Un vecino de la Torre Trump es el principal representante de los populistas de Europa

PALM BEACH, Florida — George Guido Lombardi vio que Barron, el hijo chico del Presidente Donald Trump, estaba jugando solo un videojuego en un sillón de la enorme y dorada sala de Mar-a-Lago, el club privado que tiene su padre frente al mar en Palm Beach.

“¿A qué estás jugando?”, le preguntó Lombardi mientras un agente del Servicio Secreto miraba bajo candelabros y tapices flamencos medievales. Absorto en su teléfono, Barron contestó cortésmente. Pero mientras Lombardi empezó a presionarlo sobre sus planes para el “spring break”, el niño de 11 años dejó en claro que no estaba muy interesado en hablar con el viejo vecino de su papá de la Torre Trump.

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Sin embargo, no puede decirse lo mismo de los líderes populistas anti “establishment” de Europa, quienes parecen haber identificado al italiano como un punto de entrada potencial para la administración Trump.

Con un profundo sentimiento de desconfianza hacia el islam, las fronteras abiertas y la Unión Europea, Lombardi, de 66 años, se ve él mismo como un puente de acceso a Trump para viejos amigos y aliados ideológicos de Europa, incluyendo a Marine Le Pen, de Francia; Geert Wildres, de Países Bajos; el Primer Ministro húngaro, Viktor Orban, y Beppe Grillo, cofundador del insurgente Movimiento Cinco Estrellas de Italia (“el Trump de Italia”, como lo llama Lombardi).

“Soy estadounidense al grado en que llevo 40 años aquí”, dijo en su inglés con acento italiano. “Pero al mismo tiempo, entiendo mucho a Europa y lo que está pasando”, afirmó.

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Lo que está pasando, señaló, es que Trump ha dado esperanza a los políticos que están intentando sacar provecho de las fuerzas populistas, a menudo con herramientas de redes sociales que el propio Lombardi ha utilizado en su carácter de administrador de Bikers for Trump (Motociclistas por Trump) y aproximadamente otros 500 grupos de Facebook pro Trump.

Pero la aparente prominencia de Lombardi muestra que algo más está pasando. La elección de Trump, un maestro de la auto promoción, ha embebido a los miembros de su círculo social con la percepción de autoridad que viene de la proximidad al poder.

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Lombardi, un director ejecutivo de fundaciones que suenan plausibles (Liga del Atlántico Norte) y que tiene experiencia en el arte de colarse en fotos de funcionarios y celebridades de segunda (Frank Stallone, Kenny G), no está desperdiciando la oportunidad. Ahora está ocupado explicando a los periodistas internacionales los males de la Canciller alemana, Ángela Merkel, hablando ante un panel del parlamento italiano (“Trump ha dicho en más de una ocasión que le gustaría reunirse con Putin”) y causando un revuelo mundial al acompañar a Le Pen a tomarse un café en la Torre Trump.

“Fue un poco inocente”, dijo Lombardi sobre la visita de Le Pen en enero, sentado en la casa de playa de Mar-a-Lago conforme agentes del Servicio Secreto descansaban afuera, mirando hacia el Atlántico.

Le Pen, que vistió Estados Unidos por invitación suya, destacó Lombardi, había sugerido tomarse un café en la recepción del edificio de Trump, donde, según concedió, “siempre estaba la remota posibilidad” de ver al entonces presidente electo. “Le dije, ‘Escucha, Marine, sabes que ahí están todos los medios’”, recordó Lombardi, diciendo que Le Pen insistió en que nadie la reconocería. “Y por supuesto: Pum”, destacó (un vocero de Le Pen no devolvió la llamada para comentar sobre esto).

Nacido en Ginebra, Lombardi también se ha presentado como el Conde de Canevaro y usa un anillo de oro que porta el escudo de armas de su familia.

Cuando era niño se mudó a Roma, donde según dice las revueltas de 1968 y el comunismo desenfrenado de sus compañeros de clase de la universidad impulsaron su partida a Estados Unidos. Llegó a los 20 años, vagó un tiempo, se casó, tuvo hijos, lanzó un negocio de joyería, entró al negocio inmobiliario, se divorció y conoció a Gianna Lahainer en un evento de la Fundación Nacional Italiana Estadounidense.

Lahainer, una ex oficinista de Trieste que se había casado con el magnate de bienes raíces Frank Lahainer, ya era amiga y vecina de Trump, luego de haber comprado uno de los primeros condominios de la Torre Trump. La primera vez que Trump consideró comprar Mar-a-Lago en 1985, ella le advirtió sobre la contaminación acústica del tráfico aéreo sobre la propiedad, lo que dio lugar a que renegociara el precio.

Lahainer murió en 1995 y su viuda, en ese entonces de 65 años, se casó en el año 2000 con Lombardi. La pareja se deleita contando cómo puso en hielo a su difunto marido en una casa funeraria porque no quería perderse la temporada social. “¿Por qué debía esperar?”, declaró una vez a Ronald Kessler, cronista de Palm Beach.

Lombardi dijo que en realidad su esposa no pudo conseguir inmediatamente los permisos para enviar el cuerpo de su marido devuelta a su lugar de nacimiento, en Italia, pero la historia hizo de “buena publicidad”.

Aunque su segunda esposa lo presentó con el círculo Mar-a-Lago de Trump, Lombardi actuó como representante extraoficial (“siempre extraoficial”) en Estados Unidos de la Liga del Norte, un grupo anti inmigrante de Italia que a menudo se le conoce en ese país como “La Lega”. Lombardi dice haber conocido a Le Pen por primera vez a principios de la década de 1990, en Bruselas, a través de un amigo del Parlamento Europeo.

“Enseguida le dije: ‘Marine, deja a tu padre. Simplemente es peso muerto. Y, de todas formas, tienes que tomar una decisión. O estás o con los judíos o estás con los musulmanes. No puedes estar con ambos”, indicó.

Los dos se mantuvieron en contacto, y Lombardi se atribuye el mérito de organizar una reunión en 2011 entre ella y el embajador israelí ante Naciones Unidas, Ron Prosor (el embajador israelí dijo después que la reunión fue un accidente).

Lombardi expresa cariño por los judíos, “nuestros amigos de pelo crespo”, dijo en referencia al partido ortodoxo que había alquilado Mar-a-Lago esa tarde. El fantasma de los nazis alimenta su de cierta forma tortuoso paralelo histórico favorito.

Lombardi visualiza al líder ruso, Vladimir Putin, como el paladín de los descendientes espirituales de los guerreros de la resistencia de la Segunda Guerra Mundial. “Le Pen, Geert, Lega, Grillo, toda la resistencia está luchando contra el islamismo nazi”, acusa Lombardi. “Por supuesto, Sra. Merkel; ¿Usted es judía, no es así? ¡Vamos! Ella es la que trajo a todos estos musulmanes, más que nadie. ¿Por qué? Porque nunca perdieron sus malas costumbres”, consideró.

Pese a su creciente visibilidad en la televisión italiana, Lombardi tiene un perfil bajo en Italia. Pero dice que Trump se ha apoyado en su experiencia italiana, preguntándole una vez por Silvio Berlusconi, el ex primer ministro, porque, según Lombardi, a Trump le intrigaba un “multimillonario que se convirtió en político”.

No obstante, en lo que respecta a Italia, el interés de Trump se centró en demostrar la inocencia de Amanda Knox, una estudiante universitaria estadounidense acusada de asesinato en Perugia. Trump a menudo manifestó y publicó en Twitter su apoyo a Knox y le pidió a Lombardi que averiguara sobre su caso durante un viaje a Italia. Ahora, dice Lombardi, el presidente está “muy molesto” con la ingratitud de Knox, quien apoyó a Hillary Clinton.

Lombardi quería estar nuevamente al servicio de Trump cuando se postuló para presidente. Al otro día de que Trump declaró su candidatura, Lombardi le preguntó a su vecino si realmente se quería postular y luego se ofreció a organizarle apoyo en las redes sociales.

Trump asintió, y Lombardi, quien no tenía experiencia profesional en redes sociales, comenzó a montar una red de grupos de Facebook para organizar apoyo a Trump y antagonismo hacia Clinton. Lombardi dice que recibió muchas solicitudes para administrar grupos de Facebook.

Investigadores del Congreso están examinando si los partidarios de Trump se coordinaron con los rusos para promover noticias que ayudaran a Trump. Lombardi afirma no tener ninguna relación con Rusia y desestima cualquier sugerencia de que sus grupos hayan hecho circular noticias promovidas por medios de comunicación asociados a Moscú o robots de la Web. “No soy un troll”, resaltó.

Por el contrario, Lombardi expresó orgullo por su trabajo en las redes sociales. Mientras Barron (a la sombra del agente del Servicio Secreto) pateaba una pelota de fútbol con un par de niños en un jardín cercano, Lombardi revisaba una lista en su teléfono con cientos de grupos de Facebook, incluyendo un ícono que decía en italiano “Amigos de la Rusia de Putin” (“Me preguntaron si quería ser el administrador”, explicó). Luego, Lombardi arrastró la pantalla hasta un ícono de su particular agrado.

“Frente Popular para la Liberación de Europa. Éste lo hice yo. Es mi grupo. Suena como mío, ¿no?”, preguntó Lombardi, enlistando los líderes europeos anti “establishment” que el grupo promueve. “Todos amigos míos”, agregó.

Jason Horowitz
© 2017 New York Times News Service