Soberbia

Soberbia es el término más adecuado para definir la postura con que actuaron empresas como GEO, el Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit) y otros actores de un drama que tiene a millones de mexicanos en una circunstancia nada grata: el riesgo de pérdida de su hogar y en algunos casos, la falta de servicios y la entrega de casuchas no solo ofensivas por sus dimensiones, sino por su baja calidad.

Referido el hecho de que GEO de Luis Orvañanos Lascurain, prometió que Ciudad Valle de las Palmas sería el nuevo referente para Tijuana, con un tren o monoriel que recorrería el perímetro del megadesarrollo de 8 mil hectáreas -tal como alguna vez me mostraron en maqueta-, volver a este conjunto en pleno 2016 es entrar a una ciudad fantasma.

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Ciudad Valle de las Palmas es a todas luces una ofensa para el trabajador que con mucho esfuerzo consiguió su crédito, y para sus familiares que tienen que soportar vivir desde su mera fundación, sin agua, sin electricidad y hasta sin seguridad, pues los desvalijan de todo lo que tienen.

Los ladrones se roban los calentadores de agua de las casas solas, cuando los tienen; el cableado, las ventanas, los sanitarios, todo es motivo de rapiña.

Cuando las casas están habitadas, se roban los televisores, las computadoras, cuando las hay; los enseres domésticos, cualquier objeto es bueno para canjearlo por drogas.

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El conjunto está situado lejos de la civilización, y sus casuchas son construidas con endebles paredes que el dueño de cada casa comparte con sus vecinos. Acaso tienen 5 pulgadas de espesor, y basta querer taladrar para colgar un cuadro, para que el tornillo asome en la casa del vecino.

No se construyen con ladrillos ni tabiques sino con una supuesta “tecnología alemana” tal como se llenaban la boca los señores de GEO al declarar las bondades de sus vivienduchas.

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Es el resultado del fracaso del Infonavit convertido en una hipotecaria más.
Dicha tarea recayó en manos de Victor Manue Borrás Setién, quien vio al instituto como una empresa más, que debía operar con números negros, lo cual no es malo si se tiene en cuenta que cada peso recupeerado sirve para financiar nuevos créditos.

Pero a los trabajadores se les exprimió al punto de cobrarles hasta 3 o 4 veces cada vivienducha de mala calidad, y se presumía que el Infonavit financiaba dos terceras partes de los créditos de vivienda en México y administra recursos por más 827 mil millones de pesos, es decir, una cuarta parte del total del Sistema de Ahorro para el Retiro que se maneja en el país.

Borrás no solo vendió cartera vencida a empresas extranjeras, sino que remató a precios de oprobio, cientos de casas a personajes como los hermanitos Manuel y Jorge Alberto Bribiesca, hijastros de Vicente Fox.

Pero volvamos a las desarrolladoras. En sus años de gloria, creyeron su historia de que estaban pavimentando el camino al siglo XXI y hasta se atrevieron a incursionar en los mercados internacionales.

GEO y otra firma, Homex, “fracasaron en su incursión en India y Brasil. En el país asiático, la mexicana compró una constructora (KS Realty Constructions) que en 18 meses no logró obtener los permisos necesarios para la construcción de dos mil casas la cuarta mayor ciudad de India (Chennai, capital de Tamil Nad)”, de acuerdo a reportes.

Finalmente, el Infonavit volvió a caer en manos de los políticos que lo utilizaron como trampolín electoral, como es el caso de Alejandro Murat.

No fue sino hasta marzo de este 2016 en que David Penchyna, otro político, rindió protesta como nuevo director del Infonavit.

Entre tanto, la gente abandonada a su suerte, vive en medio de la crisis por la falta de servicios como los referidos, mientras que en las altas esferas, empresarios y políticos se reparten las tajadas del pastel.