Trump afirma que no hablará con Corea del Norte. Expertos temen que lo haga.

Washington – El presidente Trump juró el miércoles que no hablaría con Kim Jong-un, enfriando lo que se ha convertido en un estira y afloja con el inescrupuloso dictador de Corea del Norte.

Pero si bien el mensaje de Trump en Twitter, en el que afirmó que “¡hablar no es la respuesta!”, parecía avivar las tensiones con Corea del Norte, también reveló una paradoja en cuanto a cómo perciben la crisis los expertos asiáticos. Algunos de ellos temen más que Trump se enfrasque en un diálogo riesgoso e impredecible con Kim, a que vaya a iniciar una guerra.

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Es comprensible que la atención del mundo esté centrada en los bravucones ataques de Trump contra Kim, en especial ante su promesa de que lloverá fuego y furia sobre Corea del Norte en caso de que Kim dispare misiles balísticos hacia territorio estadunidense.

Sin embargo, de acuerdo con estos expertos, una reunión entre Trump y Kim abriría la puerta a la ratificación del estatus nuclear de Corea del Norte o a la disminución de los ejercicios militares que realiza Estados Unidos junto con Corea del Sur. Lo anterior podría quebrantar las alianzas estadunidenses con Japón y Corea del Sur y representar un beneficio para China, país que ha abogado por el diálogo directo entre Washington y Pyongyang.

“Lo que los norcoreanos buscan es aumentar el peligro y la tensión para después proponer un acuerdo de paz”, señaló Daniel R. Russel, quien hasta marzo fungió como secretario de Estado adjunto para los asuntos del Lejano Oriente. “Todo esto se centra en presionar a Estados Unidos a entablar un diálogo directo con Kim bajo sus propios términos. Esa es la gran trampa”.

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Los presidentes anteriores evitaron caer en ella, afirmó Russel, aun cuando Clinton contempló, por un breve instante, reunirse con el padre de Kim, Kim Jong-il. Por su parte, Trump responde, a diferencia de lo que hicieron sus predecesores con un fanfarroneo de negociador ante el tema norcoreano. En ocasiones anteriores, Trump ha expresado que está dispuesto a sentarse a la mesa con el voluntarioso vástago de la familia gobernante de Corea del Norte.

“Sí hablaría con él”, indicó Trump durante su campaña presidencial. “No tendría ningún problema en hacerlo”. El pasado mes de abril, comentó: “Si fuera apropiado que me reuniera con él, lo haría sin dudarlo. Sería un honor”.

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Mientras que el Pentágono ha presentado las opciones para un ataque militar a Corea del Norte, los funcionarios afirman que sería imposible hacerlo ante las represalias y las numerosas bajas que esto acarrearía. Stephen K. Bannon, exestratega de Trump, reflejó el consenso interno cuando declaró a The American Prospect: “No hay una solución militar. Olvídenlo”.

Lo único que queda es la diplomacia, la cual, de acuerdo con el secretario de Estado Rex W. Tillerson y otros funcionarios, es la primera opción de la administración. Si Corea del Norte llega a cambiar su actitud, dijo Tillerson en fechas recientes, “existe un camino que nos puede llevar, en un futuro cercano, a un diálogo”.

Unas horas antes de que Trump descartara el diálogo en Twitter, el secretario de Defensa Jim Mattis lo contradijo. “Nos sobran las soluciones diplomáticas”, respondió a los reporteros. En Ginebra, Robert A. Wood, embajador estadounidense para la Conferencia sobre el Desarme, comentó que Estados Unidos permanece abierto al diálogo. “No pretendemos ser una amenaza para el régimen de Kim Jong-un”, señaló.

Al intentar explicar el mensaje enviado por Trump en Twitter, Wood, quien fue portavoz del Departamento de Estado, declaró: “Lo que el presidente quiso decir es que no considera que el diálogo vaya a resolver el problema y la razón es que Corea del Norte no está interesada en el diálogo”.

En efecto, la repentina hostilidad de Trump ante las pláticas puede deberse menos a una revocación de sus declaraciones anteriores y más a una expresión de frustración ante la continua beligerancia de Kim. Unos días después de que Trump lo alabara por una recién mostrada capacidad de control, Kim lanzó un misil sobre Japón.

Por el momento, una cumbre entre Trump y Kim parece ser un disparate. Incluso si Corea del Norte mostrara interés en dialogar con Estados Unidos, la sucesión de actos beligerantes (sin mencionar la muerte de Otto F. Warmbier en junio, el estudiante del colegio de Ohio que estuvo retenido durante casi 18 meses en Pyongyang) haría de la reunión un acto políticamente insostenible para Trump.

En su mensaje por Twitter, Trump declaró: “Estados Unidos ha conversado con Corea del Norte y le ha proporcionado dinero por extorsión durante 25 años”. Aunque no se sabe el significado exacto del mensaje, parecía referirse a las promesas de petróleo, reactores de energía nuclear, ayuda humanitaria y la anulación de las sanciones que se derivaron de negociaciones diplomáticas anteriores.

Según los expertos, Trump tiene razón en que las pláticas con Corea del Norte, tanto las realizadas por administraciones demócratas como por administraciones republicanas, han sido onerosas y poco productivas. Y ahora que, según los cálculos, Corea del Norte es capaz de producir una bomba atómica cada seis semanas o siete, el costo de alcanzar un nuevo acuerdo sería aún mayor.

“Hace mucho que superamos el punto en el que los podíamos eludir con unos cuantos reactores de agua ligera”, afirmó Michael Auslin, investigador del Instituto Hoover de la Universidad de Stanford, quien argumentó en un ensayo publicado en Politico Magazine esta semana que Trump debería evitar negociar y, en vez de esto, establecer una política explícita de disuasión y contención de una Corea del Norte nuclear.

Otros expertos señalaron que la diplomacia no era el problema, en particular si Estados Unidos realizaba la negociación junto con sus aliados y China, sino que el problema residía en Trump, quien al actuar de forma independiente podría resultar un negociador impredecible.

Trump no es el primer presidente que cree que puede negociar con ellos, comentó Auslin. “Bill Clinton creía que era un magnífico negociador. Sus asistentes creían que si lograban meterlo a un salón con Kim Jong-il, podrían llegar a un acuerdo. Es claro que existe la idea de que Trump podría hacer lo mismo, dada su naturaleza caprichosa y su ‘Art of the Deal’”.

El mensaje de Trump en Twitter podría interpretarse como una táctica de negociación, pero los expertos comentan que sus ya conocidas declaraciones acerca de Kim no le ayudan a lograr sus objetivos. El martes pasado, en un mitin en Phoenix, Trump afirmó: “Respeto el hecho de que a mi parecer está comenzando a tenernos respeto. Eso lo respeto mucho”.

Su débil mesa diplomática complica aún más el enfoque de la administración. Todavía no designa a un secretario adjunto para los asuntos del Lejano Oriente y no tiene embajador en Seúl, aunque la Casa Blanca está a punto de nominar a Victor D. Cha, veterano de la administración de George W. Bush y experto en Corea del Norte de la Universidad de Georgetown con muy buena reputación.

Otros expertos afirman que se confiaron porque en ninguna cumbre los norcoreanos han permitido que los estadunidenses establezcan los términos de las negociaciones. Para un negociador y hombre espectáculo como Trump, eso podría ser inaceptable.

“Sospecho que a final de cuentas el presidente podría quedar atrapado en su tradición de planeación de eventos”, dijo Michael J. Green, quien fue uno de los asesores principales de Bush en asuntos asiáticos. “No estamos en un certamen de Miss Universo ni en la lucha libre, de modo que esto podría parar en seco a Trump”.

 

Mark Landler
© The New York Times 2017