Quién es el enemigo de Marina, y la carne asada masiva

¿Quién tiene el poder de destruir reputaciones sin una sola prueba judicial, solo con una tormenta de publicaciones? ¿Y por qué Baja California es ahora el epicentro de una narrativa que huele más a diseño que a casualidad?

Aunque no se conoce alguna acusación ni investigación formal, el sentimiento popular ya hizo un juicio sumario y tiene un veredicto. El escándalo que rodea a la gobernadora Marina del Pilar Ávila se ha instalado en el corazón del debate público. Y en política, cuando el pueblo cree algo, eso pesa tanto como si fuera verdad.

Hasta ahora, el linchamiento masivo ha sido virtual, a través de las pantallas de los celulares. Como si se tratara de una partida de videojuego político, sin posibilidad de medir aún la trascendencia material de este fenómeno.

Pero este sábado 17 de mayo tendremos el primer indicio de cuerpos reales y presencias físicas que comparten ese sentimiento que, hasta ahora, era solo digital.

Un perfil sin foto, sin amistades visibles, ha convocado a una “carne asada masiva” en protesta contra la gobernadora. Hasta ayer, miles de perfiles habían mostrado interés o “confirmado” su participación. La invitación para las 5:00 pm pide llevar asador, bebidas sin alcohol y carne “pulpa bola” de una cadena local de carnicerías. Lugar de encuentro: la explanada de los Tres Poderes, justo frente al palco de Marina.

La cancelación de su visa de no migrante por parte del gobierno estadounidense, y también la de su esposo, ha impactado no solo su reputación, sino la estabilidad de su gobierno. En la frontera, la visa es más que un documento: es casi una extensión del derecho a existir. Pero este escándalo no se quedó en Tijuana o Mexicali: se extendió a todo México, y más allá.

¿Fue espontáneo este linchamiento, o hay una fuerza detrás, capaz de inocular un sentimiento nacional? Seamos honestos: la mayoría de las personas no saben ni el nombre del gobernador de una entidad vecina. Mucho menos se interesan en saber si tiene pasaporte o visa. Entonces, ¿qué mecanismo logró convertir a Marina del Pilar en tendencia nacional y motivo de escarnio popular?

Aunque la gobernadora ha salido a defenderse y negar cualquier conducta ilícita, el bullying popular no se detiene. Hasta circula un corrido tumbado y un reguetón dedicados a ella, replicados sin pudor por las masas y la clase política.
El estruendo ha sido tan grande que incluso la presidenta Claudia Sheinbaum, en varios días consecutivos y con lenguaje cauto, ha tenido que abordar el tema.

La reacción en redes fue seguida por los medios formales. Las portadas nacionales, las columnas de alto perfil, el tiempo en radio y televisión hicieron eco del repudio digital. ¿Por convicción? ¿Por presión? ¿Por miedo a quedar fuera de la nota?

Marina del Pilar ha culpado a reporteros, periodistas y comunicadores de ejercer una profesión sin ética, de replicar calumnias. Ha acusado a sus adversarios políticos de querer sacar ventaja del escándalo. Pero ninguno de los enemigos que mencionó, ni todos juntos, parecen tener la capacidad de haber orquestado esta tormenta perfecta.

Entonces, caben preguntas válidas: ¿Fueron realmente los medios quienes, de forma espontánea y sin coordinación, difundieron con tanta intensidad esta serie de acusaciones? ¿O existió una fuente de poder lo suficientemente confiable y sigilosa como para coordinar los ataques sin dejar huellas?

En mi experiencia, solo un gobierno nacional o una agencia internacional tiene la capacidad técnica y mediática para lograr una campaña de esta magnitud.
Y si no fue orquestada, entonces fue la suma de omisiones, reflejos y miedos de los medios tradicionales, que ante la lentitud oficial para reaccionar, eligieron surfear la ola de rumores populares y no parecer vendidos o incompetentes.

Pero incluso en ese caso, cabe otra pregunta: ¿Quién encendió la mecha? Porque una cosa es replicar, y otra muy distinta es inocular. En las redes sociales, los algoritmos no arrojan contenidos a menos que cumplan con ciertas afinidades. ¿Cómo es que miles de personas que no siguen a la gobernadora, ni están interesadas en el tema, recibieron en sus dispositivos una misma narrativa? Algo o alguien modificó el algoritmo.

En su monólogo frente a la prensa, Marina del Pilar habló de sus aliados, culpó a periodistas y opositores. Pero era evidente que, hasta ese momento, no sabía a ciencia cierta contra quién estaba luchando. Tal vez hoy ya lo sabe. O tal vez, como decía Maquiavelo, “el peor enemigo es el que sonríe dentro del círculo del poder”: y Robert Green dice que es de mayor importancia identificar a tus enemigos que a tus amigos. Parece que Marina no sabe contra quien pelea.

Mientras tanto, avanza la desconfianza popular. Y el daño parece ya irreversible para la credibilidad de Marina del Pilar.
En su equipo no hay quien se lo diga, ni existe un plan funcional de contención, solo de negación. No hay estrategia, solo el papel de víctima. Y no hay enemigo claro, solo sombras.

¿Cómo mitigar el daño a su imagen cuando la opinión pública es binacional, y lo que ocurre de un lado del cerco cruza al otro sin visas?

Para la presidenta Sheinbaum, la preocupación es legítima: los linchamientos digitales no solo afectan la popularidad de Marina, sino que alteran la percepción de viabilidad de su propio gobierno y de Morena.

Puede resultar hasta tentador para el poder darle la razón al pueblo. Y tal vez, incluso, esta tormenta no fue un accidente, y si lo fue, resulta ideal para instrumentarla.
En tiempos de niebla, cualquier versión creíble adquiere visos de verdad.