Stavenhagen: La voz permanente contra la pobreza rural

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- En su pequeño cubículo de El Colegio de México, en una mañana fría y lluviosa de julio de 2012, el antropólogo Rodolfo Stavenhagen –fallecido el sábado 5– concedió a esta reportera una entrevista con motivo de sus 80 años de vida. Pasadas las elecciones presidenciales que dieron el triunfo a Enrique Peña Nieto, se le preguntó qué le diría si tuviera oportunidad de hablarle del problema más urgente de resolver en el país.

No tardó en responder:

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“El problema de la pobreza, de la desigualdad social y económica con todas sus secuelas, pero particularmente en la sociedad rural mexicana, incluyendo la indígena, la sociedad campesina. Y sabiendo que no todos los indígenas son rurales, porque muchos ahora son migrantes en Estados Unidos y van y vienen, tienen casa en la ciudad, pero hay una enorme desigualdad y más que desigualdad, inequidad, entre el México rural y el México urbano.”

Pobreza, desigualdad social, sociedades indígenas y rurales, derechos humanos, discriminación, fueron algunos de los temas que a lo largo de su vida académica abordó el investigador fundador del Centro de Estudios Sociológicos del Colmex, Doctor Honoris Causa por universidades como la Nacional Autónoma de México y Erasmo de Rotterdam, en los Países Bajos.

Obtuvo su doctorado en sociología por la Universidad de París, Francia, con la tesis Ensayo comparativo sobre las clases sociales rurales y la estratificación social en algunos países subdesarrollados, dirigida por Georges Balandier, cuya originalidad al comparar problemas en las sociedades agrarias de África y América Latina no sólo mostró la vocación de Stavenhagen, sino que inició un enfoque “que iba a revelarse fructífero”, en opinión del sociólogo Francisco Zapata, colega suyo en el Colmex.

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Colaborador fundador de Proceso, el nombre de Rodolfo Stavenhagen apareció desde el primer número del semanario que está cumpliendo 40 años de existencia, aunque su primer texto, titulado “Por la inflación al fascismo”, se publicó en el segundo número, el 13 de noviembre de 1976.

Por la vigencia del tema pareciera escrito apenas hace unos días, pues habla del “choque psicológico que significa la devaluación” del peso frente al dólar, la cual “genera un proceso inflacionario”, que afecta en primer lugar a clases no asalariadas, pero también a las asalariadas. Explica:

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“Es evidente que la clase social que se beneficia directa e inmediatamente con la devaluación es la burguesía, o cuando menos ciertas fracciones de ella. Porque en la medida en que aumentan los costos de producción de la clase empresarial, puede traducirlos en aumentos de precios sin que se reduzcan sus márgenes de beneficio.”

Su amplia trayectoria se sintetiza en una breve semblanza de la Dirección General de Culturas Populares de la ahora Secretaría de Cultura, de la cual fue su primer director cuando se fundó en la entonces Subsecretaría de Cultura de la Secretaría de Educación Pública.

Se destaca que el sociólogo, nacido el 29 de agosto de 1932 en Frankfurt, Alemania, fue miembro del Sistema Nacional de Investigadores, docente en las universidades de Harvard, Stanford, Sorbona, Ginebra y la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.

Recibió las becas Guggenheim, Fullbright y Heintz, y en 1997 el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Apenas a finales de mayo pasado, la Latin American Studies Association (LASA) le entregó también el Kalman Silvert Award por sus aportaciones a la investigación de América Latina.

Presidió la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y formó parte del Comité Directivo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), del Consejo Consultivo de la Universidad de las Naciones Unidas y del Consejo Directivo del Social Science Research Council de Estados Unidos; también fue presidente fundador de la Academia Mexicana de Derechos Humanos y vicepresidente del Instituto Interamericano de Derechos Humanos.

Problemas legendarios

Entre 2001 y 2008 fue relator especial para los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales de los Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En su desempeño sostuvo encuentros con grupos indígenas del mundo y de México, de los estados de Colima, Chiapas, Chihuahua, Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Sonora y el entonces Distrito Federal (amuzgos, huaves, huicholes, lacandones, mayos, mazahuas, mixes, mixtecos, nahuas, tarahumaras, tzeltales, tzoltziles, seris y yaquis, entre otros).

No hubo sorpresas para él. Así se consignó en una entrevista con este semanario en julio de 2003 (Proceso, 1392), pues en su labor de antropólogo y sociólogo conocía la condición de “relegados, marginados, excluidos del proceso político y social” del país de los indígenas, y además “humillados y traicionados”, porque nunca se cumplió la reforma constitucional que se había pactado años antes con los Acuerdos de San Andrés, Chiapas, entre el gobierno y el EZLN.

Y es que su experiencia en el campo lo convirtió en un especialista en sociología agraria, desarrollo rural, minorías y conflictos étnicos, movimientos sociales y resolución de conflictos, entre otros. Por ello destacó en aquel momento:

“Mi gira simplemente confirmó una vez más este panorama. Aunque no todo es blanco o negro, hay avances, hay retrocesos y la situación es compleja. Tampoco hay remedios mágicos, incluso si tuviéramos el mejor texto constitucional del mundo –que yo no sé dónde existe, desde luego aquí no–, tampoco cambiaría de la noche a la mañana la situación de los pueblos indígenas. Sería, eso sí, un marco jurídico y político, un reconocimiento de la sociedad a sus derechos adquiridos, pero infelizmente ni siquiera eso se pudo conseguir.”