Thiago Braz, el niño que quería volar

Por Diego REINARES
A Thiago Braz, el nuevo campeón olímpico de salto con garrocha, siempre le ha fascinado volar. Quizás por eso hace un par de años invirtió gran parte de un importante premio económico que consiguió en una competencia en comprarse un caro avioncito teledirigido con motor, una de sus pasiones.
El mundo de la aviación enamora a este joven de 22 años, héroe nacional de Brasil este lunes al colgarse la medalla de oro en ‘sus’ Juegos de Rio-2016. De no haber sido deportista, quizás hubiera sido piloto, como decía a veces de pequeño.
Eligió, eso sí, el salto con garrocha, la disciplina atlética donde más alto se llega.
El camino hasta su inolvidable noche olímpica ha sido de todo menos fácil.
Su madre le abandonó siendo niño y tuvo que criarse con sus abuelos, que considera sus auténticos padres. Cuentan que al principio, durante días, esperaba con una mochila en la espalda la llegada de su madre, hasta que se dio cuenta de que eso no iba a pasar.
Al atletismo llegó de la mano de su tío Fabiano Braz, que fue decatleta.
Tenía 13 años cuando iba a entrenar bajo la atenta supervisión de su tío. Probó unos meses con el equipo de básquetbol del colegio, pero pronto regresó al atletismo y desde los 14 años le ha sido fiel.
Con 15 años contactó mediante el correo electrónico con Élson Miranda de Souza, marido y entrenador de la gran Fabiana Murer, y pronto empezó a prepararse con él.
El potencial era más que evidente y con apenas 16 años acudió a los primeros Juegos Olímpicos juveniles, en Singapur en 2010, colgándose la plata, en un año en el que fue además oro en el Sudamericano juvenil.
Acababa de despegar la carrera de Thiago Braz y el oro en el Mundial júnior de Barcelona en 2012 le puso ya en el mapa del salto con garrocha, cuando tenía 18 años.
Su primer gran cita en categoría absoluta fue el Mundial de Moscú-2013, donde se quedó en la ronda clasificatoria, igual que dos años más tarde en Pekín-2015. Entremedio había rozado la medalla, con un cuarto puesto, en el Mundial bajo techo de Sopot (Polonia) en 2014.

Profundamente religioso

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Ese año 2014 fue además muy importante para él en el plano personal, ya que fue cuando se casó, con apenas 20 años, con Ana Paula Oliveira, atleta como él aunque no pudo clasificarse para estos Juegos en el salto alto.
Los dos son muy religiosos y acostumbran a compartir en internet su fe y difundir mensajes cristianos.
En la ficha que el Comité Olímpico Brasileño (COB) ha preparado sobre sus atletas queda bien clara la profunda religiosidad de Thiago Braz, cuando dice que sus principales aficiones son “ver películas y leer la Biblia”.
“Aceptar lo que Dios tenga para mí”, afirma cuando se le pregunta en el cuestionario por sus objetivos profesionales.
Ese año 2014 que lo cambió todo fue también el año en el que se trasladó a entrenar a Italia, a las órdenes del mítico Vitaly Petrov, mentor de Sergey Bubka o Yelena Isinbayeva.
En ese mismo año también hubo espacio para los sinsabores, sobre todo cuando sufrió una fractura en la mano izquierda, que le hizo pasar por quirófano.
Le costó un poco volver a recuperar la fuerza y la confianza, pero lo logró.
Ahora cumplió el sueño de ser campeón ante sus compatriotas en Rio-2016, pero por su juventud puede que únicamente acabe de despegar el vuelo.
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