En la lechería Los Santos, ubicada en la zona occidental norte de Costa Rica, internet es una de las principales materias primas para que las vacas produzcan más leche que el promedio en el país.
Cada una porta un chip en su oreja, que funciona de manera similar a una pulsera que monitorea la actividad física (wearable) de un ser humano.
Cada cinco minutos el dispositivo recolecta datos, como la temperatura y el movimiento del animal, que son captados por tres routers y enviados a Holanda para ser procesados mediante un software.
Ese sistema trata los datos y genera información que permite identificar, por ejemplo, si una vaca está enferma o en estado de celo.
Es una información que luego se convierte en una alerta que llega al celular de los trabajadores de la lechería para que puedan tomar mejores decisiones.
Este es un ejemplo del uso del internet de las cosas y el potencial que tiene en las actividades productivas y los negocios de toda índole y en cualquier lugar.
El internet of things (IoT), como se conoce en inglés, se refiere a los objetos conectados que hablan entre sí, con aplicaciones, sin la intervención de ningún humano.
Pero la clave, según cuenta Alejandro Urbina, uno de los dueños de la lechería, no está en la tecnología, sino en la información que arroja el análisis de los datos.
En este caso, permite dar una atención individualizada a cada animal y manejar sus ciclos reproductivos, la salud y la alimentación, de la manera más eficiente.
El internet de las cosas no es algo totalmente nuevo. Este tipo de soluciones tecnológicas surge gracias al acceso masivo a internet y al costo accesible de procesadores potentes, sensores y dispositivos de control de energía.
Las conexiones máquina a máquina, conocidas como M2M, fueron la primera ola. La diferencia, dice Selene Orozco, jefa de tecnología de IBM para México, es que los dispositivos y la tecnología se integran de manera diferente.
Como consecuencia, las posibilidades para dar inteligencia a cualquier aparato son muy amplias en la actualidad. Se incluye desde dispositivos de uso personal como relojes, cepillos de dientes, y de consumo como refrigeradores y automóviles, hasta flotillas de camiones, semáforos, acueductos y sistemas de control de cultivos agrícolas.
En América Latina, según un estudio de la firma de consultoría e inteligencia de mercado IDC, había 290 millones de cosas conectadas a internet en 2015 y la proyección es que esta cantidad se duplique (600 millones) para 2020.