llevar cultura a las grandes masas se transformará en uno mediatizado y con opciones mercantilistas.

Contrario a la lectura política de su gestión “por su pasado de nobleza colonial y su vínculo con la clase política sobre todo priista”, y la comparación que hizo de él el presidente con Vasconcelos y Torres Bodet, Franco ve improvisación, un “proyecto mal pensado” e incluso con errores tácticos: no comprende que se haya nombrado como responsable a quien ya estaba muy afectado de su salud. Su muerte, dice sin ambages, no fue “inesperada”, se sabía que estaba enfermo.

“Ahora la secretaria ya está fundada, está trabajando aunque con más pena que otra cosa, y va a seguir siendo una entidad limitada, con poca proyección. No sabemos el nombre del sucesor ni si seguirá adelante con su proyecto.”

A través de correo electrónico, el historiador Felipe Echenique dice a quienes han ensalzado la figura de Tovar en los últimos días:

“Qué bueno saber que tenía amigos y seguidores. No en balde tuvo los hilos presupuestales multimillonarios durante más de dieciocho años. Repartir presupuesto para apoyar proyectos creativos y solidarios desde abajo, como también el de los cuates y allegados, es una función que se notó en las condolencias que se le dieron, y más aún, las que destacaron los medios de comunicación.”