Trump busca a los fanáticos de las armas

En su editorial, TRUMP BUSCA A LOS FANÁTICOS DE LAS ARMAS, The New York Times dice lo siguiente:

La mutua acogida entre Donald Trump y la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), se hizo más estrecha la semana pasada debido a la sugerencia incendiaria que hizo Trump en cuanto a que los defensores de la Segunda Enmienda podrían, “quizá”, encontrar una forma de lidiar con Hillary Clinton y su agenda de seguridad armamentista, si llegara a la Casa Blanca.

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Ya fuera calculado o torpe, el horrendo pronunciamiento de Trump dejó un tufillo de intimidación letal en el aire. Marcó un momento singular de desesperación en su campaña presidencial, pero también sentó las bases para que Estados Unidos exija un debate de campaña racional y de fondo sobre la seguridad armamentista que vaya más allá de las citas jugosas e incendiarias de Trump.

La NRA está casi sola ahora y Trump es uno de los pocos incondicionales que le quedan en la coalición republicana. Trump cínicamente hizo a un lado su anterior posición a favor del control de armas y complació exitosamente a la organización este año para conseguir su apoyo durante las elecciones internas. Y mientras que Trump niega cualquier intento por hacer una lista de los psicópatas que cargan armas, sus nuevos mejores amigos de la NRA han empezado una campaña de ataques por televisión contra Clinton, con un costo de tres millones de dólares.

Como partidario, Trump hace caso omiso, en gran medida, de la epidemia de matanzas con armas de fuego que reclama a más de 30,000 vidas en Estados Unidos cada año, excepto para repetir las perogrulladas de la NRA sobre la necesidad de que los ciudadanos se armen. Preferiría exagerar la amenaza de los terroristas extranjeros en nuestras costas que hablar de la amenaza muchísimo más letal que representa el fácil acceso que estadounidenses perturbados tienen a las armas de alto poder para las batallas; mismas que le hacen ganar dinero a un sector al que la organización sirve, prácticamente, como un socio publicitario.

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En comparación, Clinton ha optado por desafiar advertencias pasadas en cuanto a que el control de armas y la NRA son un asunto políticamente letal y ha hecho del tema una pieza central de su campaña. Ofrece una lista general de propuestas de salvamento, incluida la restauración de la prohibición de las armas de asalto que Trump apoyó hasta que cambió su posición en marzo, en un debate republicano por la candidatura presidencial.

Clinton ha estado pidiendo al electorado que le haga frente al cabildeo por las armas,una fuerza política regresiva a la que los republicanos obedecen con miedo. Trump suelta tonterías de justiciero sobre la necesidad de estar legalmente armados para la siguiente matanza. “Si yo estoy en ese salón y, digamos que tenemos dos o cinco o 40 personas con armas”, dice. “Nos va a ir mucho mejor porque va a haber un tiroteo”.

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¿Una balacera? Que nos dé un respiro, como le gusta decir a Trump. Mucho mejor si hace acopio de fuerza para participar en un debate al detalle con Clinton sobre precisamente qué hacer sobre el control de las armas de fuego, un flagelo nacional. En los debates por televisión que se avecinan no se le debe permitir que evada el tema con fanfarronadas de la NRA.

La investigación muestra la locura de la campaña para “portar armas ocultas” de la organización a fin da armar a millones de ciudadanos comunes en todo tipo de lugares públicos, desde los campus universitarios hasta los restaurantes, desde las iglesias hasta las escuelas. Lejos de detener a los tiradores en masa en sus carriles, estos dueños de armas se han estado disparando solos, a familiares y otras personas. Desde el 2007, los portadores de pistolas ocultas han sido responsables de al menos 873 muertes que no implicaron defensa propia, incluidos 29 tiroteos en masa y cerca de 300 suicidios, según el Centro de Política sobre la Violencia, una organización de seguridad en las armas. Mucho por la opción de Trump en caso de tiroteo.

Es necesario debatir en forma responsable otra docena de aspectos sobre la seguridad de las armas. ¿Por qué deberían las armas de alto poder, diseñadas para la guerra, venderse alguna vez en el mercado nacional? ¿Por qué los clientes de las ferias de armas evaden las revisiones de antecedentes federales a las que otros compradores deben someterse? ¿Cómo es posible que las personas que aparecen en las listas para impedirles abordar un avión sí puedan comprar armas de fuego? Y, en tanto un hombre de negocios con frecuencia litigante, de seguro que Trump tiene puntos de vista sobre si los fabricantes de armas de fuego merecen de verdad una protección total contra las demandas por daños, un escudo extraordinario del que no goza ningún otro sector.

Si Trump evade el debate honesto que merece el electorado, deberían tener en mente que la NRA depende tanto del resultado electoral como Trump. Hay a la mano una doble oportunidad. Rechazar a Trump en las urnas electorales también significaría un voto decisivo en contra de la NRA y de la destrucción humana que su agenda sigue infligiendo a Estados Unidos.

© 2016 New York Times News Service