Una celebración tradicional gallega galopa contra la modernidad

OIA, España — Desde la época medieval y como parte de un ritual, los gallegos acorralan al menos una vez al año en la Rapa das Bestas a los caballos fuertes y de talla baja que vagan libremente en los campos y montes del noroeste de España.

Los ganaderos, que durante la mayor parte del año dejan a sus caballos deambular libremente, los meten a un curro para cortar sus crines y colas, que antes se vendían para rellenar colchones y hombreras. Hoy en día, los rancheros desparasitan a los caballos y, a veces, los vacunan. Se marca a los nuevos potros antes de dejarlos regresar al monte. Algunos ganaderos también venden a sus animales —por su carne, aunque pocos españoles comen caballo—.

- Publicidad-

La Rapa das Bestas “es una forma de continuar con lo que nuestros padres y abuelos hicieron siempre”, dijo Gerra González Alonso, de 54 años, quien localizó a cuatro de sus caballos. “A algunas personas les encanta cazar animales; yo prefiero buscar a mis caballos”.

Sin embargo, al igual que ha sucedido con muchas tradiciones, el curro se ha topado con las normas y la sensibilidad modernas, que desafían su práctica y amenazan su longevidad. Los defensores de los derechos de los animales condenan el ritual por considerar que se maltrata a los animales.

Los curros de Galicia varían en cuanto al tiempo, escala y métodos usados por los ganaderos para capturar y manejar a sus caballos.

- Publicidad -

El de Oia se da en los montes que se encuentran arriba del monasterio. La práctica de mantener a los caballos gallegos en libertad tiene un vínculo histórico con la Iglesia católica, que permitía a los clérigos poseer caballos pero no cuidarlos.

Según la leyenda, la Rapa das Bestas de Sabucedo —la más importante de Galicia— comenzó después de que la parroquia recibió una donación de caballos para agradecer al santo patrono (San Lorenzo) por salvar a los habitantes de la peste.

- Publicidad -

Los lugareños consideran que dejar a sus caballos pastar en el bosque es la manera más eficaz de lidiar con la maleza, en un lugar que es propenso a incendios forestales.

“Nadie limpia los bosques mejor que los caballos”, dijo González Alonso. “Las vacas solo comen pasto, pero un caballo quita todo lo que está alrededor de los árboles”.

Sin embargo, las normas de identificación cada vez más estrictas y los seguros cada vez más costosos han obligado a muchos ganaderos a abandonar la práctica de dejar libres a sus caballos.

En general, la cantidad de caballos en libertad se ha reducido a cerca de 11.000, en contraste con los 20.000 que había hace quince años, de acuerdo con Xosé Henrique Bazal, el presidente de la asociación de la rapa en Sabucedo.

Durante cuatro días, cada julio, los ganaderos de Sabucedo acorralan a los caballos y luego los aloitadores los dominan cuerpo a cuerpo. Es un espectáculo muy concurrido, oficialmente reconocido como fiesta turística, y atrae a cerca de 4500 espectadores.

“Cualquier tradición que lastime a los animales debe revisarse y hacer algo durante mucho tiempo no significa que no deba adaptarse ahora a nuestros tiempos”.

A diferencia del evento de Sabucedo, por el que hay que pagar, la rapa de Oia es un asunto bastante sencillo, al que asisten solo los ganaderos y algunos espectadores locales. Algunos llegan temprano para admirar cómo los caballos salen del bosque para luego ser acorralados.

“Todo lo que hacen es destreza pura”, dijo José Manuel Costas, un constructor de navíos retirado que ha presenciado los rodeos durante setenta años, desde que era un niño pequeño.

En lugar de encontrar pruebas de maltrato animal, dijo, “aquí veo a personas que aman a los animales y a la naturaleza”.

Aun así, el evento de Oia contraviene la legislación española que prohíbe la transportación y la matanza de animales sin una certificación apropiada.

“Todo aquí se ha dado de la misma manera durante tanto tiempo que las autoridades se hacen de la vista gorda”, dijo Manuel Fernández González, un carnicero retirado.

Los aficionados a la carne de caballo juran que la calidad del producto es extraordinaria. “Quizá sea la carne más saludable que puedas comer, pues proviene de un caballo que realmente es parte del ecosistema natural del bosque”, dijo Xabier Fernández, quien compra un potro todos los años.

Los ganaderos también niegan que haya maltrato. Dicen que los defensores de los derechos de los animales incluyen de manera injusta la rapa en la campaña para prohibir las fiestas con animales en España, como las corridas de toros.

Dicen que el activismo y las normas gubernamentales más estrictas no sirven para proteger a los animales, pero sí para destruir un antiguo modo de vida.

Los ganaderos han llevado a cabo protestas en contra de las leyes españolas que obligan a los caballos a portar chips de identidad, pues dicen que son innecesarios.

“Puedo identificar a un caballo viéndolo, sin necesitar un chip que requiere invertir también en un lector electrónico”, dijo Ignacio Español, un ganadero. “Nos están empujando a abandonar a nuestros caballos debido a todas esas regulaciones”.

Los ganaderos interpusieron una demanda para que se les exentara de esa norma, pero el Tribunal Supremo dictó sentencia en su contra en julio.

“La sociedad moderna está perdiendo una forma de vida que nos ha mantenido en armonía con nuestros animales”.

Español dijo que planea ponerles el chip obligatorio, pero que también seguirá usando el tradicional método de hierro candente para marcar a sus potros.

Los funcionarios del gobierno dicen que el chip y una póliza de seguro son esenciales para fincar responsabilidad por accidentes, en especial cuando los caballos dejan el campo y corren hacia algún camino.

Hace tres años, uno de los caballos de Español murió después de ser golpeado por un auto mientras cruzaba el camino costero que une a Galicia con Portugal.

Sin embargo, los ganaderos creen que el problema principal son los conductores irresponsables, que van a muy alta velocidad por los caminos rurales y “simplemente no respetan a los caballos”, dijo José Fernández Martínez, el presidente de la Asociación de Gandeiros do Curro da Valga.

“La sociedad moderna está perdiendo una forma de vida que nos ha mantenido en armonía con nuestros animales”, dijo.

Laura Duarte, funcionaria del Partido Animalista contra el Maltrato Animal (Pacma), un partido político que promueve los derechos de los animales, dijo que verificar la salud de los caballos es loable, pero que otros aspectos del curro son injustificables.

“No criticamos lo que hacen, sino cómo lo hacen”, dijo, “porque causa un terrible estrés a los animales que viven en la naturaleza y no están acostumbrados al contacto humano”.

“Marcar a un caballo con hierro candente solo puede causarle un enorme sufrimiento”, añadió.

Aun cuando la Rapa das Bestas no puede compararse con una corrida de toros en términos de crueldad, añadió Duarte, “el argumento para defenderlo es el mismo: evocar la tradición”.

“Cualquier tradición que lastime a los animales debe revisarse”, dijo, “y hacer algo durante mucho tiempo no significa que no deba adaptarse ahora a nuestros tiempos”.

Raphael Minder
© 2017 New York Times News Service