Una luz para la ciencia, y la cooperación, en el Medio Oriente

NUEVA YORK ⎯ En lo que esperan sea una chispa de luz en años de oscuridad, un grupo de científicos hizo circular un rayo de electrones en torno a un aro en Allan, Jordania, en enero.
El grupo, llamado Sesame, está compuesto por físicos originarios de varios países que rara vez se hablan entre sí ⎯ Chipre, Egipto, Irán, Israel, Jordania, Turquía y Pakistán ⎯ y también de la Autoridad Palestina, pero cuyos científicos están decididos a colaborar.
Elegido por su resonancia en la cultura de la región, el nombre Sesame (sésamo) ahora representa la sigla en inglés de Luz de Sincrotrón para la Ciencia y Aplicaciones Experimentales en Medio Oriente. Sesame abriría sus puertas el 16 de mayo, en una ceremonia a la que asistiría el rey Abdullah II de Jordania.
El corazón del nuevo instituto será una especie de acelerador de partículas conocido como sincrotrón, que acelera electrones. El objetivo no es hacer chocar los electrones o algo más en la búsqueda de nuevas fuerzas o partículas de la naturaleza, como en el Gran Colisionador de Hadrones del CERN donde se descubrió el famoso bosón de Higgs hace cinco años. Más bien, el objetivo es hacerlos danzar y emitir poderosos rayos de radiación ⎯ la llamada luz de sincrotrón ⎯ que puedan ser usados para estudiar las propiedades de materiales que van desde semiconductores exóticos hasta virus.
Hay unas 60 de esas fuentes de luz en el mundo, que se han vuelto cada vez más valiosas como herramientas en la medicina y la ingeniería. En abril, por ejemplo, científicos que usaron rayos X de una fuente de luz en el Laboratorio Nacional del Acelerador en California (SLAC, por su sigla en inglés) descubrieron nuevos detalles sobre la estructura de las proteínas que regulan la presión sanguínea, planteando la posibilidad de mejores tratamientos para la hipertensión.
Sesame, en suma, pudiera llevar la física moderna de clase mundial a una región del mundo que carece de mucho en forma de instalaciones o fondos para investigación, dicen sus proponentes. “Alguien con una idea brillante pudiera recibir un Nobel con esto”, dijo Christopher Llewellyn Smith, un profesor de física de la Universidad de Oxford y presidente del Sesame Council, el organismo rector del proyecto.
Pero quizá eso podría ser lo menos importante, según Eliezer Rabinovici, un físico teórico de la Universidad Hebrea en Jerusalén que ha estado persiguiendo el sueño de la cooperación árabe-israelí, caminando con sus amigos y colaboradores por una cuerda floja política y técnica que ha pasado por guerras, tratados, negociaciones, ultimátums, asesinatos y otras crisis durante más de 20 años.
Esta es la historia de un sueño imposible, una travesía hacia lo que Rabinovici llama un universo paralelo de paz y cooperación en el Medio Oriente. “Lo llamamos la luz al final del túnel”, dijo recientemente.
Sesame sigue el camino abierto por el CERN, que fue formado por la UNESCO con el propósito de revivir a la ciencia europea después de la Segunda Guerra Mundial y fomentar un espíritu de cooperación en el continente.
La única diferencia actualmente, señaló Llewellyn Smith, es que en Europa las hostilidades ya habían terminado, mientras que en Medio Oriente siguen estando muy vivas.
Rabinovici remontó los orígenes de Sesame a los Acuerdos de Oslo de 1993, cuando Yitzhak Rabin y Yasser Arafat se estrecharon las manos enfrente del presidente Bill Clinton.
En ese entonces él trabajaba en el CERN. Un poco después, recordó, un colega italiano, Sergio Fubini, entró en su oficina y le dijo que era hora de que pusiera a prueba su “idealismo ingenuo”.
La ciencia es una forma natural de construir puentes entre las culturas y las naciones, dijo Rabinovici, debido a su lenguaje común.
Él y Fubini se dispusieron a crear un auto designado Comité de las Ciencias de Medio Oriente, el cual a su vez condujo a una reunión en noviembre de 1995 en una gran tienda de campaña roja en Dahab, Egipto, en el desierto del Sinaí cerca del Mar Rojo, a la que asistieron científicos de todo Medio Oriente y más allá.
El grupo tuvo una misión cuando científicos alemanes le ofrecieron un antiguo acelerador conocido como Bessy, que había servido como fuente de luz en Berlín y estaba siendo reemplazado tras la reunificación del país.
Aunque el grupo vaciló en aceptar esa reliquia porque podría no atraer investigación de primera clase, “era claro que había que recibirlo porque no se puede crear una coalición de árabes e israelíes en torno a algo que es aire”, dijo Rabinovici.
Bessy fue desmantelado y enviado al desierto jordano, que había sido elegido como la sede para lo que ahora se llama Sesame. “Jordania era el lugar. Era donde todos podían acudir”, dijo.
Ahí, evolucionaron los planes. Bessy se convertiría en el impulsor, o primera etapa, de un sincrotrón más nuevo y más poderoso que impulsaría a los electrones a energías de 2,500 millones de electronvoltios. (En comparación, los protones en el Gran Colisionador de Hadrones son lanzados a energías de unos 7 billones de electronvoltios.)
La idea detrás de las fuentes de luz de sincrotrón es convertir lo que antes era una energía pasiva y desperdiciada en una herramienta científica. A medida que las partículas cargadas, en este caso electrones, son aceleradas en una pista electromagnética en máquinas como el Gran Colisionador de Hadrones, irradian energía, la llamada radiación de sincrotrón. La producción de la máquina puede ser calibrada insertando variedades de imanes llamados gusanos y onduladores para hacer que los electrones dancen y produzcan rayos muy poderosos de cualquier tipo de luz.
La forma en que estos rayos son reflejados o absorbidos por los materiales blanco puede revelar las configuraciones y formas de las moléculas de la misma manera en que la doble hélice del ADN fue revelada por las fotografías de rayos X tomadas por Rosalind Franklin en los años 50.
Como está construido, Sesame tiene espacio para siete de esos rayos, suministrando energía desde rayos X hasta infrarroja, o radiación caliente, a los experimentos.
Cuando empiece a operar, sin embargo, habrá solo dos.
El primero es un rayo de rayos X que será usado, entre otras cosas, para estudiar la contaminación en el valle del Jordán, verificando las cantidades de metales como cromo y zinc en muestras del suelo.
Otro rayo suministrará ondas infrarrojas para un microscopio infrarrojo que empleará los mismos principios que los lentes de visión nocturna usados por los soldados o francotiradores para estudiar, digamos, las células cancerosas y otros tejidos biológicos.
Un tercer rayo planeado para fines de año suministrará rayos X para la cristalografía, el estudio de las estructuras de las proteínas y los virus.
El grupo ya ha recibido 55 propuestas para el uso de esos rayos; más de las que pueden aceptar, dijo Llewellyn Smith.
Para los científicos, el dinero ha sido un problema tan grande como la política. Rabinovici dijo: “Es un milagro que tengamos a todas estas personas juntas, eso es agradable. Pero, al final, esto va a ser decidido por la calidad de la ciencia. Y aquí es donde necesitamos ayuda”.
“Estamos trabajando con un presupuesto escaso”, añadió. “La buena ciencia cuesta dinero”.
En total, se han invertido unos 90 millones de dólares en llevar el proyecto hasta su etapa actual, según Llewellyn Smith. Eso incluye 5 millones de dólares por cabeza prometidos por Israel, Jordania, Turquía e Irán y otra subvención de 5 millones de euros de la Unión Europea, lo cual permitió al CERN ayudar a construir los imanes y supervisar la construcción de la máquina de Sesame.
“Vi a esa cuadrilla de europeos trabajar en ello, y estaban emocionados. Se les podía ver en los ojos; sus ojos brillaban”, dijo Rabinovici. La muestra de generosidad más reciente fue una subvención de 7 millones de dólares de Jordania para una planta de energía solar, la cual hará de Sesame el primer acelerador en el mundo operado con energía renovable.
Actualmente, Sesame consiste de unos 50 científicos y técnicos. Italia está construyendo un hostal que ofrecerá a los visitantes un lugar donde hospedarse e incluirá ese ingrediente clave de la vida científica, una cafetería. Los encuentros accidentales y los chismes nacidos durante el almuerzo o tomando café predominan en la mitología del descubrimiento científico.
En ese aspecto, detrás de su cerca de seguridad, Sesame no será diferente de cualquier laboratorio en el mundo, dijo Llewellyn Smith. “Trabajando 20 horas al día y reuniéndose en la cafetería, así es como ocurre mucha de la ciencia y la discusión”.

Dennis Overbye
© 2017 New York Times News Service