Una ‘fauxdega’ donde las tiendas de abarrotes reales han sido desplazadas por los precios de las rentas

NUEVA YORK ⎯ El arte público de hoy demanda investigación. Uno no se aparece en un antigua fábrica de azúcar sin estudiar el trabajo en las plantaciones. No se instala en una prisión abandonada sin leer sobre la vida de los presos. Cuando la artista británica Lucy Sparrow estaba preparando su primera instalación neoyorquina, “8 ‘Till Late”, una tienda de conveniencia falsa abierta hasta junio en un local al lado del hotel Standard, High Line en Nueva York, pasó días explorando cómo la versión estadounidense del Spam venía en sabores tan poco británicos como “teriyaki” y “ahumado en nogal americano”; cómo las tiendas de la esquina estadounidenses venden hot dogs y pizza así como abarrotes; cómo esos negocios no incluyen galletas Marmite y Digestive.

Eso es porque el modus operandi artístico de Sparrow, iniciado hace tres años, consiste en tomar una pequeña tienda minorista y duplicar cada uno de sus artículos en fieltro. En Londres, ha hecho una tienda de la esquina en fieltro, una tienda de artículos sexuales en fieltro y un local que vende versiones en fieltro de armas de alto poder. (Ese fue su invento; esos lugares no existen en Gran Bretaña.) Para Nueva York, Sparrow dijo que trasladó por avión ocho toneladas de productos falsos, incluidas docenas de paquetes de cigarrillos ⎯ Marlboro, Pall Mall y otras marcas estadounidenses ⎯, todos cosidos con fieltro de colores; estante tras estante de Doritos, también en fieltro; enfriadores de refrescos y estanterías de tienda reales con sus superficies recubiertas en fieltro.

- Publicidad-

“Siempre me he sentido fascinada por las cosas hechas de materiales que no les corresponden”, explicó recientemente Sparrow, de 30 años de edad, mientras estaba de pie rodeada precisamente por esas cosas. Su tienda de abarrotes artística ⎯ su “fauxdega”, como la llama en referencia a las tiendas de abarrotes conocidas como bodegas ⎯ llena un espacio al lado de la calle que le prestó el Standard. Da hacia el último tramo de empacadoras de carne en funcionamiento que quedan en el distrito de empacadoras de carne de moda en Nueva York; está en la esquina opuesta de Hector’s Café & Diner, la última de las cafeterías a la vieja escuela del barrio.

Sparrow dijo que “8 ‘Till Late” es sobre esos establecimientos amenazados; sobre “las comunidades que se están perdiendo a medida que los barrios se transforman”. Al instalar una bodega de fieltro donde la mayoría de las reales han sido desplazadas por los altos precios de las rentas, puede compartir “esta realidad alterna que es preferida a la versión de la vida real”.

Ha puesto esa realidad alterna al alcance: un paquete de cigarrillos de fieltro cuesta 20 dólares; una caja de dulces cuesta 35 dólares. (O un miembro de la comunidad de coleccionistas de arte perteneciente al 1 por ciento puede comprar toda la “tienda” por el precio de ganga de 500,000 dólares; no se aceptan cupones.)

- Publicidad -

En Nueva York, el arte de Sparrow trae a la mente el eclipsado precedente de la instalación de Claes Oldenburg “The Store”, de 1961, cuando ese artista pop vendió abarrotes de papel maché en un local del empobrecido East Side. Pero mientras que la tienda falsa de Oldenburg celebraba la cultura de la clase obrera en su hábitat natural, la de Sparrow proyecta una mirada nostálgica hacia una institución que está desapareciendo mientras nada en un mundo de minoristas de lujo y sus clientes.

No es obvio que el comentario afelpado de Sparrow sobre el aburguesamiento pueda tener mucho impacto cuando su principal patrocinador es el Standard, del que se puede decir que es el mayor aburguesador del barrio. En una entrevista telefónica, Kevin Rockey, director administrativo del hotel, dijo que el arte amigable para la multitud de Sparrow encajaba perfectamente con la marca del hotel, y con su acercamiento al público y la clientela más amplios; “asequible”, “extravagante” y “divertido” fueron sus palabras para definir la creación de Sparrow.

- Publicidad -

Pero quizá Rockey debería dar un vistazo más de cerca de la artista que hizo su instalación al lado de su hotel. Al principio, Sparrow parece cursi: es delgadísima, con cabello lacio teñido de caoba púrpura y enormes anteojos alargados en los extremos. Pero sus mangas cortas revelan brazos pálidos cubiertos de hileras de finas cicatrices, evidencia de la práctica del “cutting” para cualquiera que conozca las señales. Sparrow no se avergüenza del daño que se hacía, cuando era una adolescentes que tenía “una grave enfermedad mental”, como lo expresa, y que luego pasó varios años desvistiéndose ante hombres extraños en clubes. (Eso tampoco es motivo de vergüenza: los bailes eróticos eran mejor pagados que vender abarrotes, como había hecho anteriormente.)

Sparrow ha encontrado desde entonces la salvación en una práctica artística maniática que hasta recientemente la tenía cosiendo cada uno de sus objetos ella misma. Aún insiste en pintar a mano las letras sobre cada hogaza de fieltro de Wonder Bread o cada caja de Bisquick.

Esa compulsión, y la suprimida ansiedad que sugiere, es palpable en los 9,000 objetos que Sparrow ha traído a Nueva York. En su mera cantidad y multiplicidad, su incesante arte afelpado refleja el estado frenético del acto de comprar impuesto por nuestra cultura del consumo; y por la cultura del arte de hoy también. ¿Un antropólogo de Marte vería algo de locura en una sociedad que reemplaza las tiendas donde se puede comprar comida y jabón por el tipo que vende gafas de sol de diseñador y globos en forma de perros hechos de porcelana? Simbólicamente, al menos, Sparrow está restableciendo el equilibrio.

Blake Gopnik
© 2017 New York Times News Service